ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 31 de diciembre  de 2015                 
                             
 

Nacimiento familiar

Cuando leí en ABC la frase de la escultora Montserrat Ribes me acordé inmediatamente del camello de los Reyes Magos al que una pata se le ha transformado en un alambre. Y del pescador que ya no tiene caña que echar en el río que hacíamos fluir con el papel de plata de las chocolatinas Nestlé que mi tía María nos compraba en La Rosa de Oro para que coleccionáramos las estampitas del álbum. Y me acordé del panadero, que, ese sí, sigue el hombre sacando pan de la bóveda de media naranja de su horno y aún no se ha jubilado, incólume. Me acordé de la lavandera que sigue con su refregador en el mismo río del pescador...

Porque la escultora Montserrat Ribes ha dicho: "Las figuras del Belén deben formar parte del patrimonio sentimental de una familia". Y yo, tras ver en la Nochebuena el nacimiento de la familia de toda la vida, voy más lejos que la escultora y solemnemente, antes de las "doce para las doce" que pregonaban por la Avenida (entonces de Queipo de Llano), solemnemente proclamo, como las lágrimas de la noche de San Silvestre, lo que voy a decir desde las cuatro caras de la Giralda que mi madre veía por la ventana sentada en su sillón de la salita, ante aquel primer televisor en color que compró para que los nietos fueran a ver las águilas y los lobos del Amigo Félix y así tenerlos cerca. Lo que proclamo solemnemente, corazón de la memoria, memoria de la nostalgia, nostalgia de la vida, es: "Las figuritas del Nacimiento son de la familia de toda la vida, como el regalo que los que se fueron nos echan por Reyes cada año". Para que los sigamos teniendo presentes en las sillas vacías de la cena de Nochebuena, en los platitos de las doce uvas de la Nochevieja. Sí, cuando el más listo de la familia, cerca del San José y la Virgen del portal; cerca del buey al que la faena del tiempo le cortó las dos orejas; cerca del castillo de Herodes que sigue allí arriba, sobre los apulgarados corchos de La Venera sacados del trastero, en cuyas cumbres ha nevado, como todos los años, el bicarbonato Torres Muñoz, alerta y corrige, sabihondo, y todo el mundo se queda inmóvil, con la uva en la mano:

-- ¡No, todavía no! ¡Que estos son los cuartos!

Y la pastora sigue lavando en su río, ahora de papel albal; y el pastor al que le falta una pierna y un brazo cuida las dos únicas ovejas que le han quedado del antiguo numeroso rebaño, cuando el que parece Cronos en persona, de cómo mide el tiempo que va muriendo en nuestros brazos, ordena, con la primera de las campanadas de la Puerta del Sol iguales a las que a las 10 sonaban cada noche cuando Radio Sevilla daba el Parte de Radio Nacional:

-- ¡Ahoooora!

Os he vuelto a ver, viejos parientes de Belén, figuritas del nacimiento de la familia. ¿En qué Venera, en qué Casa Abascal de la calle Francos, en qué Importadora de La Campana nos compartirían la zapatera y el alfayate estas figuritas que ya son de la familia? Son de cuando, ay, íbamos a los soportales del Mercado de Entradores a reseñar en el cerrado un Pavo Romero cárdeno, en el tipo de la casa, que era embarcado en una cesta de palma con la cabeza fuera y llevado a la corraleta de la azotea hasta que una tata de Carmona, de Fuente del Maestre o de Montemolín era la valiente que le daba lidia y muerte, tras hacerle ingerir con un embudo una copa de coñac. A vosotras, figuritas del nacimiento familiar, el tiempo os ha ido cortando el brazo a uno, la pierna a otro, el rabo a la burra, los rubios cabellos del Niño, las hojas a las palmeras. Los Reyes, como en unas jornaditas del hogar, siguen avanzando hacia el portal, día a día, sobre su desierto del aserrín que echaban en el suelo de la zapatería y de la sastrería los días de lluvia. Sois, figuritas del nacimiento familiar, como el espejo del tiempo, en el que nos estamos mirando cuando antes de las uvas cada uno cuenta sus goteras de salud, y siempre hay una hermana que, con tanto cariño como realismo, nos da paz a los puretones de buena voluntad y nos anuncia:

-- ¡Pues anda que estamos todos peor todavía que los cojos y los mancos de las figuritas del nacimiento de casa de los padres!

 

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