ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla,  5 de febrero  de 2016               
                             
 

Alcaldes Palanquetas

Si ayer hablábamos de los motes de Cádiz, del Carapapa, el Carapalio, el Carataza o el Carapalo, pensamos hoy que Sevilla tampoco se queda atrás en ponerlos. ¿O se ha perdido ya esa costumbre? Qué buen camino la duda para llegar a la verdad. Así tituló Rafael Montesinos un libro: "La verdad y otras dudas". Mi duda es si Sevilla sigue poniendo motes o no. A las personas y a las cosas. A las cosas: cuando Aníbal González hizo la Capillita del Carmen al final del Puente de Triana, como parecía un yesquero, Sevilla le puso "El Mechero". Cuando Rafael Arévalo y Gabriel Lupiáñez hicieron en 1940 su edificio racionalista de la esquina de La Magdalena con San Pablo, como estaba en la estética de los grandes transatlánticos de la Compañía Ybarra, del "Cabo de Hornos" y del "Cabo de Buena Esperanza", Sevilla le puso "El Cabo Persianas", por las mecánicas de lajas de madera que tenía, creo que fabricadas en la carpintería famosa de Manuel Casana en la calle Santo Domingo, el mismo artesano de la Rampla del Salvador o el que firmó años más tarde las del Colegio Portaceli.

Ahora a los edificios también se les sigue poniendo motes. La joía barbaridad absurda del Metrosol Parasol, que era su nombre inicial, quedará para siempre bautizada como Las Setas de la Encarnación. En cambio la Torre Pelli no tiene apodo, con el por saco que da. He visto que la llaman o la quieren llamar "Torre Sevilla", cuando José Luis Manzanares ha anunciado que se lleva allí la sede de Ayesa, lo único estable y productivo que nos queda en nuevas tecnologías e ingenierías tras el barquinazo de Abengoa. Le digo a Manzanares como Maribel Moreno de la Cova a José Antonio Sáenz, cuando nos convidaba en La Boticaria: "¡No te arruines, Cani, por Dios!". A pesar del ruego de Maribel, ya ven lo que pasó. Lo que no quiero que le ocurra a Ayesa, la empresa que a más jóvenes ingenieros y titulados superiores sevillanos ha quitado del paro o la emigración, que son las dos grandes salidas profesionales actuales de la Universidad en Sevilla.

¿Por dónde íbamos, que me he perdido sin el GPS de escribir artículos? Ah, sí: por los motes de los edificios. Que se los siguen poniendo a algunos edificios, pero a ninguna persona. En la Historia de Sevilla están ya Pepito Caramelos, Antoñito Procesiones, Sarasate, Pepe el Católico, El Mudo de Triana. Pero ahora, por mucho que salgan retratados en el periódico todos los días, los herederos del pobre de Gregorio Conejo en el arte hispalense de figurar y pintar la mona no tienen puesto mote. Como lo tuvo el alcalde Conde de Halcón, tan aficionado a los derribos para los ensanches, como el de la calle San Pablo o el de Martín Villa, que Sevilla le puso "El Alcalde Palanqueta". Que sigue habiéndolos, aunque no sean alcaldes y no tengan ese mote. Me acordé del Alcalde Palanqueta saliendo la otra tarde del aparcamiento de Los Arcos y dándome de cara con el enorme derribo de lo que fue la megatienda de Porcelanosa (que duró un suspiro) y todo el complejo industrial de la Cruzcampo. Todo aquello es un inmenso solar abandonado. ¿Por qué tanta prisa en derribar, en meterle la piqueta a lo que luego no se edifica, como el Equipo Quirúrgico? ¿Por qué Monteseirín fue de Alcalde Palanqueta para derribar un Equipo Quirúrgico perfecto y prestando útiles servicios de urgencias, y que va a terminar en aparcamiento, para solaz de gorrillas, ya que a la Junta no le sale de los co...nsejeros de Salud hacer el Centro de Alta Resolución que prometieron levantar allí. Leo que tras el palanquetazo y el piquetazo del derribado Equipo Quirúrgico se van a gastar 90.000 euros en convertirlo en aparcamiento. ¿Por qué no dejaron el Equipo en pie, que estaba perfectamente? Después de todo, suerte tenemos. Porque con esta tradiciones de los Alcaldes Palanquetas, seguro que a más de uno, ya que no hacen nada útil con él, lo que le pediría el cuerpo sería meterle la piqueta al Hospital Militar. La ciudad está llena de los que Romero Murube llamaba "Verdugos de Sevilla", como cariñosamente le decía de mote al derribista Enrique Pavón,.

 

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