ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla,  22 de febrero  de 2016               
                             
 

Abonos y carteles

Si quieres ser alguien en Sevilla, y bien que lo saben los pintamonas tiesos de solemnidad y los nuevos ricos deseosos de protagonismo social en la Muy Difícil Ciudad, has de tener dos abonos, a saber: uno en las sillas de la Carrera Oficial, a ser posible en la mismísima Campana; y otro en la Plazalostoros, a ser posible donde los capotes. Que llegó un nuevo rico a la Contaduría de la Empresa Pagés y le dijo, conminante, al bueno de Bermejo:

-- Sea como sea, me tienes que dar este año dos primeras filas de barrera. Pero donde los capotes, ¿eh?

Y Bermejo, con toda la retranca de los viejos sevillanos, le contestó:

-- Bueno, pues tú me dirás a qué Domecq o a qué Guardiola mato para dártelas a ti.

De la renovación del abono de las sillas sé poco, porque las saca mi hermana Josefina delante de los Calzados Catedral del recuerdo de nuestra zapatera del Niño de la Virgen de los Reyes. Pero sé que hoy es un día señaladito, como los de Santiago y Santa Ana, a efectos de la renovación del abono de los toros. Y de los nuevos abonos. La Empresa Pagés, sin el Niño de Don Diodoro, abre hoy el fotomatón del abono, para retratarse con un talón bancario conformado. Y lo hace de una manera distinta a años anteriores. Antes, primero había un periodo de renovación del abono de años anteriores, terminado el cual comenzaban a despacharse los nuevos abonos. Este año no. Este año comienza hoy tanto la renovación de los abonos de toda la vida como la de toma de posesión de los nuevos. Lo cual demuestra una cosa: la cantidad de abonos por renovar que han quedado de años anteriores, y los muchísimos sitios buenos, casi de barrera de los capotes, que quedan libres y de los que puede ser uno titular a partir de hoy, si llega con la tela marinera no del telón, sino del talón. Del talón bancario.

Cómo será esto de los abonos buenos de la plaza, las buenas barreras, los buenos sillones de tendido, lo que en el viejo lenguaje de la Contaduría se llamaba "Preferencia" y que Bermejo llevaba con unción casi de registro sacramental parroquial en un gran libro mayor apaisado, que antes, cuando no había descendido el abono de la forma que lo ha hecho en las últimas temporadas y sobre todo en la pasada, los buenos sitios de la plaza los legaban los padres a sus hijos en el testamento. Yo sé de peleas entre hermanos para quedarse con un sillón de tendido a la muerte del padre. Vamos, como si el abono fuera una finca buena de regadío en la Vega de Carmona. Los abonos entraban en el reparto de la herencia:

-- No, las dos barreras buenas del 1 le tocaron a mi hermana en las particiones de la herencia de mi padre...

Ahora hay papel para dar y regalar. No sé la cifra exacta, pero en las últimas temporadas los abonados a la plaza de los toros bajaron algo así como un 30 o un 40 por ciento. Por lo menos. Y que se lo pregunten, si no, al porcentaje de taquilla por el pisoplaza que cobra la Real Maestranza, que por eso y por sus alquileres es tan rica y puede repartir tanto en Beneficencia y en Cultura. La Fiesta corre un mal momento, pero me huelo que la plaza de toros de Sevilla, todo lo contrario. Me pongo lo que sea a que hoy vuelven las colas al Paseo Colón para sacar el abono de los toros. Benditas colas, y no como los últimos años, que estaban los taquilleros aburridos, leyendo el "Marca" y quitándose las moscas. En los últimos años, crisis aparte, ocurría como en el "Francisco Alegre" de Juanita Reina: "En los carteles han puesto un nombre/que no lo quiero mirar". Por eso no se abonaba nadie. Esta temporada en los carteles han puesto unos nombres que sí los queremos mirar, y para ello, abonarnos. Los nombres de los que boicotearon a Sevilla y vuelven: el G-5 ha terminado jocicando. Y los nombres nuevos en esta plaza, como ese Urdiales heredero de las ramitas de romero; como ese peruiano Roca Rey que viene arreando; como Varea el novillero. O como los nuevos "niños sevillanos" en los que tenemos puestas todas nuestras complacencias: el sobrino de Curro, el niño de Rafa Serna o el niño del Moranco. Que Dios reparta suerte. Y no se lo digo a los toreros, sino al empresario don Ramón Valencia. Que le hará más falta.

 

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