ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC,  29 de febrero  de 2016               
                             
 

 Cruz en la Catedral

El título le sonará a Er Pograma de las cofradías, vulgo El Programa. Lo que pone El Cuadrante de ABC que inventó Filiberto Mira. O "El Llamador" de papel que dentro de unos días me mandará Fran López de Paz, cumpliendo una tradición entre nosotros. Es la hora en que la Cruz de Guía de una cofradía está (o ha de estar, depende de los retrasos y parones) en la Puerta de San Miguel de la Catedral. Que, por cierto, se escribe así, "Puerta de San Miguel", pero se pronuncia: "La Puerta por donde entran las cofradías".

Este artículo se titula "Cruz en la Catedral" no por eso de los horarios que tanto preocupan a un Consejo de Cofradías que en vez de jugar a las casitas de la Madrugada tenía que haber dado la cara ante la provocación antirreligiosa de la ultraizquierda que sostiene como alcalde a Espadas. El Consejo de Cofradías es tan de Silencio como la Hermandad de los Primitivos Nazarenos de Sevilla a efectos de ponerse allí en primera fila en la Plaza Nueva dando la cara como tantos católicos sevillanos de infantería, y a efectos de al menos haber emitido un contundente comunicado dejando claro que nadie debe atreverse a tocar ni la Semana Santa, ni las Cofradías, ni la pública protestación de Fe de Sevilla. Por eso atacan a nuestra Fe. Porque saben la cantidad de cobardones que hay que miran para otro lado y se ponen de perfil... (Por cierto: "Que de frente y de perfil/más buena Moza no cabe", ¿passssa algo?)

A ver si de una vez, pues, digo de qué va este artículo. Va de la Catedral, tras haber leído ayer el gran reportaje de Aurora Florez sobre el templo metropolitano y patriarcal como gran filón económico del turismo que sostiene a la Archidiócesis de Sevilla. Entre guiris y nacionales, grupos y señores particulares con la guía Michelin en la mano, las taquillas de la Santa, Metropolitana, Patriarcal y Turística Catedral de Sevilla ingresan al año casi 10 millones de euros, 10. Lo diré en pesetas, que suena más en el taco: casi 1.664 millones de pesetas. Un dinero. Un dinero que vale la pena considerado desde el punto de vista presupuestario del Arzobispado; o sea, de esa Iglesia de Sevilla que quieren borrar del mapa los rogelios que la han tomado con Sor Angela y con La Hiniesta.

Soy antiguo y pertinaz objetor de uso turístico de la Catedral y de la museificación de la Magna Hispalense después que la disfrazaran de Pabellón de la Expo en el 92. Pero me quito el sombrero jipijapa de Maquedano ante la filosofía económica de la Iglesia de Sevilla, mi querido arzobispo Don Juan José. Por eso digo que la Cruz en la Catedral es la cruz que tenemos con ella, qué cruz, los sevillanos. Que antes entrábamos por el Patio de los Naranjos para cortar hacia la Plaza de la Virgen de los Reyes, y que por la Puerta de San Miguel nos acercábamos a rezarle a la Virgen de la Antigua, o a ya olvidadas devociones, como la Virgen de la Estrella ante la que rezaba S.A.R. Doña María de las Mercedes de Borbón, la sevillanísima abuela de Don Felipe VI, cuando tenía examen en las Irlandesas. Los sevillanos podemos entrar de gorra en la Catedral, sí, pero guardando cola y enseñando la patita, digo, el carné. En la Puerta de la Campanilla hay una mangá para rezar ante la Virgen de los Reyes de mangazo. Lo único. Ahora, encima, la han convertido en inmisericorde exposición de la Misericordia y hasta las cofradías han de cambiar el itinerario de su razón de ser: la estación de penitencia. Valga todo por el sostenimiento de la Iglesia. Por junio ¿no llegan los seises, y llegan las magnolias, y llegan las jacarandas, y llega la joía Declaración de la Renta y ponemos una cruz en la casilla de la Iglesia? La Catedral turística es nuestra diaria cruz para sostener a la Iglesia. Los sevillanos damos más que el resto de los españoles: cada día ponemos en nuestros sentimientos la cruz, ay, qué cruz, de quedarnos sin poder entrar, por haber entregado nuestra Catedral a los guiris, de paganini, para restaurar esos templos que se hunden, para esas obras asistenciales de caridad. En suma, para mantener esta Iglesia de Sevilla que muchos querrían borrar del mapa.

 

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