ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 31 de mayo  de 2016               
                             
 

Seises y Giralda

Todas estas tardes de jacarandas y magnolios... Quiero decir todas estas tardes de Octava de Corpus, a las 5 y media en punto empieza en la Catedral el impresionante y solemne culto eucarístico con el baile de los seises ante Su Divina Majestad. Exacto como un reloj de siglos. O como el reloj que hay en el crucero, donde portan los restos de Colón sobre su cenotafio los tres Reyes Magos y un compadre suyo que pasaba por allí y que viendo los apuritos que estaban pasando se ofreció el hombre a echarles una manita, según les contaba a los turistas el cicerone guasón de la leyenda.

Son las presentes tardes de ir a los seises o de preguntar, los más, por qué la Giralda repica con esas ganas y con esa alegría a las 5, a los 5 y cuarto y a las 5 y media. Esos tres repiques son como un cartuchito de rabitos de pasas que la Turris Fortissima envía a la ciudad para que no se olvide de sus tradiciones. A la ciudad tradicional, paradójicamente. Yo no he visto ciudad que se las dé tanto de tradicional y que le eche tan poca cuenta a alguna de sus tradiciones como Sevilla. Y los sevillanos, ni te cuento. Les animo a que hagan hoy entre sus amigos y conocidos, entre los compañeros de trabajo y los que tomam por la mañana a la misma hora el (también) tradicional desayuno en la calle, si han ido o no a ver el baile de los seises alguna vez en su vida. Unos le dirán:

-- Sí, cuando era chico me llevó una vez un tío mío, que era de la Sacramental del Sagrario y le gustaban mucho estas cosas de Sevilla.

Otro le responderá:

-- Yo los vi cuando bailaron ante el Papa, pero por la televisión.

Y si les pregunta que cuántas veces al año bailan los seises, verá que poquitos son los que le dicen que tres. Verá cómo todo el mundo le dirá que bailan por el Corpus y por la Purísima. Los más versados, añadirán que ahora por el Corpus van de rojo y por la Purísima, de celeste. Pero verá que casi nadie le cita el antiguamente llamado Triduo de Carnaval, cuando bailan en febrero, en desagravio al Santísimo por las ofensas de las máscaras el Domingo, Lunes y Martes de Carnestolendas. Triduo al que ahora le han puesto el mote cursi de "Preparación de la Cuaresma", porque, claro, acaba con el Miércoles de Ceniza.

Y si usted saca en su Demoscopia particular la deducción de que son más bien poquitos los sevillanos que han visto a los seises, los que han subido alguna vez a la Giralda, ni le cuento. Como hacen los encuestadores, aproveche la pregunta para hacer una segunda:

-- Vale, nunca has ido a ver bailar a los seises ante la Custodia. ¿Y a la Giralda? ¿Cuántas veces has subido a la Giralda?

La respuesta será sorprendente. Verá usted la cantidad de gente que en su vida ha subido a la Giralda. Es más: algunos hasta creen que hay ascensor. O escaleras. No conocen las rampas, su podigiosa y gastada ladrillería, los "grafitti" incluso históricos. No conocen los balconcillos, por los que la ciudad se va empequeñeciendo conforme asciendes a la gloria del cuerpo de campanas, bajo las azucenas. Antes, cuando la Giralda tenía una entrada directa desde de la Puerta de los Palos, con una taquilla allí para sacar la entrada, quizá fueran más los sevillanos que subían. Pero como ahora la Giralda es parte del "paquete" de la visita turística a la Catedral y no hay modo de entrar más que a través de las taquillas de los guiris, aunque no te cobren si enseñas el carné de sevillano, la realidad es que los niños ya no suben a la Giralda, como antes todos los chiquillos hacían con esa tía tan apasionada por nuestras cosas, o con esos padres que querían dejar a sus hijos el legado del amor a la ciudad. Suenan las campanas de la Giralda, de una a la que cada vez han subido menos sevillanos, y anuncian que va a comenzar el baile de unos seises que cada vez menos sevillanos han visto. Y luego dicen que somos una ciudad muy tradicional. Sí, sí, tradicional...

 

 

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