ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 6 de junio  de 2016               
                             
 

Una catedral en Raqqa Este

A la falta de coraje para defender lo propio; a la vergüenza para proclamar cuanto se es y se siente; a la comodidad del aquí-me-las-den todas, e incluso a otras formas de cobardía colectiva suele llamársele tolerancia. ¿Somos cada vez más tolerantes? No, somos cada vez más cobardes para defender lo nuestro. Y a la cada vez más escasa valentía para la afirmación de los valores y principios propios suele llamársele intransigencia. O sea, que estamos rodeados. Lo digo, ¿por qué va a ser? Por el segundo intento de levantar una mezquita en Sevilla. Pero no un templo mahometano cualquiera, en una accesoria de El Cerezo, sino una mezquita por todo lo alto. Hasta con su minarete en forma de Giralda, bastante inspirado en el alminar pre Hernán Ruiz, sin cuerpo de campanas, obviamente. Y en Sevilla Este, ese barrio al que muchos de sus habitantes, con toda la guasa del mundo, le llaman Córdoba Oeste, por lo lejos que está.

Hubo ya un intento de hacer una mezquita en Los Bermejales, pero los vecinos dijeron que dónde vas con lo que llueve y sin paraguas, y nunca la hubo. Hasta cuenta la leyenda, quizá falsa, que los oponentes del proyecto enterraron un cerdo en los terrenos previstos, para hacerlos impuros ante la fe coránica.

Lo de ahora parece que va en serio, porque no están detrás los moros, sino los árabes. La tela marinera del parné de los Emiratos Árabes Unidos. Ya saben la diferencia que Beni de Cádiz, maestro de servidor y de Gómez Marín, establecía entre los moros y los árabes. Lo explicaba así:

-- Árabes son los que están en Puerto Banús con un yate de siete mil millones de metros de largo, en el que van a merendar todas la tardes al palacio del Rey Fahd. Y moros son los que vienen desde Bélgica camino del ferry de Algeciras en un Peugeot de segunda mano, con la mujer, cuarenta niños y una suegra gorda con chilaba y pañuelo, y que llevan en la baca una escalera, siete baúles, un frigorífico y una bicicleta para enseñársela a los vecinos de la cábila y darles envidia.

Bueno, pues los que quieren pagar el "fagamos una obra tal" de la mezquita de Sevilla Este son los árabes del Beni, no los moros de Queipo. Y Sevilla, por el topicazo falso de la tolerancia, encantada y tragando. Supongo que les dará todo tipo de facilidades y permisos un Ayuntamiento que dice que no tiene guardias suficientes para atender la libre circulación de las procesiones en honor de Su Divina Majestad, del Corazón de Jesús o del Inmaculado Corazón de María. Todo el mundo entregado ante la pasta de los emiratos. Los que curiosamente, con el dinero que tienen, no han acogido a un solo refugiado sirio de los cientos de miles que se han tenido que venir los pobres a Europa, jugándose la vida y la de sus niños.

No tengo que decirles lo que pienso sobre este clásico entreguismo cobardón de Sevilla ante el proyecto de mezquita. Una cosa es la libertad religiosa y otra hacer el canelo. Cuando a la Iglesia católica se le está haciendo un auténtico "cordón sanitario" en la misma España, es una contradicción dar todas las facilidades con tal entreguismo ante quienes ¿qué quieren que les diga de cómo, por ejemplo, tratan a sus mujeres, sin que las feministas profesionales abran la boca? Me parecería muy bien una mezquita en Sevilla Este si los musulmanes autorizaran una catedral católica Raqqa Este, la capital del llamado Estado Islámico. Vete tú a construir una parroquia en Alepo Este, o en Faluya Este, o en Marrakech Este mismo, que ya verás. San Fernando, desde su urna de plata, estará diciendo:

-- ¿Y para esto hice yo una Reconquista de Sevilla?

Como el que avisa no es traidor, entre los radicales podémicos y adyacentes que piden que la Iglesia devuelva la Giralda al Estado y los del Corán del taco, al paso que vamos la Turris Fortissima acabará otra vez de minarete: "Muecines, llamad; enmudeced, campanas", que hubiera dicho el hermano de Manolo Machado.

 

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