ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 9 de julio de 2016               
                             
 

Toda Sevilla, un gimnasio

Ni Galispor, ni Antares, ni Sato. Ni Pineda ni el Mercantil. Ni el Náutico ni ninguno de los setenta mil gimnasios privados que han puesto en los bajos comerciales de los polígonos industriales para que la gente se machaque con la cinta, con la bicicleta estática y con la elíptica, con el Pilates y con el Aerobic, bajo el nombre de Fitness Lo Que Sea o Gym No Sé Qué. El mejor gimnasio es Sevilla misma. El más barato. ¿No anuncian gimnasios "low cost" en esta ciudad que se ha llenado de clínicas dentales, de locales de depilación por láser y de gabinetes de estética? Pues este gimnasio que digo no lo anuncian en parte ninguna, pero está concurridísimo. Y es baratísimo. Este gimnasio son las calles, plazas, parques, jardines y paseos de Sevilla. El mejor gimnasio "low cost" es andar por Sevilla. Y el que pueda correr, que corra. En este gimnasio que es Sevilla entera no tienes que pagar cuota y, encima, no tienes que ir por las Pascuas a una insoportable comida de Navidad con los otros socios.

Decía don Ramón Carande que lo que más le gustaba de Sevilla era lo poco a pecho que se tomaba la gente las cosas ( con el clásico "no se sofoque usted, hombre") y lo llana que era la ciudad. Afirmaba que Sevilla invitaba a andarla Cosa que el venerable Carande hizo hasta sus últimos años. Lo veíamos con su bastón y su boina, más derecho que una vela, anda que te anda por el laberinto de las calles de Sevilla. Don Ramón no era de avenidas, de irse andando por la orillita del río desde Las Delicias hasta poco menos que San Jerónimo, sino de ir a paso bien ligero por el centro. Te lo encontrabas por Sagasta, camino de su casa de la calle Alvarez Quintero. O por Francos, hacia su tertulia en la Librería Internacional de Lorenzo Blanco en la Cuesta del Rosario. La única Cuesta, junto con la del Bacalao, que hay en Sevilla, en la ciudad plana de Carande que elogió Pedro Salinas: "Llana como una mano abierta". O sea, el extenso gimnasio que es todo como una inmensa cinta de andar. Y si quieres ponerle el 5 por cuento de repecho a la cinta, con irte a la Cuesta del Rosario o a la del Bacalao y subirlas a buen paso tres o cuatro veces, estás al cabo de la calle. De la calle Argote de Molina o de la calle Blanca de los Ríos.

Como socio que soy, sin tener que pagar cuota, de este gimnasio inmenso que es la Sevilla andariega a la que hace tiempo me mandaron los médicos por razones neumo y cardiosaludables, les aseguro que cada vez está más concurrido. Cada vez hay más gente que se deja de cuota de gimnasio y se echa a andar. O a correr. Vestidos de mamarracho, de parodia de la Maratón de Nueva York o de serio. Algunos van tan ligeros que parece que llevan detrás al Cobrador del Frac pisándoles los talones. Pero los más, tranquilitos. "Templaditos", que diría Curro Romero, otro gran andarín, antes por los pinares de Aznalcázar en sus entrenamientos, ahora a la vera de la Vega del Río urbanizada como Vega del Rey.

-- ¿Pero con esta calor andan ustedes?

Cuando empieza a apretar la calor es cuando hay que estar de vuelta en casa. Es una delicia andar por Sevilla temprano, amaneciendo, con el fresquito de la mañana. A esa hora se ponen así de andarines y de corredores las orillas del río, el Parque. Todo el inmenso gimnasio. Y en el invierno, con no salir a andar hasta que el sol está alto y da gusto su calorcito del mediodía, bien abrigado con tu sudadera y tu parca y con un pasamontañas para que no te salgan sabañones en las orejas...

De la visita de Obama, lo que más me extraña es que, al revés que anteriores presidentes de Estados Unidos, en su programa no figure una carrera matinal de entrenamiento, como hacía Clinton, estuviera donde estuviese. Quien corre o quien anda, ningún día deja de hacerlo, esté en Sevilla o en Washington. Y es una pena, porque muchos presumirían tela el lunes, diciendo:

-- ¿A que no sabes a quien me he encontrado esta mañana corriendo por el Parque? ¡A Obama! Lo que pasa es que llevaba tantos escoltas con la lengua fuera alrededor que pude ni saludarle, como hacemos todos los que cada día nos encontramos andando o corriendo en este inmenso gimnasio "low cost" y sin cuotas que es Sevilla entera.

 

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