Vamos a arrancar hoy con una frase a modo de pasatiempo o acertijo. ¿De quién creen que es esta frase que voy a poner con los honores del punto y aparte?:
«Los veladores en la Avenida son una auténtica patada al buen gusto y la cantidad de cacharrería que hay en esta zona clave de la ciudad necesita una reordenación total».
¿De quién es la frase, eh?
-- Suya de usted, que se la acaba de inventar, en su campaña contra los veladores y los ciclistas de la Avenida falsamente peatonalizada.
-- Frío, frío como el agua del río o como el agua de Matalascañas, que está todavía más fría que la del río.
-- Pues entonces la frase es de Joaquín Egea, o de Pablo Ferrand, o de entrambos en un comunicado de Adepa sobre el desastre de la Avenida.
-- Frío, frío, como el agua de La Antilla.
-- Pues me doy por vencido, que hace mucha calor para andar en negaciones, que las lágrimas de San Pedro ya pasaron. ¿De quién es la frase?
Pues de alguien que ha perdido una espléndida oportunidad para callarse en materia de Avenida de la Constitución. Esa frase de «los veladores en la Avenida son una auténtica patada al buen gusto» ha sido solemnemente pronunciada por don Antonio Muñoz, sí, el de la cabeza rapada, el segundo de a bordo de Espadas, teniente de alcalde delegado de esa cursilería que le han puesto por nombre al Urbanismo de toda la vida: "Hábitat Urbano".
-- ¿Pero hábitat con jamón?
Hábitat ¡y un jamón!, venir ahora diciendo que los veladores de la Avenida son una patada al buen gusto. Mire usted, señor Muñoz, y se lo digo con todo respeto: los veladores sólo no; lo que es una patada al buen gusto es la propia Avenida enterita. Y de eso no tiene la culpa nadie más que ustedes, los del Partido Socialista Obrero Español. De aquellos polvos de cargarse la Avenida como se la cargó un alcalde de su partido de usted, el tristemente recordado Monteseirín, vienen estos lodos de los veladores y de la cacharrería, la degradación de la Avenida del turismo de chancla y mochila. La puñalá a Sevilla, a la zona monumental, a la Catedral, a la Casa Lonja, al Arquillo de la Plata, a la Torre de Abdelazis, al Arquillo del Ayuntamiento, a la tira de casas regionalistas de la acera del Gato Negro y del Café Génova fue la patada que le pegó Monteseirín a la imagen de Sevilla con la peatonalización de la Avenida. La falsa peatonalización. Una estafa. Porque la cortaron a la circulación en su campaña "progresista" contra los coches, como si en San Telmo, en la Diputación y en el Ayuntamiento no hubiera Audis y BMW oficiales por un tubo, que los pagamos todos, y los políticos sociatas fueran al trabajo en la bicicleta del Tío de la Mariscada... Cortaron la Avenida a los coches, pero la abrieron a los horrores, no a los peatones. Metieron por allí un tranvía inútil e innecesario que nos costó una millonada y que lleva de ningún sitio a ninguna parte (o a los señoritos tiesos hasta el Aero desde sus pisos del Prado o del Edificio Lusitania). Metieron el carril bici para que los ciclistas te pillaran a discreción. Dejaron para el peatón en la pomposamente "peatonalizada" Avenida mucho menos espacio que en aquella acera izquierda por la que paseaba el poeta Rafael Montesinos dialogando con sus recuerdos de su Sevilla.
La Avenida es el gran timo que los Ayuntamientos socialistas le pegaron y le siguen pegando a Sevilla. La que, aun teniendo la mayoría absoluta de sus 20 concejales, 20, el acomplejado Zoido no se atrevió a cambiar ni un milímetro. Al revés. La llenó todavía más de veladores, de ciclistas, de patinadores, de estatuas vivientes, de flamencas mendicantes, de esos turistas con casco que sobre un artefacto de dos ruedas salen desde Sánchez Bedoya. Así que no me venga usted con patadas al buen gusto, señor Muñoz. La mayor patada al buen gusto y al nombre de Sevilla se la pegó su partido de usted, y , encima, Zoido no se atrevió a meterla en veréa ni aun teniendo 20 concejales, 20.
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