Es como el tema de las dos Españas, hecho carne de ciudad. Las dos Sevillas. Que no son la Sevilla oficial y la. Sevilla real, porque en esta punto ya te pierdes. De la Sevilla real y la Sevilla oficial podía hablarse con bastante esquematismo en el Régimen de Franco. La Sevilla real eran los Polígonos. La Sevilla oficial era el Ayuntamiento. La Sevilla real era el autobús 6. La Ssvilla oficial era el medalleo. Pero ya, tras la Transición, se ha llegado a punto en que tales maniqueísmos no valen. El Ayuntamiento mismo ahora, ¿qué es? ¿Sevilla oficial o Sevilla real? Hay, por otra parte, un fenómeno que me parece que no se ha observado, y vamos a meterlo en el microscopio del recuadro, previa tinción en rojo y azul. Se trata de la ruptura de fronteras entre las dos (o las dos mil) Sevillas, que si estuviéramos en clase del profesor Pelsmaecker (pronúncíese a la sevillana Permáquez) podríamos explicar como un caso práctico, y después ponerlo en el examen. Verán.

Antes había campos muy diferenciados entre la Sevilla oficial y la Sevilla real. El toreo, por ejemplo, pertenecía a la Sevilla oficial. Ibas a los toros y en comprando la entrada de tendido (más si era de sombra) te adscribías a la Sevilla oficial. Con las cofradías ocurría lo mismo. Las cofradías pertenecían a la Sevilla oficial. Si eras de la Junta Democrática y te veían junto a un paso, había quienes al instante te retiraban el saludo. Hasta que vino un momento, que Curri Roldán cifra hacia 1972, en que la progresía se reconcilió con la Semana Santa. Tuvo que buscarse el retruécano de la-fiesta-lúdica-del~pueblo-en-la-primavera y la antropología de Astarté. Pero los progres se metieron en las bullas de Semana Santa. La Sevilla real se confundió con la oficial. Ya no podías encontrarte delante de un paso a Bandarán, porque se había muerto, pero sí a Amparo Rubiales, que estaba naciendo a la vida oficial.

Todo el mundo, de pronto, descubrió que tenía en su casa discos de Concha Piquer. Todo el mundo, de pronto, puso una caseta de feria. Todo el mundo, de pronto, se hizo un traje de flamenca. Todo el mundo, de pronto, empezó a aprender a bailar sevillanas. Todo el mundo, de pronto, se puso a hablar de Curro y de Manolo Vázquez. El éxito de Manolo Vázquez ha venido envuelto en esta destrucción de fronteras entre las dos Sevillas. No se le ha dado la importancia que tuvo al derribo de la tapia que existía entre el Cementerio Civil (llamado, miren qué bonito, «de Disidentes») y el Cementerio Católico de San Fernando. No se le ha dado importancia, pienso, porque antes en Sevilla se derribó otro muro, el que separaba a la Sevilla oficial de la Sevilla real.

Pero, aquí los quiero ver, voy a plantear otra pregunta: ¿No se han levantado, acaso, otros muros? ¿No hay otra Sevilla oficial y otra Sevilla real, distintas a las de antes? ¿No será que ahora Los Remedios es la Sevilla real, alejada del poder, y Santa Clara la Sevilla oficial, apegada a él? ¿No será que aflora la Sevilla real es Juanita Reina y la Sevilla oficial de Concha Piquer? ¿No será que ahora la Sevilla real es Chiquetete y la Sevilla oficial Antonio Mairena? ¿No será que ahora la Sevilla real es salir en el Gran Poder y la Sevilla oficial salir en El Silencio? ¿No será que se han cambiado las tornas, que se han levantado otros muros, pero que las dos Sevillas siguen existiendo? Luis Cernuda, ahora, ¿qué es? ¿Oficial o real? De tanto repetir lo del exilio, como ideología dominante, ¿no es acaso Blanco White más de la Sevilla oficial que de la real?

-—Bueno, ya está bien de hacer tantas preguntas... Ahora te voy a preguntar yo a ti: ¿tú de qué Sevilla eres, de la oficial o de la real?

-—Mira, a mi no me preguntes estas cosas. Yo soy del Postigo...

Y es como el otro, que le pusieron un micrófono de radio en plena calle Sierpes, para entrevistarlo sobre la reforma agraria y dijo:

--—Mire usted, yo no sé nada de la reforma agraria. Como yo soy de campo...

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