ANTONIO BURGOS | ANTOLOGÍA DEL RECUADRO


 

ABC de Sevilla,  7 de septiembre de 1983
                             
 
Disidencia sobre Mairena

Con todo el respeto posible a la paz de los muertos, en ese espíritu de tolerancia que tanto se pregona y tan poco se practica, permítase al cronista, que ha sentado plaza de antiflamen-uista, una voz de disidencia en el general concierto de la prima y el bordón llorando tópicos por Don Antonio Mairena.

Y con todo el respeto posible, he de decir que se han sacado, se están sacando las cosas de quicio. Andalucía es algo más que el cante y que el flamenco. Es como si Inglaterra despreciara los dramas de Shakespeare y tuviera por símbolo nacional una gaita. En la Andalucía de Velázquez y de Falla, elevar el cante flamenco, unas formas musicales de unos grupos marginales y oprimidos, a la categoría de «arte nacional», es cuanto menos peligroso.

No niego, ni mucho menos, todo lo que El Niño Mairena hizo por el cante. En primer lugar, pasar de ser El Niño Mairena a ser llamado, en las Universidades, Don Antonio Mairena. Se está escribiendo ahora mucho que Mairena dignificó el cante. Pero hemos de considerar que mayormente Mairena se dignificó a sí mismo. Para mí, que sus cronistas áulicos hasta le inventaron una biografía. Entre líneas, muy entre líneas, hay que saber que se ganó la vida durante muchos años con una droguería, o que sus verdaderos comienzos artísticos fueron formando parte del cuadro de Antonio el Bailarín, cantando "detrás" con un peluquín puesto. Lo cual, quizá, le honra más todavía. Podemos negarle a Mairena muchas cosas, pero no la inteligencia. Supo como Belmonte, rodearse de intelectuales. Los mismos intelectuales que despreciaban la gran verdad del cante de tranvía del Bizco Amate o de lo auténticamente popular de la época (que era el Niño Marchena, que era Caracol, que era Valderrama), se autocomplacían porque en Mairena creían encontrar al pueblo. A lo cual don Antonio añadía aquello que le salía tan bien del pueblo-gitano-andaluz, áteme esas moscas por el rabo, ¿qué tiene que ver el pueblo andaluz con las señas de identidad de una minoría étnica internacional y trashumante?

Mairena ha muerto en olor de honores. Lo ha tenido todo en vida, homenajes, calles, medallas, títulos de hijo adoptivo y predilecto. Repito que no sé si dignificó el cante. Pero, haciendo de Enciclopedia Británica de la siguiriya, de Larousse de la soleá, bien que supo dignificarse a si mismo. Don Antonio Chacón le puso al cante el esmoquin y la corbata de lazo. Don Antonio Mairena a punto estuvo de colocarle la toga, el birrete y la muceta.

Y dicen que sacó el flamenco de los cuartos de los señoritos borrachos. Quizá lo sacó porque los señoritos están ya todos arruinados y el tiempo que gastaban en los cuartos lo emplean ahora con los directores de Banco. Pero si Mairena sacó el cante de los cuartos, lo metió en los Ayuntamientos, en las Delegaciones Municipales de Cultura. Es decir, quizá Mairena no dignificó, como se dice, el cante, sino que lo puso a la altura de los tiempos. Fue más inteligente que todos sus contemporáneos, y supo dónde estaban los nuevos señoritos. Dejó el cuarto del Novedades, pero entró en el cuarto de la Consejería de Cultura de la Junta, que no sé qué será peor. El flamenco sigue mirando la cara del poder, si ahora la pone mala o buena. (Para eso, me quedo con los señoritos que organizaban en Pino Montano las históricas juergas que hasta inventaban para la Literatura Española generaciones poéticas que ahora, a su muerte sin honores, viene Pepe Bergamín y dice que no existen...)

 

CorreoSi quiere usted enviar algún comentario sobre este artículo puede hacerlo a este correo electrónico  Correo  

         
 

                                      Correo Correo            

Clic para ir a la portada

¿QUIÉN HACE ESTO?

Biografía de Antonio Burgos


 

 

Copyright © 1998 Arco del Postigo S.L. Sevilla, España. 
¿Qué puede encontrar en cada sección de El RedCuadro ?PINCHE AQUI PARA IR AL  "MAPA DE WEB"
 

 

 


 

Página principal-Inicio