ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla,  5 de septiembre de 2016
                             
 
Comprar a la antigua 

Igual que lo de las calles patas arriba, a la vuelta del veraneo nos encontramos el triste balance de las tiendas que han cerrado mientras estábamos fuera de Sevilla. Si anduviste fuera de cobertura de distribución de ABC y no lo pudiste seguir tampoco por Internet porque andabas cortito con sifón de wifi, te enteras ahora que ha cerrado la cafetería La Reja. Y la Joyería Muñoz de la esquina de la Cerrajería. Y que el Horno de San Buenaventura de la Punta del Diamante, donde se ha quedado más solo que la una el vendedor de incienso del Cristo de Burgos, quien consigue el milagro de que allí huela siempre a Miércoles Santo. ¿Y lo de La Alicantina? ¿Se enteró usted que cerró también La Alicantina? Y hasta algo tan clásico y tradicional como mi muy recomendado taller de relojería de Ramiro en la barreduela de Monardes, a punto ha estado de cerrar por jubilación del dueño; menos mal que lo ha tomado en traspaso un joven artesano con afición al oficio y lo ha mantenido todo tal como estaba, incluido el recuadro de Burgos enmarcado. Y otro taller artesano así como medieval que había en la collación del Salvador, el de joyería de Arenas, el que le hizo el rosario a la Virgen de la Estrella, en el que antiguamente se llamaba Callejón de los Gallegos y ahora Oropesa, a punto ha estado también de cerrar por lo mismo de la jubilación; menos mal que lo ha tomado en traspaso otro artesano orfebre sevillano que lo conserva igual.

El comercio tradicional de Sevilla es ya un largo lamento por los cielos comerciales que perdimos, entre los que incluyo en sentido estricto la decoración de angelitos cafeteros y de ultramarinos del techo del viejo local de "La Colonial" en la calle Tetuán. Dicen que se ha impuesto un cambio de modelo económico, que el comercio tradicional está en trance de extinción. Como el lince de Doñana, pero sin protección oficial alguna: a pelo con las subidas de rentas, el IBI cada vez más caro, los impuestos, la Seguridad Social, los convenios colectivos. Mantener una tienda tradicional en Sevilla es ya una profesión de riesgo, como la de piloto de prototipos de aviones. La gente joven, además, está por las franquicias, y no les da por entrar en estas viejas tiendas. ¿Usted ha visto, por ejemplo, cómo han cambiado las muy cernudianas tiendecitas de la Plaza del Pan? ¿Y Sierpes? ¿Qué queda de Sierpes en Sierpes? ¿Y Velázquez? Salvo la taquilla de La Teatral, ¿qué queda de Velázquez en Velázquez? Sólo el olor a adobo de Blanco Cerrillo, y que el dios Neptuno de los boquerones y la diosa Ceres de la conchita de altramuces quieran que sea por muchos años.

Yo propongo desde aquí a los sevillanos el mejor plan para conservar y salvar al comercio tradicional: comprar en estas tiendas, en lugar de picar con las franquicias o las grandes superficies. Yo tenía un jipijapa ("entre todos el mejor", como en la canción del camarada de los falangistas) que estaba ya el pobre buscando las tablas, rota y desflecada su paja ecuatoriana. Impresentable. Me lo había comprado en Puerto Rico este mal llamado "panamá" ecuatoriano, hace un chaparrón de años. Demasiado ha durado. Y fui a comprarme uno nuevo. Tengo que confesar que me probé uno en el Cortinglés del Duque. Pero me acordé entonces de Maquedano. Me dije: "Mejores, con más surtido y más baratos los deben de tener en Maquedano". Y a Maquedano fui, y de la tienda monumental de la serpentina esquina de Rioja salí con mi jipijapa nuevo puesto, baratísimo y elegantísimo, hasta reforzado interiormente con silicona. Eso es lo que hay que hacer, sevillanos, para proteger el comercio tradicional. Menos lamentaciones y menos peticiones de apoyo oficial que nunca vendrán: comprar en el comercio tradicional, para mantenerlo vivo y rentable. Hay que comprar los relojes de pedida en Shaw o en El Cronómetro. Las chaquetas de sport para este otoño, en Galán, en O´Kean o en Cañete. El material de escritorio, en la Papelería Ferrer. Los milojas, en la Confitería La Campana. Los bolsos, en Casal. Los tintos, en Casa Morales. El lomo en manteca, en Trifón. El pescao frito, en La Isla. Los zapatitos de niños, a mi hermana Fina en Calzados Catedral. Y así con todo el comercio tradicional, del centro y de los barrios. ¿Por qué cree usted que en Londres se mantienen miles de tiendas tradicionales? Porque los ingleses compran en ellas y las mantienen vivas.

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