No es que yo la haya cogido en el Senado y lo haya adoptado, como cuando Isabel se encontró abandonado en la calle a nuestro gato Remo. Ni que yo escriba sobre el Senado por la meada de un gato o por un quítame allá ese escaño de Rita Barberá, asiento tan mullido y confortable que de momento les ha servido a muchos para tapar el desfile hacia el banquillo, de tres en fondo, de los responsables de los ERE, con una escuadra de gastadores (y tan gastadores) en la que van nada menos que dos ex presidentes de Andalucía, dos, Chaves y Griñán, y después, en orden de batallón ,los ex consejeros y altos cargos de la Junta.

Así que no es que yo sea "senadólogo". Ni Dios lo "premita", como decía Lola Flores. Pero nadie reconoce que a esa Cámara (llamada antiguamente Alta y ahora con un pinchazo que no hay quien lo pueda recauchutar) le dio prestigio don Antonio Fontán, el juanista don Antonio Fontán, el olvidado Marqués de Guadalcanal, el liberal que dio la cara como pocos por la democracia desde la dirección del diario "Madrid" cuando otros que ahora alardean de antifranquistas estaban escondidos bajo de la cama, hasta las mismísimas trancas, y te decían que ellos no podían firmar contra la dictadura porque eran funcionarios del Estado y no se podían significar. La cobardía suele tomar en estos casos como excusa "el pan de mis niños". Media un abismo entre el presente, inútil, y aquel Senado de Fontán como Cámara de segunda lectura y con su cupo de prestigiosos senadores reales. Ahora todos nos preguntamos para qué moño sirve el Senado. ¡Lo mismito la nómina de senadores reales con que arrancó el Senado, que iba de Cela a don Guillermo Lucia de Tena, que el actual cupo de senadores por las autonomías, enchufe y dorada cesantía para muchos políticos de todos los partidos ya con la fecha de caducidad y el código de barras de aquella manera que no te quiero ni contar!

Aplicando las normas de la Igualdad de Género que ha repudiado la RAE y se está cargando y llenando de cursilerías la lengua española, tengo que comentar el Senado y la Sé Nada. Que no sé nada de qué demonios está jugando el Senado en esta España bloqueada por el ego de un guaperas y abocada o bien a unas terceras elecciones (como si fueran las sevillanas de la Feria del Referéndum, "¡vamos con la tercera!") o, peor, a un Frente Popular muñido entre los herederos no de don Julián Besteiro, sino de Largo Caballero, más los comunistas de la nueva observancia de Podemos, más los separatistas de toda calaña, más los anticapitalistas que le están sacando un capital a su paso por los carguetes, más los antisistemas perfectamente estabulados en los comederos del sistama, con pienso ora de bellota, ora de cebo o recebo.

¿Pienso? Pues pienso y me atrevo a decir lo que quizá sea una carajotada de las mías, una chuminá de La Carlota o de La Luisiana, pero si las Cortes Generales están compuestas por el Congreso de los Diputados y el Senado, ¿por qué se vota la investidura exclusivamente en el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo y no también en el salón isabelino de la Plaza de la Marina Española, y no gana barlovento en el bloqueo y paralización de la gobernación de la nación, "gobernanza" que decían hasta hace poco con una voz que ya es arcaísmo del Tertulianés? Y otra obviedad más, del Senado al Congreso y tiro porque me toca. ¿Por qué la votación de investidura ha de ser nominal, a la voz (a la voz de "lo que mande mi partido, del cual vivo"), y no secreta, en papeleta? Otro gallo cantaría si los diputados pudieran votar la investidura en una papeleta, no dando la cara ante el baranda del partido que los tiene puestos allí y al que le deben el sueldo y las mamelas conexas. En resumen: que si el Senado votara y el Congreso lo hiciera en papeleta secreta, antier iba a estar España bloqueada desde que nos comimos los mantecados de Estepa...

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