ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla,  17 de octubre de 2016
                             
 
Un muelle con gafe

 En Sevilla hay duendes, maravillosos duendes, que cautivan a quienes nos visitan. Los que cautivaron al uruguayo Carlos Rey, que le dedicó a la ciudad su olvidada novela "El embrujo de Sevilla", que ya sólo suena a viejo perfume de Myrurgia. Los que cautivaron a don Armando Palacio Valdés, atrapado por un duende que le hizo escribir "La hermana San Suplicio", otro olvidado clásico sevillano. ¿Habrá duendes en el cante, entre los flamencos de Sevilla de todos los tiempos? ¿Habrá duende en esas marchas de Semana Santa que por muchas veces que las escuches cuando llegan al trío siempre te pegan el pellizco del repeluco? ¿Habrá duende en los signos de adivinación de la primavera o en esta luz definitiva del otoño? La que mejor le sienta a esta otoñal Vieja Dama que es Sevilla. Tanto duende hay en Sevilla que, como un general victorioso o un alcalde recordado, hasta tiene su calle. Bueno, un callejón, que siempre es algo con más duende que una calle. No le van a dedicar al Duende una avenida en Sevilla Este, joé... El Duende tiene su callejón en la calle Jimios, casi en la esquina con Harinas. "Callejón del Duende"... ¿A que parece el título de una novela, de un espectáculo flamenco de la Bienal, de una obra de teatro, de una novela? Pues es una realidad quizá poco conocida del muy lírico callejero de Sevilla, que anda que tiene cada nombre que también es feo: Aire, Agua, Sol...

Y si en Sevilla hay duendes, benéficos duendes, duendes cargados de arte, por sus duales tiene que haber gafes, malos mengues. No sólo tíos gafes, de los que no quiero dar nombres porque usted tiene la lista completa en la cabeza de los pasados y presentes, sino sitios gafes. Con mucho malage. Sin ninguna gracia. El gafe es al malaje como la gracia al duende. Hay locales comerciales gafes, que pongan lo que pongan, a los pocos meses de abiertos, aunque regalen gloria bendita, pegan el barquinazo. Ese local de Sierpes donde estuvo una empresa de éxito internacional cual Virgen Records, es uno de ellos: los que triunfaban en el mundo, llegaron a un local gafe de Sevilla y, ¡zas!: palmatoria total. Y como locales, hay calles enteras con gafe. Aceras con gafe. ¿Por qué no son iguales comercialmente las dos aceras de República Argentina? Porque una tiene duende y la otra, gafe.

Leo que ha cerrado y tirado la toalla la noria de Las Delicias, cuyos cangilones a la londinesa estaban más parados que el famoso avión de mármol de Paco Gandía (por cuya calle memorial me alegro de una forma verídica). En Sevilla no se puede hacer fijo lo efímero. Por eso se monta y se desmonta la estructura de la portada de Feria cada año, aunque cueste un dineral. La noria es sólo de la Feria, como los buñuelos de las gitanas o la carretela de mi amiga Rocío de la Cámara. Si se trata de hacer fija de plantilla a la noria, pega el noriazo, como lo han pegado ya dos de ellas. Pero es que, además, estaba en un muelle con gafe. Esa parte del Muelle de las Delicias tiene gafe. Lo demostró el Puente de Alfonso XIII, vulgo "de Hierro". Lo desmontaron para hacer el nuevo Puente de las Delicias y, como venía con el gafe puesto, nunca llegaron a volverlo a poner en los siete mil sitios que prometieron, y los rumanos chaterreros tienen un filón con su abandonada estructura. Pero es que al Acuario le ha pasado igual. El gafe del Muelle de las Delicias acaba incluso con Moby Dick rediviva que hubieran puesto allí. ¿Y el aparcamiento subterráneo? Hay veces en que el desierto del Sahara está una mijita más concurrudo que ese aparcamiento subterráneo que hicieron bajo el Muelle del Gafe, donde no estaciona nadie. Donde hay un restaurante que no conozco a nadie que haya ido a comer allí. Y en la Sevilla de los veladores, hay otro bar-restaurante que tiene una terraza nunca mejor dicho "deliciosa" donde nadie se sienta. Aguas arriba del Puente de San Telmo, ya es otra cosa. Ya hay bares de copas, gente corriendo, niños correteando, novios paseando. Duende. Pero del Puente de las Delicias al de San Telmo, lo que les digo y he constatado: es un muelle con gafe que no lo salvan ni los duendes de Sevilla.

 

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