ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 3 de noviembre de 2016
                             
 

Pedir la llave

 Ahora, cuando ya ha terminado la temporada, es cuando tiene mérito escribir de toros: en abril lo hace cualquiera. Y lo haré de lo más hermoso y bello de la Tauromaquia: de la plaza del Arenal. Si han pasado por el Paseo Colón, habrán observado que en la plaza de los toros andan de albañiles. Como todos los otoños e inviernos. Para ponerla de dulce para ese Domingo de Ramos por lo torero que es Resurrección, cuando en el primer paseíllo de la temporada parece que estamos estrenando la plaza, de reluciente, repintada, cuidada y bien mantenida que la tienen sus dueños. Ahora, desde el Paseo Colón se ven lonas de obra sobre los primeros tendidos pares, detrás de esa azoteílla única desde la que hay una visión del atardecer, de Triana y del río que un alicantino hermano del Silencio como Andrés Amorós ha tenido que venir a descubrirnos a los sevillanos en sus crónicas de ABC.

Según anunció la Real Maestranza, en esa Sombra Alta de los palcos de convite, del 2, del 4 y del 6 se están haciendo las obras que luego ni se notarán cuando estrenemos la plaza por Resurrección. Pero ya que están de obras, los maestrantes deberían aprovechar la collada para restaurar y rescatar un rito del patrimonio inmaterial de la plaza, cual la ceremonia de pedir la llave, cuando el alguacil más veterano recibe la de los chiqueros de manos del presidente del festejo. Si importante es el patrimonio material de la plaza, no menos el inmaterial. Empezando por esa Banda de Tejera que tocando "Cielo Andaluz" nos hace alcanzar la gloria de la estética torera; siguiendo por el mantenimiento ritual y testimonial de los dos tiros de mulas, el de arrastrar los toros y el de los caballos muertos; para terminar con detallazos como que no haya atisbo alguno de cartel publicitario; que suenen tan nuestros e inconfundibles los limpios toques de clarín en los cambios de tercio; o hasta el torilero, el más elegante de las plazas de España, por la primavera de riguroso traje y corbata y en las nocturnas de verano con su impoluta y torerísima guayabera blanca de manga larga, cual la de Gonzalito.

En Sevilla, hace unos años, la Real Maestranza rescató el viejo rito de pedir la llave. Roto el paseo, al alguacil más antiguo le abrían las tablas de barrera de la Puerta del Príncipe, como a un torero en triunfo, para que, a caballo y descubierto, se acercara hasta debajo mismo del palco del presidente, quien le tiraba a plomo la simbólica llave de los toriles, que recogía en su emplumado sombrero, que volvía a calarse al salir junto a su compañero camino de la puerta de chiqueros para entregársela en mano al torilero, quien la recibía destocándose la gorra de uniforme.

Así fue durante las últimas temporadas, hasta que en las novilladas de mayo me fijé que el alguacil no entraba ya a caballo hasta la misma rejería de Regina de la Puerta del Príncipe, sino que se acercaba a las tablas y un empleado le entregaba la llave en plan chichiperri. O sea, como por cualquier otra plaza de España. Una ordinariez con mucho malaje. Indagué y enteréme del por qué de la desaparición del sevillanísimo rito. Durante la Feria, uno que llegaba tarde (y yo creo que medio puestecito), al entrar a su localidad por la Puerta del Príncipe tropezó con el caballo del alguacil. El muy mijitas protestó a la Junta. Y el delegado gubernativo decidió prohibir que el caballo del alguacil traspasara las tablas. Y se acabó el sevillanísimo ritual. Y nadie protestó. Y ya se pide en Sevilla la llave como en Bilbao, sin gracia alguna. Y digo yo: si los maestrantes tan loablemente mantienen y restauran cada año lo material de la plaza del Arenal, ¿por qué no rehabilitan el rito del patrimonio inmaterial pedir la llave según Sevilla? Si los catalanes no cumplen la Constitución y No Passsa Nada, ¿por qué hemos de cumplir una orden absurda de la Junta contra los ritos de Sevilla? Basta con que corten el paso de los que llegan tarde mientras entra el caballo del alguacil a pedir la llave, como se hace en la Puerta del Arrastre cuando entran las mulas. Porque si al toreo le quitamos sus ritos, estamos a cinco minutos de la NBA, señor teniente de hermano mayor.

 

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