ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla,  17 de noviembre de 2016
                             
 

Honrar a su maestro

 No sé si de pueblo o de aquí de Sevilla, pero el caso es que aquel hombre entró muy resuelto al despacho del doctor don Francisco Trujillo en su consulta del Instituto de Especialidades Neurológicas "Doctor Albert" (IENSA), se sacó del bolsillo un recorte del "¡Hola!", lo puso encima de la mesa del más que eminente neurocirujano y díjole:

-- Mire usted, doctor: mi mujer está que no se puede tener derecha, casi no puede andar, doblá como una alcayata, y yo quiero que me la ponga usted así: ¡igual que la Duquesa de Alba!

Y señaló el recorte de la revista. En cuyas fotos Cayetana, más derecha que una vela, nada de dobladura de alcayata, había mandado a tomar viento la silla de ruedas tras la operación del Doctor Trujillo en el Sagrado Corazón.

Pues bien: en esta primera autoridad mundial en neurocirugía que es Trujillo, a la que, claro, como es de aquí, no valoramos según el cruel Sistema Catunambù del sevillano ("si yo tomo café con él todos los días..."), hay un aspecto que destacar quiero. Al que le doy mucha mayor importancia que a su ciencia para poner más derechas que una vela a las personas dobladas como alcayatas o llevarse diez o doce horas en el quirófano para una complicada operación de cabeza, en ese Houston interior que tenemos en la Hispalense Medicina, que haberlo haylo, y en todas las especialidades además. Lo que quiero valorar en el Doctor Trujillo es algo insólito en nuestros días. Propio de una especie en trance de extinción. Si en la general pérdida de valores que padecemos ya apenas se cumple la ley divina del "honrarás padre y madre", el "recordarás y valorarás a tu maestro", ni te cuento. Muy raras veces alguien que ha destacado en algo reconoce en público que todo se lo debe al maestro que le enseñó esa ciencia, ese arte, esa técnica, ese oficio. Y es lo que a cada momento hace el neurocirujano Trujillo con su maestro, con el inolvidable, ejemplar y muy liberal doctor don Pedro Albert Lasierra. Tiene el doctor Albert dedicada una calle junto al río, en la prolongación de Torneo. Pero la mejor calle la tiene Albert en la constante memoria de agradecimiento que le tributa su discípulo Trujillo. Honrar a su maestro honra a Trujillo. Quien al Instituto de Neurología que creó en Bami, junto a la "casa profesa" del Sagrado Corazón, y con letras así de grandes, le ha puesto "Instituto Doctor Albert". Vamos, que casi ha vuelto a rotular en su honor la calle Rafael Salgado.

Todo esto quedó de relieve la otra noche, cuando en la Casa Salinas (óle por no ponerle el mote de "palacio", admirada Asunción Milá), el IENSA, con el patrocinio de la Fundación Sabadell, entregaba la "Beca Doctor Albert 2016" a un joven investigador catalán que entre sus saberes no tiene el de ir presentable a los sitios. Se presentò en Uniforme de Podemos, camiseta, vaqueros y zapatillas de deporte, a recibir el premio y a presentar la investigación en Neuroimagen que completará con la beca. Con mucha gracia jerezana, el doctor Enrique Rubio, otro discípulo de Albert, había trazado una semblanza humanísima de Don Pedro, que no quería que le llamaran maestro, hasta que confesó: "Un maestro sólo puede considerarse como tal cuando sus discípulos sean mejores que él. Ya pueden ustedes llamarme así, porque son mejores que yo". Un Don Pedro Albert liberalísimo, presidente del Colegio Médico, que en plena dictadura dio valientemente la cara por las libertades. Y que como siguió pensando siempre en libertad, de "rojo peligroso" pasó directamente a "facha" cuando llegó la democracia...y siguió sin callarse ante las injusticias. Un Albert que creó escuela, que creó el Centro de Traumatología, que hizo tantas cosas, que un adversario le dijo: "Don Pedro, ¿usted nunca duerme?". Le contestó: "Yo sí duermo. Lo que pasa es que cuando estoy despierto, estoy mucho más despierto que usted". Este aragonés Don Pedro Albert que me honró con su amistad y su aprecio sigue vivo en la memoria médica de Sevilla gracias a su discípulo amado, al Doctor Trujillo. Es la mejor alcayata torcía que Trujillo ha puesto derecha como una vela, lo que le honra: mantener viva la memoria de su maestro el Doctor Don Pedro Albert.

SEMBLANZA DEL DOCTOR DON PEDRO ALBERT EN EL RECUADRO: "MI PEDRO ALBERT"

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