ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC,  20 de noviembre de 2016
                             
 

Urge portero de discoteca

 Extendido sobre la entrada al Palacio de las Cortes el viejo baldaquino rojo de la Real Fábrica con el gran escudo nacional, dando a la mañana sabor de Reino e imagen de Estado, por la Carrera de San Jerónimo sonaban los cascos de la Real Caballería del Regimiento de la Guardia, con sus clarines y timbales, y venía el viejo auto del Patrimonio Nacional, en su matricula el fondo carmesí de las armas del pendón de Su Majestad y la dorada Corona. Llegaban los Reyes, la Princesa de Asturias y la Infanta a inaugurar solemnemente la XII Legislatura de las Cortes del Reino, y esperaba en formación la unidad militar de honores, con el tararí para tocar la Marcha Real. Revista de las tropas a solemne paso de Regulares, pero sin chirimías. Y luego, la Real Familia saludando a los ministros del Gobierno y a los presidentes y miembros de las mesas del Congreso y del Senado. Y entre los que saludaban a SS. MM. y a SS.AA.RR., había uno que no debía ser ni de la Mesa del Congreso ni de la Mesa del Senado, sino de la Mesa Camilla de la difunta Encarna Sánchez, qué maravilla, mesa camilla. Con la rasca que tendría que hacer en Madrid a pesar del solecito otoñal, el saludante de Sus Majestades al que me refiero iba el tío en mangas de camisa. ¿No tenías en tu casa ni una rebequita para ponerte, hijo? No, en mangas de camisa. Como si en lugar de a la inauguración de la XII Legislatura fuera a ver una cisterna rota en un baño. Porque supongo era el Fontanero de las Cortes, en guardia de mantenimiento para tan solemne ocasión. ¿O era uno que acababa de instalar el monumental baldaquino del tapiz regio y, curiosón, se había quedado allí remoloneando para el jubileo de la pestaña y colado en la fila de los que daban la mano a los Reyes, por cierto, sin la menor inclinación de cabeza, taconazo o signo de respeto alguno.

Esto, fuera del edificio que escoltan los dos leones de bronce, más sevillanos que el Romance de la Reina Mercedes, fundidos con los cañones tomados al enemigo, que era la morería, lo siento. Dentro de las Cortes era mucho peor que lo del tío en mangas de camisa de ensortijado pelo en la saludante fila de la llegada. Dentro, un tercio de plaza al menos estaba ataviado de semejante guisa. De trapillo. Sin chaqueta ni mucho menos corbata. En camiseta o en mangas de camisa. Incluso había un hombre-anuncio asaltasupermercados, con una camiseta en la que decía la paparruchada de turno que exhibir estos papafritas suelen para llamar la atención. Y en el gallinero, una señoría con muy poco señorío se llevó el tío todo el discurso de Su Majestad con una bandera así como de Rumanía en Modo Tendedero ON. Acabaría con agujetas. Agujetas republicanas, por supuesto. Ah, y de aplaudir, ni mijita. Prohibido aplaudir al Rey. Y que se note el No Aplauso...

Y yo me pregunto: ¿cuantos jefes de Protocolo hay en España? ¿Siete mil, diez mil? ¿Cuántos entre la Casa de S.M. el Rey y las Cortes Generales? ¿Y ninguno es capaz de impedir que esta gente vaya vestida de mamarracho y oro, ora en las visitas a La Zarzuela, ora en las sesiones del Congreso y del Senado y más en las solemnes y conjuntas, y exigir traje y corbata? En las discotecas hay un portero que a quienes van así con el Uniforme de Podemos les vedan el paso: "Perdón, señor, así en camiseta, vaqueros y zapatillas de deporte no puede usted entrar aquí". Nada digo de los restaurantes donde exigen chaqueta y corbata. ¿Por qué entonces se admiten estas premeditadas y provocadoras muestras de "torpe aliño indumentario" en las más altas instancias representativas de la soberanía nacional y del Reino? Con la Castuza dentro del hemiciclo, hemos pasado de la cortesía parlamentaria a la grosería parlamentaria. Ya que la presidenta no quiere aplicar el Reglamento en cuanto a mínima dignidad de atuendo, pido que al menos pongan en el Congreso un portero de discoteca. Ya verán ustedes cómo mientras no se ponga chaqueta y corbata no entra ni uno de la Castuza.

 

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