ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla,  26 de noviembre de 2016
                             
 

Contragorigori de La Alicantina

 No digo yo que esto sea como para que repiquen las campanas de la Giralda: "Tampoco es pá ponerse ajín". Pero la solitaria campana de la espadaña del Convento de la Encarnación, vulgo Santa Marta, la compañera del ciprés del jardincillo de la plaza de la Virgen de los Reyes bien que podría voltear, como lo hará hoy para recibir a la Pura y Limpia del Postigo, trasladada allí como todos los años para su novena, porque no cabe ni una docena de fieles, y bien apretujados, en su capilla de junto al Arco, los cien gramos de Catedral mejor despachados en la memoria de los paredaños y desaparecidos ultramarinos y coloniales, La Concepción o Las Columnas. Pero es para echar alguna campana al vuelo que con el presente texto esté inaugurando un género periodístico hispalense: el contragorigori. Suelo escribir gorigoris para despedir a los grandes sevillanos que se van o a las humildes figuras callejeras que se lleva La Canina camino de las mieles. También suelo dedicarlos a los comercios tradicionales que desaparecen: tanta alma tienen, que hasta parecen personas del paisaje humano de Sevilla, y contra los que las franquicias están cometiendo en los últimos meses alevosos asesinatos masivos, con la complicidad y colaboración necesaria de la Ley de Arrendamientos Urbanos.

Pero hoy, óle, igual que otros días pedimos pañuelos prestados para llorar por establecimientos de toda la vida que acaban de encontrar toda la muerte, tomamos recado de escribir para todo lo contrario. Anunciamos el gaudium magnum de la vuelta a la vida de un establecimiento clásico entre los clásicos que cerró y desapareció: La Alicantina de la plaza del Salvador, señores, vuelve a abrir. Este contragorigori va por esa ensaladilla, por esas gambas a la plancha, por esos champis plancha, por esos chipis, esas bocas de la Isla, esas cigalas de tronco enganchadas a la calesera. Va por La Alicantina de toda la vida. De la que cuando cerró el pasado mes de julio decíamos: "La Alicantina la abrió en 1922 como horchatería un valenciano, don Ricardo Talens Andreu, quien luego habría de cederle el cetro de la horchata a Fillol, en Sierpes y en la Avenida, convirtiendo el local en cervecería. En 1963 tomó el traspaso Manolo Postigo, el único sevillano nacido en la enfermería de la plaza de los toros. Su madre estaba fuera de cuentas viendo una corrida, rompió aguas, la llevaron a la enfermería y allí nació el Rey de las Gambas a la Plancha que fue Postigo. Un señor. Sevillanísimo. A su muerte, continuó el negocio su viuda, Teresa Pérez, una gran señora que, harta de coles, lo cedió a los que ahora han pegado el cerrojazo".

No ha querido la viuda de Manolo Postigo que La Alicantina la abriera cualquiera en forma de hamburguesería o de las degradaciones de franquicias al uso: las que se están cargando el patrimonio comercial tradicional de Sevilla sin que Cultura diga nada, como no lo dijo cuando destrozaron el Bar Laredo de Juan Miguel Sánchez. Para la viuda de Postigo lo urgente era esperar: que llegase alguien que asegurara la continuidad del negocio; la permanencia del gran activo del establecimiento que es el propio nombre y estilo de La Alicantina; que le devolviera a la ensaladilla y a las gambas a la plancha toda la grandeza perdida; que no tocara ni un azulejo de los retablos cerámicos publicitarios del Maestro Sierra o de La Cruz del Campo. Ese alguien ha llegado. Es un profesional del gremio de la marisquería. Es el nieto del fundador de Mariscos Emilio en una esquinita del mostrador de Los Corales en la calle Sierpes: Emilio Guerrero. El que se ha quedado con La Isla de la calle Arfe y ha salvado ese escaparate frigorífico de meros y bogavantes que da gloria verlos. Emilio Guerrero volverá a abrir La Alicantina como tal Alicantina, sin mezcla de mal alguno. A la par que felicito a la viuda de Postigo y al señor Guerrero, les digo: "¡Que no se mueva un varal de los bigotes de las gambas a la plancha!". O poniendo la cejilla en Juan Ramón Jiménez: "No la toques ya más, que así es, así fue y así debe seguir siendo La Alicantina".

SOBRE EL MISMO TEMA, EN EL RECUADRO: "AQUELLA ALICANTINA" DE MANOLO POSTIGO

 

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