ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 10 de diciembre de 2016
                             
 

Una exposición para Martín Cartaya

En la certeza de los gozos de diciembre, pasados los Laudes a la Pura y Limpia en el Arco del Postigo, cada año me trae dos inequívocas señales del Adviento desde el otro Arco de gracia: el de la Macarena. La una es el almanaque tamaño naipe que puntualmente me envía el muy macareno Juan José Morillas, con una imagen cada año a cuál más bella de la Esperanza, que en cuantito lo recibo me lo pongo en el recado de escribir, para llevarLa siempre, mientras Ella quiera, muy cerca del corazón. Trae siempre el almanaque de Morillas, que sabe Latín y lo enseña, una frase en la ciceroniana lengua sobre la Esperanza. Si las reuniéramos al cabo de los años, nos saldría un Cantar de los Cantares a la Madre de Dios. La de este año es: "Animum fraternum laetumque Spes gignit". Que traducido resulta: "La Esperanza genera un espíritu fraterno y alegre".

La otra señal del Adviento es cuando el cartero trae un abultado sobre con "Esperanza Nuestra", el bien cuidado y mejor editado anuario de la Hermandad de La Que Está en San Gil. De todo su contenido, quiero destacar hogaño un más que justo homenaje al bueno y grande de Jesús Martín Cartaya. Elena Hormigo recoge una galería de sus imágenes macarenas impagables por su rareza y oportunidad, procedentes todas de ese valiosísimo pozo sin fondo que es el archivo que organizando anda mi querido Álvaro Pastor Torres, su gran colaborador. Desde Marta Serrano esperando a su Virgen en el balcón de la calle Parra, a un joven Pepe Peregil cantando una saeta al Señor de la Sentencia a pie de calle, entre capirotes de morado terciopelo; o Pepe el Pelao y José Luis Pablo-Romero con Juanita Reina y Caracolillo antes de la salida de la cofradía. Estas páginas de "Esperanza Nuestra" son como una tapita del tesoro que encierra el Archivo Martín Cartaya. En su modestia, el hijo del espartero no le da ni le ha dado nunca la menor importancia a su obra. Digo el hijo del espartero porque igual que el torero Manuel García lo era del que vendía esterones, capachos, sogas y cestas en La Alfalfa, Jesús Martín Cartaya es hijo del espartero de la Puerta de Triana, junto a los Almacenes del Rey, de donde salían los autobuses de Damas. Y lo mismo que el hijo de aquel Espartero se quería meter a fraile y la cuadrilla le decía que torero como su padre, el hijo del espartero de la Puerta de Triana se quiso meter a fotógrafo y lo consiguió, con una Kodak de fuelle que le regaló su padre y con la que empezó a retratar una Sevilla única en la que nadie se fijaba: la de los detalles, los personajes callejeros, los momentos únicos. Discípulo de Luis Arenas, se codeó con El Nene Serrano, Arjona, Gelán, Vilches, Cubiles. No vivió de los periódicos ni de la fotografía, que regala generosamente en sus míticos sobres. Trabajó en Almacenes Santos, en Flomar y finalmente en Cortefiel, donde tuvo la iniciativa de vender trajes oscuros con importantes descuentos a los hermanos de las cofradías, con aquella memorable carta comercial de oferta que en vez de "muy señor mío de mi mayor consideración y aprecio", empezaba diciendo: "Querido hermano en Cristo". Óle.

Con toda justicia, Alvaro Pastor Torres y Pepe Morán intentan organizar una exposición antológica de Martín Cartaya, quien anda nada más que regular de salud. El Martín Cartaya que quieren reivindicar no es el de las fotos de las tomas de posesión de nuevas juntas de gobierno ni de los besamanos, sino el que supo plasmar una mesa de afiliación del PCE en el Altozano al poco de su legalización; o el de Grosso, Barrios y Ferrand firmando ejemplares de sus novelas en las Ferias del Libro de los 70; o el de los picadores de reserva haciendo el paseíllo en percherones sin vestir; o el de la plaza del Salvador llena de coches; o los limpiabotas en la Encarnación; o los carteles electorales de González y Suárez rivalizando junto a la estatua de Sor Ángela. Una desaparecida Sevilla viva y real, que sólo Martín Cartaya supo ver desde su cámara. Por la cara y en forma de atraco, desde aquí emplazo a don Antonio Pulido para que su Fundación Cajasol no deje a Martín Cartaya sin esta justa y gran exposición y sin el excepcional catálogo que saldrá de ella. Fin de la cita del mangazo de patrocinio.

 

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