ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 8 de febrero de 2017
                               
 

Esta herencia es una ruina

Don Antonio Chacón le puso esmoquin al flamenco, lo dignificó y abrió su templo en el Villa Rosa de Madrid, con su guitarrista don Ramón Montoya. Fueron los dos primeros artistas flamencos a cuyos nombres se les antepuso el "don", como en la época lo llevaban en los carteles de toros los rejoneadores, "caballeros en plaza" que en solitario solían abrir los festejos. En la cartelería, bajo un dibujo de Ruano Llopis, Cañero era "don Antonio Cañero" mientras que Belmonte, siendo Belmonte, aparecía como Juan Belmonte a secas.

Don Antonio Chacón popularizó el cante por caracoles que aprendió España entera: "Cómo reluce,/la gran calle de Alcalá/cómo reluce/cuando suben y bajan/los andaluces". Cante que hay que poner urgentemente al día, a la vista del Impuesto de Sucesiones. La gran calle de Alcalá sigue reluciendo. Pero no cuando suben y bajan los andaluces, sino cuando suben para no bajar más fiscalmente, pensando en sus hijos. Cada vez son más los andaluces que se empadronan en Madrid para no arruinar a sus hijos con la herencia que les dejen. Saben que en Madrid sus hijos habrán de pagar el 0,20%, mientras que en Andalucía los arruinará el impuesto de sucesiones, al tener que apoquinar el 19,74%. Así que si don Antonio Chacón viviera y Villa Rosa fuese todavía un templo del flamenco, donde por ejemplo Juanito Valderrama hizo su bachillerato del cante, los caracoles tendrían que decir: ""Cómo reluce/la gran calle de Alcalá/cómo reluce,/que en Madrid se empadronan/los andaluces". Hay riquito que se compra un piso en Madrid y se da de alta en el agua, la luz, el gas y el teléfono a fin de poder empadronarse y librarse del confiscatorio impuesto de sucesiones de Andalucía, que parece redactado por Fidel Castro en persona. No son herencias las que se reciben en Andalucía: son ruinas. De ahí que haya tantos herederos que las reciban "a beneficio de inventario" y luego las rechacen. Mejor no heredar que recibir una ruina que acabará esquilmándolos, si el difunto, además, tenía deudas y por los cuatro ladrillos que les ha dejado tienen que pagar casi el 20 por ciento de un valor catastral generalmente más inflado que los globos de un cumpleaños en el McDonald. Nunca tantos renunciaron a tantas herencias. Porque sus padres no tuvieron la precaución del que decíamos que se compró el piso en Madrid para empadronarse allí y librar a sus herederos de la ruina inminente. Por muy caro que le haya costado ese piso, mucho más iban a tener que pagar sus hijos a la Hacienda autonómica de Susana Díaz, para que, además, se lo gaste en despilfarros, observatorios, centros de interpretación, Canal Sur, subvenciones a los paniaguados adictos del Régimen y otras formas de tirar el dinero público, que, total, como decía la otra que no es de nadie... En resumen: el piso que se compra en Madrid el andaluz que se empadrona para que luzca y reluzca por la gran calle de Alcalá la totalidad de su herencia le sale gratis, porque no se queda con él la Hacienda de Susana.

Dice la Constitución que todos los españoles somos iguales ante la ley. ¡Já, já, poléa! Lo dudo. Los catalanes separatistas, de momento, parece que no lo son, porque llega tú media hora tarde a un juicio, verás lo que te casca el juez; y sin embargo hay quienes se retrasan porque van en desafiante desfile, con bandera, banda y música, y No Passsa Nada. Y los andaluces tampoco somos iguales ante la ley fiscal sucesoria con respecto a Extremadura, donde se paga el 1,97%, o a Valencia (3,66%) o a Cataluña (0,53%); y si quieren sigo poniendo agravios comparativos. ¿Es esto constitucional, que según donde la palmes dejes a tus hijos ricos potricos, forretas, o con una mano detrás y otra delante, después que por pagar derechos reales hayan quedado realmente tiesos y entrampados? ¿A que nos vamos a tener que empadronar todos los andaluces en Madrid o en Extremadura como nadie remedie este sangrante agravio, para mí tan anticonstitucional como el separatismo catalán?

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