ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 13 de marzo de 2017
                               
 

40 romances, 40

Nos dirán "son bombos mutuos". Lo son: de forma distinta. Como ese bombo grande de la Banda de la Oliva cuando Salteras resuena y La Estrella se sublima. O el bombo que en la Centuria marca el paso a la gandinga. Romance de bombo mutuo el que ahora aquí principia, con grande agradecimiento de persona bien nacida, al compay Francisco Robles, que el Miércoles de Ceniza en el ABC que tiene el lector ante la vista inauguró su sección llamada "Tiempo de Vísperas" donde toda la Cuaresma, como el que anda o respira, sin dar mayor importancia, nos ofrece cada día de estas fechas de espinacas, de estos días de torrijas, de estos Viernes que Ricardo nos dice que "Hoy es Vigilia" y de bacalao nos fríe esas croquetas auríferas; y allá por El Rinconcillo batallones de pavías, formados de tres en fondo, sobre mostrador de tiza que apunta la dolorosa, cuaresmalmente desfilan, que los manda un coronel de tres estrellas vinícolas... Pues en esta temporada a brochazos ya descrita, nos ofrece Paco Robles sus pequeñas maravillas, obras de arte cotidiano, sus medias verónicas líricas, taraceas repujadas en sus versos de ocho sílabas. Mete en 40 romances 40 noches y días.

En estos bombos que digo me tocó la lotería. Y sé que fue el premio gordo, no una pedrea levísima o la final que devuelve los euritos que metías. En su romance de ayer Paco me tocó las fibras, las entretelas del alma, que ni fías ni porfías, sajumerio puro y duro que por poquito me asfixia, incienso como el del tío de junto a la Capillita, porque se le fue la mano con las cosas que decía y sobre todo el farol, el farol de cruz de guía que nos da la luz de marzo que barrunta que la dicha está al llegar cuando salga otra luna igual de limpia que la que llena estos cielos, plena de gracia Sevilla. Yo por eso le agradezco, pero en toda su valía, a lo que sin citar mi nombre, ni apellido ni el de pila, puso Paco en su romance sobre estas pobres cuartillas en que cada día juego, ay, niño, a las cuatro esquinas que, cuenten, tiene el recuadro que cada día me inspira Aquel Que Está en San Lorenzo, Cisquero que suministra un trocito de picón para escribir tres pamplinas o para bajar la mano en estas cosas tan íntimas de tradiciones y ritos de los de toda la vida, que se van, que el tiempo pasa, como recuerda la Epístola que Fabio no acabó de leer: a la criatuita de los ojos de la cara las Lágrimas le caían, como se llama la Virgen que está en Santa Catalina. Y se perdió lo mejor: el remate en que termina. Muere el tiempo en nuestros brazos cuando llegan estos días, mi querido Paco Robles, como tú nos certificas en romances cuaresmales para lectura exquisita. Y que se mueran los feos que no te cojan la rima, el izquierdo por delante de tan gran sevillanía.

Y todo esto pasó por mi culpa, ay, mi culpita. Que en leyendo el ABC estaba yo el otro día, y al llegar a donde pone "Más en PasionEnSevilla", eché en falta tu romance, ay, Paco del alma mía, y leí en cambio tu preciosa crónica de Judería, que el Cristo de Santa Cruz en Vía Crucis salía por su barrio y la Alcazaba, según ordena la Mitra, dentro de su collación, sin salirse ni mijita de los límites que tiene aquella feligresía, que tarjeta roja sacan a toda la cofradía que salga fuera del área, pues Asenjo Peregrina nombre de árbitro tiene, ¡bien que enseña cartulinas!

Y como le leo a Paco esa sección tan magnifica, fui y le puse un mensajito, diciendo por qué no había romance de la Cuaresma: ¿qué es lo que pasa, pichita? Para qué le pregunté. "¿Romance tú no querías?", díjome Paco en mensaje, celestial telegrafía. "Pues ahora te vas a enterar de tu mundo, carnes mías". Y me pegó el romanzazo que supongo ayer leerían. Si no lo vieron, mejor, porque a mí me da hasta grima, me produce desazón tan gran sajumeriería. Ojalá me pareciera al que en el final salía. Ojalá fuera aquel niño, aquel niño todavía, que está viendo nazarenos desde aquel balcón que había en los altos de chicarros y pelotas de Gorila frente de la Catedral, en una zapatería.

 

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