No hay fiesta andaluza sin millón. Con razón el retablo mayor de la Catedral está rematado por el Cristo del Millón. Lo deberíamos nombrar Patrón de nuestras fiestas. Ya conocen el famoso millón del Rocío: "Que llueva o que ventee/o que haga frío,/un millón de romeros/en El Rocío", podía ahora cantar la vieja sevillana de la Hermandad de Triana. Pronto nos dirán que este primer fin de semana con puente amadrileñado de la absurdamente alargada Feria...
--¿Pero cómo no va a perder el norte del almanaque la Feria de una ciudad que ha perdido no sólo su clásico sentido de la medida, sino hasta los papeles?
Eso mismo digo yo, señor lector. Que venía comentando que dentro de nada nos dirán desde el Ayunta-miento (observen la mala leche marca de la casa en el guión tras la tercera sílaba) que en la Feria ha habido este fin de semana un millón de personas. La Cruzcampo, como sevillana que es, se ha sumado a la exageración del millón. Ha anunciado que en la Feria nos beberemos un millón de litros de espumosa fresquita. Para que puedan echar las cuentas comparativas, en la Oktoberfest de Munich, la Feria de la Cerveza, donde los bávaros cogen unas tajás tan grandes como las jarras de dos o de tres litros que se meten para el chaleco, dicen que se consumen 6,5 millones de litros. Que ni son millones ni son ná, porque no son Cruzcampo: saboríos que son estos germanos que nos están organizando la vida a todos los europeos.
En la Feria a este famoso millón de litros de cerveza Cruzcampo hay que sumarle los de otras marcas, como esa Estrella de Galicia que ya suena en Sevilla como si fuera la de Triana. Y hay que sumar, sobre todo, canela y azúcar: Jerez y Sanlúcar. Más Sanlúcar que Jerez, más La Guita o La Gitana que Tío Pepe o La Ina. Y sobre todo, los millones de litros de rebujito. Ya saben mi teoría del rebujito: el rebujito es la mejor forma de estropear la manzanilla y de estropear el Seven Up. Pero como entra lo bien que entra, y está lo fresquito que está, y te crees que aquello es como una Cruzcampo Sin o una Coca Cola Zero Zero Patatero, pues se cogen las grandes tradiciones de la Feria: las papas. Las tajás. Dicen que Cruzcampo venderá un millón de litros de cerveza en la Feria, ¿pero cuántos cientos de miles de papas se cogerán? Papas muy simpáticas las de Feria. Las tajás como un mulo o como un piano no son de aquí; son cosa de los Sanfermines y de sitios donde la gente no sabe beber y acaba vomitona y tirada por los jardines, durmiendo la de caracolillo que cogieron. Aquí el arte es que por mucho que bebamos, como al mismo tiempo se come y se tapea, nos ponemos todo lo más "alegritos", en plan agradable. Cogemos una medio papa muy simpática, que es la papalina:
-- Anoche me encontré con Manolo y su mujer Rocío que venían de la Feria, ¡y traía Manolo una papalina más simpática!
Sevillanísima papalina, que se queda en el grado tajarino de la "exaltación de la amistad". No es lo mismo la papalina que un paposo malaje, pá echarlo de la caseta, que ha cogido una tajá de güisqui o de Rioja y se ha puesto de pesado, desagradable y agresivo que no hay quien lo aguante. No, lo nuestro es la papalina. El punto medio. El sentido de la medida: "No te vayas a pasar, periquito", que decía el arte de La Franca. A mí me dan pena esos partes municipales que hablan de asistencias médicas por intoxicación etílica. ¿A que eso de "intoxicación etílica" suena como de por ahí, no de Sevilla? Pero, ojo, que la papalina es algo generacional: se está perdiendo, como tantas cosas de Sevilla. Los chavales de la botellona van a coger directamente la tajá como un piano Steinway de cola, no a pasarlo bien con la papalina, sino con la papelina. En esas botellonas lamentables que rodean la Feria deberían cantar como los gamberros en los estadios: "Alcohol, alcohol,/ hemos venido a emborracharnos,/ porque la Feria nos da igual". Como tantas cosas de Sevilla, como el sentido de la medida o el comercio tradicional, el arte y la gracia de la papalina se están perdiendo.
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