ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 10 de junio de 2017
                               
 

El arenero del escobón

Quizá recuerden que, terminadas las corridas de Feria, me dediqué aquí a pegar babuchazos para tratar de defender los ritos y liturgias de la plaza de los toros que se habían perdido o lo estaban ya más que el famoso Barcolarroz. Que aseguran es el que, abandonado, está varado aguas adentro de la mar en la desembocadura del Guadalquivir, frente a la hermosa Punta Zalabar donde comienzan las vírgenes playas del Coto de Doñana, frente a la sanluqueña Bajo de Guía. Aquellas llamadas de atención sobre la liturgia de algo tan serio y solemne como el toreo según Sevilla las hice como amparado en una vieja canción de juegos infantiles, ya casi tan perdida como los ritos que echaba en falta: "Con la babucha/su madre le daba;/con la babucha/su madre fue y le dio/un babuchazo/que la avió". Y quizá recuerden uno de aquellos babuchazos. Era más bien un escobazo. Sí, como los que pega gobernando Madrid esa alcaldesa que tiene toda la pinta de la bruja del tren de los escobazos de las ferias de los pueblos. Decía aquel escobazo que reproduzco tal como apareció en ABC el 9 de mayo pasado:

"El arenero del escobón.- Hasta hace unas temporadas, en el arrastre, un arenero iba a todo correr tras la penca del rabo del toro muerto, con un escobón de lentisco, alisando sobre la rapidísima marcha el albero que se levantaba. Ya no hay tío del escobón, y quedan en el pisoplaza los rastros de todos los arrastres. Al final de la corrida, aquello parece un mapa de carreteras. Feísimo."

Pues me han hecho caso, y el arenero del escobón ha vuelto a la plaza, a su cometido de toda la vida. Fue la noche del jueves, en la novillada de abono en la que Aitor Darío, Ferreter Beca y Jesús Muñoz torearon una novillada de Álvaro Martínez Conradi remendada con un utrero de Manuel Cañaveral. Por familiares gozos de graduación como médica de mi sobrina-nieta Carlota Alonso Pardal, no pude ir a esta novillada. Pero fue Ignacio Sánchez-Mejías, el que en su blog taurino de ABC dice sobre cada corrida lo que la verdadera afición piensa, quien me lo anunció. Me lanzó por Internet la fumata de las liturgias y ritos del Arenal, blanca como la colonial guayabera del torilero en estas noches: "Magnum gaudium nuntio afitionem, el Arenero del Escobón ha vuelto". "Le hicieron caso a usted", añadía generosamente. No, no a mí para que vuelva el arenero del escobón en los arrastres, estimado Sánchez-Mejías: le han hecho caso a la fuerza de ABC, que no es lo mismo. La fuerza de los que escribimos en ABC no es nuestra, sino de las liberales Tres Letras que nos cobijan. Si eso del arenero del escobón lo llego yo a escribir en el papel del pescao frito de cuarto y mitad de adobo en La Isla, antier vuelve el Arenero del Escobón con su instrumento de lentisco, alisando la arena desde la misma penca del rabo del toro durante el arrastre, para que el ruedo no se quede al final hecho un mapa de carreteras. No es lo mismo alisar ese albero con el escobón de toda la vida, sobre la marcha del tiro de mulas, que luego con el rodo, que es como se llama el liso rastrillo de los areneros. Sí, como la muy carretera calle Rodo del barrio. Que yo creo que en homenaje a los areneros de la plaza de los toros se llama así donde está el tablao El Arenal de Curro Vélez: calle Rodo.

Y me añade Antonio Delgado-Roig, nieto del arquitecto, de aquel gran señor de Sevilla y hermano número 1 del Baratillo y del Silencio, que el último arenero del escobón que hubo, Fali Mesa, de la cuarta generación de empleados de la plaza de ese apellido, tiene un problema de ligamentos; de ahí que faltara últimamente su alisado de lentisco en los arrastres. Pero Fali Mesa está enseñando a este "escobacantano" que el jueves, como los tres novilleros del cartel, debutó con picadores.¡Como que hubiera tenido que ir gorra en mano, cual debutante en Sevilla! Al tiempo que doy las gracias al empresario Ramón Valencia por su sensibilidad para devolvernos esta tradición de la plaza, deseo al "escobacantano" que alise durante muchas temporadas el albero de arrastres en los que los toros vayan camino del desolladero sin las dos orejas.

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