ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla. 20 de junio de 2017
                               
 

Cines sin acomodador

Todo lo contrario de la exactitud de una cruz de guía en la calle o los alguaciles haciendo el despejo en la plaza de los toros es la hora de comienzo de proyección una película. Lo menos puntual que se despacha. Ves en la cartelera a qué hora empieza la que quieres ver en los multicines del Nervión Plaza o de Los Arcos y te presentas allí para tener sacada con tiempo la entrada para la sesión de, un poner, las 18:10. Y te metes en la sala todavía encendida, en este absurdo de las localidades numeradas. ¿Por qué son numeradas las localidades de los cines si no hay acomodadores que te digan dónde están tus butacas en los números 11 y 12 de la fila 7? Si la sala está encendida todavía, no hay problema. Pero si entras con las proyecciones ya comenzadas y la sala a oscuras, ¡qué trabajito cuesta encontrar no sólo la fila 7, sino las puñeteras butacas 11 y 12! Suele ocurrir que crees que te has sentado en tu sitio, pero al poco compruebas que no, que no estabas en la famosa fila 7, sino en la 8, porque esos novios que ahí llegan y te levantan son los que sí saben dónde está su fila y no tú, que eres un torpe.

Añado en la Oficina Sentimental de Objetos Perdidos en Sevilla el acomodador de los cines. Ay, aquellos acomodadores con sus linternas de petaca, pidiéndote la entrada, mirando con la lucecita la fila y el número y llevándote a tu asiento, que te señalaban desde lejos con el foquito, como haciendo la competencia al blanco faro que sobre los veleros su beso de plata dejaba caer... ¿Cuántos puestos de trabajos se crearían con un acomodador, un solo acomodador, en cada sala de los multicines? ¿No hay acomodadores en los toros? ¿Por qué no en los cines?

Pero estos locales están llevados por verdaderos hombres-orquesta, a los que considero un mérito extraordinario. El mismo empleado que te corta la entrada en la puerta es el que luego pone la película, y el que al final, tras cerrar el acceso para que nadie vea dos veces la cinta de gañote, abre las puertas para que salgas por un sitio completamente distinto al que has entrado, por lo que te haces unos líos espantosos. Sobre todo en el Nervión Plaza, que nunca sabes si te han sacado de la sala por el lado del campo del Sevilla o por la parte de la calle, y si tienes que tirar para allá o para acá. ¿Por qué no hay ya acomodadores? ¿Se considera una profesión infamante? ¿Por qué no hay ya betuneros, más que los de "etnia gitana" (¡toma ya corrección política!) que aparecen cuando la Feria, especialmente por las zonas turísticas y los alrededores de la plaza de toros?

¿Cuántos puestos de trabajo, dignísimos, se crearían si volviéramos a la costumbre de que los bares y cafeterías de cierto rango tuvieran su propio limpia? ¿Y los salones de betunería? ¿Por qué no quedan en Sevilla, como los hay en Nueva York, salones de betunería, y más con nuestra cultura del zapato limpio? ¡Lo que le gusta al sevillano llevar los zapatos relucientes y lo que critica por guarro al que va con ellos hechos una cochambre! Con decir que el Ayuntamiento hasta tuvo que recurrir a una fórmula magistral para que el albero de la Feria no levantara polvo y no le ensuciara los zapatos al sevillano, creo que está dicho todo.

Es como los baños de los restaurantes y los establecimientos de hostelería de un cierto tono. En Alemania, en cada baño público de los grandes almacenes, de las tiendas refinadas, de los restaurantes buenecitos, hay una señora encargada de ellos, sentada allí junto a una mesa sobre la que hay una salvilla para que le dejes la propina. No se considera un oficio infamante que haya señora de los baños en los de señoras y caballeros. Que, claro, como los cuida esta señora, están como los chorros del oro. ¿Cuántos puestos de trabajo se crearían y cómo estarían de limpios y cuidados nuestros baños de haber una señora en cada uno? Como lo de los acomodadores que decía. Señores de los multicines: pongan acomodadores o dejen de hacer sesiones numeradas, porque hay veces que te levantan hasta dos veces del sitio equivocado donde te sentaste.

 

 

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