ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 13 de julio de 2017
                               
 

Las lápidas que perdimos

La calle, antigua de Batihojas, arranca en Hernando Colón, desde la esquina de un comercio histórico del que nunca hemos hablado y merece la mejor forma de ayuda que puede ofrecerse a este tipo de establecimientos dignos de toda protección; comprar allí. Me refiero a la veterana juguetería de Cuevas, ante cuyos escaparates de trenes eléctricos y de coches en miniatura, de soldaditos de plomo y de aeromodelismo todos volvemos a ser aquellos mismos niños que, extasiados, se paraban ante esos mismos cristales y le pedían a los Reyes todo, absolutamente todo lo que se veía allí. La calle arranca de esa esquina de Cuevas y me parece que no tiene salida al fondo, sino a la izquierda hacia la antigua Alcaicería de la Seda y a la derecha, por la espalda del Banco de España, a la vía más curiosa que existe en Sevilla entera, pues no tiene un solo portal. Nadie puede dirigir ninguna carta a "Felipe Pérez número 1" porque la calle Felipe Pérez, dedicada al sevillano autor del libreto de "La Gran Vía" de Chueca y de muchas otras populares zarzuelas, no tiene portal alguno.

La calle de la que vengo hablando, antigua Batihojas, es de las que se pasan casi únicamente en Semana Santa, buscando la entrada de los palcos. Se llama Cabo Noval. Cualquiera puede creer que el Cabo Noval es un accidente geográfico, de los que ya no se estudian en los colegios como no estén en Andalucía. Cualquiera puede creer que Noval es un cabo geográfico como aquellos San Vicente o San Roque que daban nombre a los barcos de pasajeros de la sevillanísima naviera Ybarra, a la vasco andaluza de la A y la V entrelazadas a modo de escudo en la chimenea. Pero no es así. El Cabo Noval fue un soldado de España, héroe de la guerra de Marruecos. El asturiano Luis Noval Ferrao cumplía el servicio militar en el Regimiento de Infantería del Príncipe nº 3, al que fue destinado el 4 de marzo de 1909 y que participaba en la campaña de defensa de Melilla frente a los rifeños. En septiembre de 1909, el batallan al que pertenecía el Cabo Noval había ocupado unas comprometidas posiciones en El-Had de Benisicar. Una noche, haciendo una ronda por los puestos avanzados de escucha de los soldados de su escuadra, al desorientarse de las líneas propias fue tomado prisionero por el enemigo. Lo apresan los rifemos y con Noval al frente se dirigen a las líneas españolas, para que al llegar el cabo dé el santo y seña y puedan asaltarlas impunemente. Pero el heroico Cabo Noval, al acarcarse a sus compañeros y oír el reglamentario "¡Alto!, ¿quién vive?. ¡Santo y seña!", en vez de dar la vigente aquella noche gritó: "¡Tirad sobre nosotros, que los moros vienen conmigo! ¡Fuego! ¡Viva España!". Su cadáver fue descubierto aferrado fuertemente a su fusil y a su lado dos rifeños, uno de ellos con el pecho atravesado de un bayonetazo. Por tal hazaña, mereció Noval la Laureada y se le honró con muchas calles en toda España, entre otras en Sevilla, a iniciativa de la colonia asturiana. En la calle dedicada al Cavo Noval, fue colocada una lápida de mármol recordando su "patriótica y sublime acción".

Esta lápida corre peligro y, con ella, la memoria de un héroe de España. Me alerta el profesor Rafael Cómez que el edificio donde está la lápida, apuntalado y vaciado, será construido de nueva planta (seguro que para un hotel, ¿para qué va a ser?) y se corre riesgo de que la piqueta se lleve ese mármol y nunca más sea repuesto, como se perdió el que recordaba la casa donde murió Murillo en la embocadura de la plaza de Alfaro, o donde nació Sánchez Perrier en la Avenida, o el recuerdo de aquel otro héroe de la Guerra de África en la calle Argote de Molina, entre la esquina del Bacalao y el Mesón Don Raimundo. Contradictoria Sevilla: ¡lo aficionados que somos a promover nuevos mármoles y azulejos conmemorativos mientras dejamos perder las lápidas de nuestra Historia! Copla que se vio en el reciente centenario del Quijote, cuando se comprobó que habían desaparecido buena parte de los azulejos que colocaron en 1916, en el que Juan Lafita llamó con toda guasa sevillana "el Vía Crucis cervantino".

Luis Noval, el sacrificio del militar que murió heroicamente por sus compañeros

LA GESTA DEL CABO NOVAL, POR JULIO DOMINGUEZ ARJONA (haga click en los enlaces)

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