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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 23 de octubre de 2017
                               
 

El barrio que no existe

Aunque no sepan ni por dónde están, para los sevillanos existen muchos barrios como dogma de fe. Creen que existen como creemos en los dones del Espíriru Santo, que ésos sí que existen. Para el sevillano, de esta forma, existen Los Carteros, Árbol Gordo, La Rochelambert, La Oliva, El Turruñuelo, Las Golondrinas y siga usted poniendo barrios. Es lo lógico. Lo que no tiene lógica, o si la tiene es para echarse a llorar, como ayer leyendo el reportaje de Eduardo Barba, es que caigamos en la cuenta de que el de Santa Cruz es ya un barrio que no existe para los sevillanos. Sin meterme a una de esas empresas de encuestas electorales que luego no aciertan ni una, me atrevo a preguntarle, oh lector: ¿cuánto tiempo hace que no pone usted un pie en el barrio de Santa Cruz? Pero no en sus aledaños, por Mateos Gago o la entrada al Patio de Banderas, no: hablo del Barrio de Santa Cruz propiamente dicho. ¿Cuánto hace que no pasa usted por la calle Gloria? Es más: ¿a que no sabía usted que allí hay una calle que se llama Gloria, aunque hayan convertido aquello en un infierno, del que se quejan los vecinos que dicen: "Nuestro barrio agoniza"? ¿Y por la calle de la Pimienta, o por Jamerdana, o por Justino de Neve, cuánto hace que no pasa usted? ¿Y por el Callejón del Agua? ¿Y por la calle Vida?

En su contestación a estas preguntas quizá llegue usted a mi misma conclusión. La copla cantaba: "Santa Cruz es un barrio que hay en Sevilla...". Ahora el Barrio de Santa Cruz da el cante con la gallina de los huevos de oro del turismo: degradado, adulterado, falsificado, envilecido, invadido y saturado por los guiris más zarrapastrosos del mundo. Santa Cruz es ya un barrio que no existe para los sevillanos, que no ponen un pie allí: es exclusivamente Territorio Guiri. Antes, para ir desde el Coliseo a la Puerta de la Carne, se tiraba hacia el Patio de Banderas, y por la Judería y el Callejón del Agua se salía a los Jardines de Murillo y se estaba allí en un periquete. Ahora, a nadie se le ocurre hacer ese trayecto, sorteando trajes de flamenca churris fabricados por los chinos colgados en las fachadas, expositores de cerámica, de sombreros, cartelones de los restaurantes de las paellas prefabricadas que huelen a perros muertos cuando las sirven en los cientos de veladores que no nos dejan andar. ¿Para cuándo un descaste de veladores en lo mejor del barrio, en la Plaza de la Alianza, en la de Doña Elvira, en la confluencia del Mesón del Moro con Ximénez de Enciso?

Antes el Barrio de Santa Cruz era uno más de Sevilla, vivido, habitado, simpático, hasta catetito, con sus lecherías, sus despachos de pan y tortas, sus dulcerías, sus ultramarinos, sus estancos. Con todos sus avíos. Y con sus habitantes sevillanísimos, como Pachi Bores y María Luisa del Vando (la creadora del restaurante La Albahaca en la que fue casa propia del arquitecto Juan Talavera), quienes fundaron la Asociación de Vecinos del Barrio de Santa Cruz. Un barrio auténtico y tranquilo, con todo el "embrujo de Sevilla" del tópico de la novela del uruguayo Carlos Reyles. Un Barrio de Santa Cruz con el Consulado de Francia y el Tablao Los Gallos en la plaza de la Cruz de la Cerrajería. Con Plácido en Las Teresas, atendiendo a Vargas Llosa, a Borges y a los conferenciantes de los cursos de la Menéndez Pelayo. Un barrio con Bandarán viviendo en la calle Pimienta y con las damas catequistas de Oscus con su residencia universitaria abierta en la calle Ximénez de Enciso. Un barrio vivido y verdadero. Sin un solo velador. Si un solo negocio turístico. Sin manadas de japoneses detrás de una guía con una banderita. Una parte verdadera de Sevilla. De la mejor Sevilla que nos dejó la Exposición Iberoamericana de 1929. "Ya todo aquello pasó/todo quedó en el olvido", dice el bolero, y como repetí el otro día: "Os vuelvo yo a recordar/y me parece mentira". Los sevillanos, entre justicieros y crueles, como el Rey Don Pedro, de unos años a esta parte es que no ponemos un pie en el Barrio de Santa Cruz. ¿Usted me ha visto a mí cara de turista chungalé acaso, como para ir a tomarme una sangría y una paella en un bar infecto del degradado barrio de Santa Cruz?

 Los vecinos de Santa Cruz piden proteger «la idiosincrasia del barrio»: reportaje de Eduardo Barba

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