ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 29 de abril de 2018
                               
 

Hoteles con desencanto

Por lo visto es una moda mundial: acabar con la esencia de todos los grandes hoteles históricos, su mobiliario y el ambiente que los hizo únicos, porque dicen que eso está "pasado de moda" y que hay que renovarlo de acuerdo con las leyes del mercado. Así que la decoración del Palacio Real de Madrid está "pasada de moda". Sería mucho más atrayente para el turismo de masas ponerla toda de muebles modernos, quitar las alfombras de la Real Fábrica y extender moquetas, aplicando el supremo principio de la Dictadura de lo Decorativamente Correcto, como los platos cuadrados en los restaurantes, cuando no simples lajas de pizarra con las que te ves y te las deseas para que no se te escape de allí lo que intentas comer. Esa Dictadura del Diseño obliga a que nada sea lo que parece y nada parezca lo que es.

Esto no es nuevo, aplicado a los hoteles, que es donde más lastimosamente están cometiendo crímenes de lesa decoración contra los que no sé cómo no interviene Bellas Artes: es parte de la Historia la que desmantelan. La vez primera lo vi en Zurich, hace ya más de quince años, donde, para su puesta al día por lo moderno, anunciaban el desmantelamiento de la decoración del Gran Hotel Dolder, en la montaña, cerca de la sede de la FIFA, el de mayor lujerío clásico de la ciudad. Subastaron todo su contenido, con reclamos tales como: "Duerma en la cama de Brigitte Bardot". Luego lo vi en mi propia tierra, en Sevilla, en el Hotel Alfonso XIII, donde el dueño del edificio, el Ayuntamiento, sin consultaremos a sus verdaderos propietarios, los sevillanos, subastó para la malhadada modernización estilo NH con muebles de Ikea o similares todo el contenido histórico de un establecimiento donde habían pernoctado de Grace Kelly o el Conde Ciano, y que tenía el encanto de lo antiguo, ese "tiempo también pinta" de Goya. Lo mismo he visto en el Vier Jahreszeiten Kempinski, donde paro cuando voy a Munich. No han dejado viva una sola habitación "histórica", poniéndolas todas horrendamente modernas. De modo que te crees que vas a encender una lámpara y lo que haces es descorrer las cortinas. Y lo que te creías era para poner la maleta resulta que no, que es el único sillón que han dejado en todo el cuarto. Donde a los interioristas de hoteles les ha dado por quitar cómodas y cajones; deshaces tu maleta y no tienes donde guardar las camisas, las mudas y los calcetines. Y en cuanto a los armarios que ponen ahora, han deshecho los clásicos y viejos de cajoneras con frente de cristal y puesto roperos tan ridículos y estrechos que la taquilla que yo tenía en el cuartel era mucho mayor y cabía mucha más ropa colgada.

Ahora les ha tocado este triste turno de historicidio hotelero a los Ritz. Por parejas. Al Ritz de París y al de Madrid. Ya nunca más serán lo que eran. En la Place Vendôme ya no veremos más girar la rueda de la Historia en aquella dorada puerta donde las cámaras de seguridad filmaron por última vez viva a Lady Di. Ni nos recibirán allí las dos figuras de mujeres africanas en metal y mármol sosteniendo sendos candelabros que dieron la bienvenida a Coco Chanel, a Hemingway o a Marcel Proust. "Siempre nos quedará el Meurice", podremos decir como en "Casablanca"...si es que no les da también por reformarlo y ponerlo moderno, a la altura de un turismo masivo cada vez más masificado y degradado. En cuanto al Ritz de Madrid, cuando acaben las obras y vuelva usted allí, seguro que sufrirá el desencanto de un hotel que se llama Ritz, pero que ya no tiene nada que ver con el Ritz que se inauguró en 1910. Han hecho almoneda de sus camas, sus mesas de comedor, sus espejos, sus lámparas, sus alfombras, su cubertería de plata y su vajilla de Limoges. De los "hoteles con encanto" hemos pasado al desencanto de la destrucción de la decoración de los establecimientos históricos. Lo que era Estilo Luis XV lo han puesto ya todo, ay, Estilo Ikea.

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