La otra vez entró un civil con bigote y dijimos todos como en el "Échale guindas al pavo" de "Morena Clara": "Ojú, qué miedo, chavó". Pero esta vez no ha tenido que entrar nadie, ya estaban en el Congreso de los Diputados, ni con bigote ni sin él, ni dar golpe de Estado alguno, sino que aprovechando todos los resquicios del sistema, con unas inmensas y nunca disimuladas ansias de poder y de coger el sillón, poniendo al día el viejo "váyase, señor González" y aprovechando algo que no tiene nada que ver con la estabilidad que medio habíamos logrado, sino todo lo contrario, ha echado a Rajoy. No, a Rajoy no le han hecho una moción de censura. Lo han echado, y este señor que siempre estaba de perfil y cobardón ante los más graves problemas, ha estado de frente e incluso elegante y valiente en la hora del adiós.
¿Pero quién nos quita el miedo de cómo han dejado a España, a la vista, Ibex 35 y prima de riesgo, del dinero que hemos perdido ya todos los españoles? Por eso repetimos lo de "Morena Clara" cuando más contentos que unas Pascuas, el rejú del mogollón de toda la morralla antisistema, radical, antiespañola y separatista, y lo peor de cada casa, había hecho una piña en torno a Sánchez, que no nos creemos todavía que sea quien rija los destinos del Reino de España: "Ojú, qué miedo, chavó". Así que con Sánchez de presidente, los españoles nos dividimos ahora en tres grandes grupos: los que no tienen miedo, los que tienen miedo, y los que tenemos pánico. Todo ha sido absolutamente increíble, desde las primeras cuentas que echaban y decían que este señor no llegaba a los 176 votos ni a soñar que se echara. Esta vez no vino el tío Paco con las rebajas: vino el señor Pedro, que rebajó todo un modelo de Estado para darle la puntilla a la Constitución de 1978, como quieren tantos asilvestrados independentistas y tantos radicales con casoplón en Galapagar. De "Todo por la Patria", nada: "Todo por mi sillón de presidente del Gobierno", ha sido la práctica de pactos bajo la mesa de la que no nos hemos enterado que ha hecho este señor que, con tal de llegar a La Moncloa y echar a Rajoy, ¡que voy!, hubiera sido capaz hasta de darle Ceuta al que se lo hubiera pedido, como ha entregado tantas cosas que ya nos iremos enterando de ellas. De ahí no mi miedo, sino mi pánico, que comparto con el suyo.
Llega Sánchez a La Moncloa por un atajo, tras mandar a Rajoy a lo que rima. Dicen que ha hecho el Frente Popular. por lo menos lo ha logrado y llevado al poder. Le ha bastado tocarle en el almario el alma a todo aquel que tenía algo contra Rajoy, contra el PP, contra España. Con la coartada de la sentencia de la Gürtel, cantidades ridículas al lado de los ERE, de los que nadie ha dicho ni media palabra, aunque Rajoy hizo la pregunta del millón, que en este fragor de la ida a la Venta del Nabo, que diría El Yuyo, ha pasado inadvertida: "¿Habrá también voto de censura contra Sánchez cuando se conozca la sentencia del caso de los ERE?".
Nos vamos a enterar de lo que vale un peine, y el que avisa no es traidor. Aquí puede pasar de todo. Hasta que no vayamos de cabeza a la independencia de Cataluña, como parece por los votos con lazo amarillo, y vayamos a todo lo que le pidan los de este Frente de Cabreados que, como las últimas palabras atribuidas a Muñoz Seca, a Rajoy le habrán quitado el Gobierno, pero a nosotros no nos ha quitado el miedo. Ah, y al final, pero no lo último, los cambios de chaqueta del PNV. Fueron los que le dieron el suspiro de alivio a Rajoy para aprobar los presupuestos. Y ahora han sido los que virtualmente le han dado a Rajoy el último suspiro presidencial y a Sánchez lo que quería: llegar a La Moncloa como fuese. "Desalojar a Rajoy" ha sido la común consigna de los conjurados que han tomado la Moncloa y el Congreso. Aun a costa de España misma, de la Constitución, la estabilidad económica, de lo que haga falta. Por eso, "ojú, qué miedo, chavó".
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