ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla , 25 de junio de 2018
                               
 

A Paco Robles, sobre señoritos

No es ojana, querido Francisco Robles, porque vuesa merced sabe de sobra que en esta droguería (de la Puertalarená, naturalmente) no se vende ese producto, porque vino hace poco por aquí uno que quería que lo colocara Celis en la Delegación del Gobierno y acabó con todas las existencias. No es ojana de Triana, ni ojaneta de la calle Goyeneta, ni ojanería de la Correduría, pero ¿se quiere usted creer que es como si a mí me hubieran dado otra vez el premio Ateneo de Sevilla por "Las cabañuelas de agosto", al haberlo ganado usted con "El último señorito"? Tanto me he alegrado. Me explico que le hayan dado a usted el premio Ateneo, micer. Esta edición era la quincuagésima del premio que crearon José Manuel Lara Hernández, el irrepetible editor de Planeta, y Joaquín Carlos López Lozano, presidente del Ateneo y director de ABC, y que se concedió por primera vez a Manuel Pombo Angulo por "La sombra de las banderas", novela que trataba de la guerra civil antes que impusieran lo de la Memoria Histórica. Es decir, que el premio Ateneo cumplía las Bodas de Oro, el cincuentenario. Algo que si en vez de premio literario hubiera sido de una cofradía, habría tenido pregón, cartel, exposición en la sala del Mercantil de la calle Sierpes y procesión extraordinaria. Entiendo, querido Pacorrobles, que lo suyo de las Bodas de Oro del premio Ateneo ha sido todo eso en una pieza: cartel, pregón, exposición y procesión extraordinaria. Un autor señalado para la señalada fecha, y por eso me alegro tanto.

Y le honra que haya usted "puesto en valor", como dicen los cursis, lo que fue la nueva narrativa andaluza, la que el cura Carlos Muñiz S.J. bautizó como "los narraluces". Le honra que se haya usted acordado y que haya reivindicado la memoria de dos grandes Manueles de nuestra literatura: de un "Don Manuel" y de un "Manolo". El Don Manuel no puede ser otro que Halcón, de cuya novela "Los Dueñas", que es un "Gatopardo" escrito antes que "El Gatorpardo", se ha declarado usted deudor y heredero. Y el Manolo no puede ser otro que Barrios, el gran e ingenioso Manolo Barrios, injustamente olvidado, que también ganó el premio Ateneo de Sevilla con su obra "Epitafio para un señorito". Y le honra, querido Robles, que se haya usted acordado de los Hermanos Cuevas, de su "Historia de una finca" y de la gran desconocida literatura del campo andaluz, en la que he dicho muchas veces que "Las cosas del campo" de José Antonio Muñoz Rojas debería ser lectura obligatoria en las clases de Literatura de la enseñanza media.

Pero usando el lenguaje del campo, querido Robles, y hablando de novelas y de señoritos, le diré que en mal sitio ha ido usted a poner la era. Usted ha buscado la vida de ese último señorito al que Manolo Barrios le cantó el gorigori de un epitafio novelado en un lugar de nuestra provincia, "entre la Marisma y la Campiña de Sevilla". ¡Por eso el suyo es el último señorito, porque está el hombre en el campo, tieso, esperando la PAC y el precio del trigo duro! Entiendo que su novela, que estoy deseandito leer, trata de los señoritos del campo, que ésos sí que son una especie en trance de extinción, porque no eran señoritos, sino unos grandes señores, de los que ya no quedan. Le matizo, por tanto, el título: "El último señorito... del campo andaluz". Porque si hubiera puesto usted la era en Sevilla capital, en lugar de la Marisma o la Campiña, ¿qué último ni último? Sevilla está así de señoritos. No tiene usted más que entrar en la Junta de Andalucía, almacigadita de nuevos señoritos. O vaya a los bares de copa de balón del fin de semana, que están empetados de señoritos. Tiesos todos, pero dándoselas de señoritos. Ahora, que nada como los nuevos señoritos de la Junta. Señoritos y señoritas. Los nuevos señoritos de la Junta, que ahí es donde está ahora la tela, están dirigidos por la señorita Susana. O sea, que como El Quijote, puede usted hacer una segunda salida. El señorito sevillano, como la materia, ni se crea ni se destruye, sino que se transforma. Ya le digo: la Junta, desde tiempos de Escuredo, está así de señoritos socialistas...

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