ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  8 de octubre de 2018
                               
 

Defensa de la Torre del Oro

Dejamos el otro día a la Torre del Oro como parada de autobuses, taquilla para los paseítos por el río y punto de cita de los autocares que llevan a los invitados de las bodas al convite en la Hacienda Los Chirlos Mirlos. Y prometimos continuar la defensa de la torre almohade, en desagravio por haberla llamado un día "La Gorda" en contraposición con La Giralda, a la que puse de sobrenombree "La Guapa". No sabía yo que igual que la Giralda tiene sus partidarios, la Torre del Oro sus defensores, como los que la han pintado en una medianera en Santander, a tamaño monumental, para recordarla tal como aparece en el escudo de la capital de La Montaña. Esa Montaña de Castilla a la que le han puesto de mote "Cantabria", cuando los que ha habido en las tabernas de Sevilla han sido siempre "montañeses" y no "cántabros".

Un apreciado lector de cuyo nombre guardo sigilo confesional me da todo un argumentario a favor de la Torre del Oro, que hago mío en honor de la fortificación por donde el Almirante Bonifaz empezó a ganar Sevilla a los moros para San Fernando y la civilización occidental; si no, estaríamos ahora todos de jámala, jámala, babucha y chilaba. Me dice este lector que le he faltado a su amada torre almohade de defensa. Su prima, que no le niega belleza, la Giralda, tiene mejor marketing. Que la Torre del Oro no se haya apuntado a la moda de los gimnasios y del adelgazamiento y mantenga el apretado cuerpo que durante los siglos y desde los tiempos de Rege Carolo fue el físico preferido en las señoras, no la hace menos entrañable y querida. Algún novio importante tendría que se le iría por el río cuando allí se quedó en la orilla, esperando con nostalgia si volvía. "Que sepa --me dice- que aquí estamos muchos leales que le profesamos sagrada devoción. Hermosísima y dialogante con el Puente de Triana cuya augusta titular, Isabel II, la tiene convencida de que no por rechoncha y regordeta se puede tener menos éxito en las alcobas. Rehuyo poner en mi casa una Giraldita de esas doraditas con luz o sin ella que no falta en ninguna tienda de turistas. Pero sí tengo en el salón mi Torre del Oro. O como en el corazón la llevan con preferencia muchos otros sevillanos, sobre todo del lado de la Armada y navegantes; pues si la Giralda era un faro fluvial, la Torre del Oro siempre fue práctico del puerto, noray de la ciudad soñada y guarda permanente en la toldilla de la Resolana de las Atarazanas. Y no digamos de la gente del toro y de la copla. Así que me ha dolido ese despacharla usted con un despectivo "Gorda": eso no se le dice a ninguna señora. Y hoy en día menos: cuidado con decir ya ni negro, ni viejo, ni gorda. Hoy sólo se puede decir facha. Y eso será la Torre del Oro para más de uno, con su enseña nacional siempre ganándole barlovento a la brisa que pinta la fachada urbana más bonita del mundo. Gorda fue en todo caso cuando la concibieron. Pero luego se espigó con su segundo cuerpo y se separó de la muralla. Y también con su ridícula linterna en mala hora añadida por alguien que pensó que tendría la misma genialidad que Hernán Ruiz con su remate renacentista a la islámica torre de la Mezquita Mayor. Para muchos será la que le da la gracia digna de postal a la Torre del Oro, pero yo debo tener ojos heredados del pasado que no la reconozco con ese postizo de Exin Castillo y ese casquetillo en plan soldado de la I Guerra Mundial. Sé además que ha sido por su parte un pecadillo de oportunidad porque le venía bien para el artículo, pues su tino con las cosas de Sevilla seguro que le hace guardar los mejores atributos a nuestra Torre menina. Pero como se le va todo con la Vieja Dama tengo que llamar al orden a sus sentimientos y recordarle que respete el dual de la ciudad en estos menesteres. Que así como ella es, se escuchan más cerca los piropos y se mira más coqueta en el espejo del agua. ¿Para qué quiere más? Si además siempre será máyor la suerte de ser mimada por los guapos guardamarinas de nuestra Armada que por las sotanas de los canónigos y los turistas que han pasado por taquilla junto a su reproducción de la Puerta del Príncipe".

ARTíICULO "LA GORDA Y LA GUAPA"

 

 

 

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