ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  22 de octubre de 2018
                               
 

La Raza le echó raza

Igual que el otro día decíamos que la floreciente empresa de los autobuses turísticos colorados de dos pisos descapotables de Enrique Ybarra empezó en vísperas de la Expo con sólo dos tranvías de franciscanas maneras (o sea, como los de San Francisco) que paseaban visitantes con los nombres de "Carmen" y "El Barbero de Sevilla", el conocimiento del escándalo de los ERE y de toda la corrupción de la Junta comenzó gracias al valor cívico del empresario del restaurante La Raza, don Pedro Sánchez-Cuerda, que grabó cómo le pedían la mordida para el escándalo de Mercasevilla, hilo del que, tirando, salió el ovillo de este pozo sin fondo de la mangoleta pública que casi le echa la pata al 3% famoso de los separatistas catalanes, que ya es echarle. Así que cuando el Ayuntamiento regido por el partido de los ERE, y del chófer de la cocaína, y de las tarjetas "black" con las piculinas y fulimandús del Don Ángelo anunció que desahuciaba a La Raza del local municipal que ocupaba en el Parque, a muchos nos sonó a venganza. ¡Mira cómo no desahuciaron ni le tocaron siquiera a los empresarios paniaguados del Régimen de los que Luis Montoto llama el "BOJA Business Club", a los que pasan por el aro del por aquí te quiero ver, y usted me entiende perfectamente lo que quiero decirle!

Pero La Raza le echó raza, el mismo valor ciudadano que cuando grabó a los trincones pidiendo la mordida, y no se resignó a que desapareciera un restaurante tradicional donde los haya, que forma ya parte no sólo de la imagen del Parque, sino de la memoria de muchos sevillanos. Y recurrió ante la Justicia. A ver, que levante la mano quien de pequeño no haya ido con sus padres un Domingo de Ramos, temprano, a esperar que pasara por allí la del Porvenir. La Paz por el Parque no es verdaderamente La Paz por el Parque hasta que paran los pasos ante La Raza, con sus inconfundibles muebles de terraza de hierro pintado de blanco y sus mesas con superficie de gresite, que llevan allí desde tiempos de Rege Carolo.

Mucho nos temimos que La Raza desapareciera, junto a la estela de Santiago Martínez con los versos de Rubén Darío ("Ínclitas razas ubérrimas") de la que tomó el nombre desde 1954. Desde los tiempos en que estaban de moda la demolida Venta Ruiz al final de La Palmera, con su arroz, o la Venta Virgen de los Reyes en la carretera del aeropuerto, junto a La Gota de Leche, con sus columpios para que los niños desfogaran mientras almorzaban tranquilitos los padres. Nos temimos que desapareciera La Raza como pasó a mejor vida su avenida homónima, la de La Raza, a la que en la dictadura de lo políticamente correcto, para que no llamaran racista al callejero, le pusieron el mote de "Las Razas". Que cada vez que veo el rótulo en las históricas y monumentales naves industriales de la Exposición de 1929 me pregunto: ¿a qué razas en plural se referirá el nombrecito absurdo? ¿A las razas bovina y caballar, o a las razas canina y porcina? No me negarán que es un nombre completamente veterinario.

A lo que íbamos, a La Raza, tal como fue siempre La Raza. Nos alegramos que la Justicia haya pensado como tantos sevillanos: que La Raza no podía desaparecer, desahuciada por el Ayuntamiento en lo que parecía talmente una venganza por su valiente denuncia de los ERE y corrupciones conexas. La Raza seguirá esperando a La Paz en el Parque todos los Domingos de Ramos. Continuará evocando los mejores recuerdos de generaciones enteras de sevillanos. Como los de las familias que se reunían allí a almorzar todos los domingos, como un rito; y me acuerdo ahora de Ángel Casal Casado, el Rey de los Bolsos, rodeado de sus hijos y nietos delante del ritual arroz dominical de La Raza. Y a ver si aprovechan La Raza o el Ayuntamiento la collada y al monumento a la Matrona Hispania de Delgado Brackembury que tanto recuerda al escudo de Andalucía y que la separa de la Glorieta de San Diego le ponen detrás una masa verde vegetal para que destaquen las esculturas, ahora perdidas con el fondo de la edificación del antiguo quiosco de información en la entrada a la Exposición de 1929, ¿verdad, amigos de Adepa?

 

 

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