ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  20 de diciembre de 2018
                               
 

No hay Adviento

Como el "vaya, vaya, aquí no hay playa" de la canción, "vaya, vaya, aquí no hay Adviento". El pasado domingo fue el tercero de Adviento, "de Gaudete". Así llamado por la primera palabra del Introito de la misa en latín: "Gaudete", es decir, regocíjaos, alegraos. ¿Por qué? En términos del hispalense capilliteo, "porque esto ya está aquí". Pero lo que está ya aquí es, ay, el Nacimiento de Jesús, no la primera en La Campana, y eso en Sevilla no tiene la misma emoción. Quizá por el propio manoseo y abuso de la Navidad como señuelo comercial, por el acelerado proceso de volverla laica y consumista. Como ya apuntamos aquí sobre la realidad de Sevilla, cada vez ponen antes las luces de Navidad...pero con menos Navidad. He estado en Oviedo, capital provinciana que cada vez me gusta más, donde persiste el comercio tradicional y no ha sido invadida por las franquicias; donde todo tiene un ritmo lento y familiar; donde quedan pastelerías absolutamente monumentales... Y allí en la capital del Principado sí hay motivos religiosos en las luces callejeras de Navidad, empezando por la Cruz de la Victoria y siguiendo por los Reyes Magos y los ángeles que anunciaron en Belén lo que aquí se ha olvidado en estas vísperas: "Gloria a Dios en las alturas".

Aquí la Navidad cada vez más es la Fiesta del Consumo. Hasta se está perdiendo lo nuestra clásica frase de siempre: "Felices Pascuas". Ahora decirse suele "Felices Fiestas". Cada vez que me lo dicen, como tenga confianza con la persona que me lo larga, le contesto:

--¿Qué fiestas? ¿Las de San Fermín?

Y para nada se celebra el Adviento, el período que señala el comienzo del año litúrgico cristiano y comprende las cuatro semanas anteriores a la Navidad y empieza el domingo más próximo al día de San Andrés (30 de noviembre), y que antiguamente era como una Cuaresma en la que se esperaba el Nacimiento del Señor. Cuyo cuarto domingo será el próximo, como el pasado fue el ya mentado de Gaudete, en el que en la misa los ornamentos del sacerdote son de color rosa como signo de gozo, la Iglesia invita a los fieles a alegrarse porque ya está cerca el Señor y en la corona de Adviento se enciende la tercera llama, la vela rosada. En esto bien que diferimos de esos Estados Unidos o de esa Europa Central cuyas costumbres navideñas hemos importado. Navideñas o no navideñas, como el Black Friday o el Jálogüin. Pero sobre todo las navideñas, con Papá Noel y sus renos en la nieve, sus árboles de lucecitas y bolas, y hasta con la costumbre, de ayer por la mañana, de hacer regalos en la noche de Navidad en vez de en Reyes. Al pie de ese árbol de lucecitas, totalmente exótico, y que en muchos hogares ha desplazado a nuestro infantil e ilusionante Nacimiento de toda la vida, con sus montañas de corcho comprado en La Venera sobre las que el bicarbonato Torres Muñoz hacía de nieve, el papel de plata del chocolate simulaba el agua del río y en el camino de los camellos de los Reyes Magos el serrín representaba el papel estelar de arena de Tierra Santa.

También podíamos haber copiado, y no sé por qué no lo hemos hecho, la costumbre de celebrar el Adviento, tan centroeuropea. Como todo un símbolo de este No Adviento, un habitual comunicante nos dice: "Estaba trasantier en un supermercado alemán, Aldi, y veo amontonadas unas cajas grandes de cartón, con la apariencia de una especie de juego de la Oca, que estaban en oferta: "Calendario de Adviento, 2 euros". Pregunté y una señorita muy amable me sacó de dudas: "Es un calendario de Adviento con bombones dentro de cada casilla, del 1 al 24 de diciembre, que marcan diariamente la cuenta atrás hasta el día de Navidad. Cada día se abre la casilla del día correspondiente y dentro hay un bombón para que se lo coman los niños". ¿No podíamos por lo menos importar, como el Black Friday o el Jálogüin, los bombones del Calendario Infantil de Adviento, y así enseñar a los niños lo que verdaderamente se acerca y debemos celebrar? Que es ni más ni menos que el Nacimiento del Señor que nos hace vivir con tanta impaciencia que pase la trasera de la carroza del Rey Negro para que cuanto antes llegue la Cuaresma con nuestro "esto ya está aquí".

 

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