ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  26 de diciembre de 2018
                               
 

La memoria histórica del Rey

Malos tiempos corren cuando la proclamación de lo obvio se convierte en noticia y, a veces, en acto heroico. Los que corren en España. No sé ustedes, pero yo le vi ese convencimiento al Rey en su mensaje de Navidad. ¿Porque se tuvo que morder la lengua, en la prudencia que es hábito del oficio, y no pronunciar la palabra "Cataluña"? No, por el gesto. Hasta por las nieves del tiempo que vemos cómo van plateando su sien y sobre todo su barba. Nieves de disgustos estos malos tiempos. Me conmovió esta Nochebuena el Rey con su mensaje por lo que, al hilo de sus palabras, se traslucía: su soledad. Ya estas cosas tan obvias sólo las dice el Rey; los partidos las callan por políticamente incorrectas o por pasteleo interesado para que quienes no las tienen en cuenta los sigan manteniendo en el poder...en el poder ir de vacaciones de gañote a Doñana y luego al palacio de La Mareta de Lanzarote. (Ir allí en estas fechas precisamente es una desfachatez: profanar el lugar donde murió tras una Nochevieja la abuela de nuestro Rey, la Condesa de Barcelona.)

Aparte de que las rojas flores de Pascuas me hicieron pensar en una maceta igual que a modo de cortafuegos fue colocada urgentemente en cierto rincón del Palacio de Pedralbes (otro sitio real profanado), me pareció que Don Felipe, en su mensaje, estaba tan solo como lo están en Cataluña los que defienden la concordia de la Constitución. Y se le notaba que estaba dando amparo a esos españoles de Cataluña que defienden la Constitución en tierra extraña. Que ya hay que rizar el rizo de las incoherencias y de los absurdos que sea poco menos que un acto heroico la defensa de la Constitución Española en un territorio del Reino de España. Oyendo al Rey vi la carga de profundidad de sus palabras para los que, por jóvenes, no han reconocido las fatiguitas que le costó a su augusto padre renunciar a todos los poderes absolutos de la dictadura y "marchar juntos y yo el primero por la senda de la Constitución", para devolver la soberanía al pueblo y restaurar, con la Monarquía, la libertad y la democracia. Oyendo al Rey me acordé al niñato que va en las manifestaciones de tonto de la bandera republicana y dice:

-- Yo no acepto la Constitución del 78 porque no la voté, y pido un referéndum sobre la Monarquía.

Diré como el mozo de escuadra constitucionalista ya famoso con su frase sobre la República: "Naturalmente que no la votaste, idiota". Como los actuales norteamericanos no votaron la Constitución de los Estados Unidos. Eso sí que fue la memoria histórica de Don Felipe. El recital de memoria histórica de la buena, de la chachi piruli, no de la de "el rencor y el resentimiento", la revancha y las dos varas de medir, de su mensaje. Recordó algo absolutamente revolucionario y que conviene que las nuevas generaciones sepan: que no podemos cargarnos el espíritu de reconciliación y concordia que supuso la Constitución de 1978, a la que conmemoraba, como cuarentona que es ya. Me quedo con tres pasajes de esta heroica proclamación de lo obvio, mordiéndose como estaba la lengua para no decir "Cataluña". Primero: «La convivencia es incompatible con el rencor y el resentimiento, porque estas actitudes forman parte de nuestra peor historia y no debemos permitir que renazcan». Segundo: «La convivencia exige el respeto a nuestra Constitución; que no es una realidad inerte, sino una realidad viva que ampara, protege y tutela nuestros derechos y libertades». Tercero: «La convivencia es el mayor patrimonio que tenemos los españoles. La obra más valiosa de nuestra democracia y el mejor legado que podemos confiar a las generaciones más jóvenes; y, por ello, debemos evitar que se deteriore o se erosione; debemos defenderla, cuidarla, protegerla; y hacerlo con responsabilidad y convicción». ¡Toma ya memoria histórica de los collons, idiota!

 

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