ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  20 de febrero de 2019
                               
 

¿Elecciones ya?

Hacía mucho que en tan poco tiempo no detectaba un cambio de ánimo parecido al que advierto tras convocar Sánchez las elecciones generales para el 28 de abril, tras ese mitin primero de campaña echándose flores que, en vez de la declaración institucional anunciada, dio en La Moncloa, donde poco más tarde los ministros de su cesante Gobierno se rompían las manos tocándole las palmas. Quizá sea para ovación y vuelta al ruedo. No he visto mayor capacidad de utilización del aparato del Estado.

-- ¡Ah, del Falcon!

No, el Falcon es un aeroplano del Estado, no lo que se entiende tópicamente por "el aparato del Estado", que sabe manejar Sánchez a las mil maravillas en su provecho. Que no sé, la verdad, si está ahora de presidente del Gobierno en funciones hasta que se celebren las elecciones, de candidato de su partido o de simplemente Okupa de la Moncloa, como en los últimos nueve meses.

Digo que no he visto mayor capacidad de utilización del aparato del Estado porque, no satisfecho con dar su primer mitin desde la mismísima Moncloa, con todas las televisiones en directo, fue al día siguiente a Sevilla, no se sabe por qué medio de transporte (dudo que en Ave como todos), para presentar a Juan Espadas como candidato socialista a la alcaldía, en unas elecciones que sí que ahora nos cogen mentalmente lejos: las del superdomingo de mayo. ¿Le hizo un favor a Espadas presentándolo, o le hizo la cusqui recordando a los votantes conservadores del candidato a alcalde que quien lo presentaba era el que pactó con todos los separatistas habidos y por haber y cedió ante Cataluña? No sé. Porque, además, lo de Espadas le importaba a Sánchez en Sevilla una higa. Le interesaba dar su segundo mitin en dos días. Como luego nos arreó el tercero, el besahuevos de cierre de telediario del lunes, a hora de máxima audiencia en TVE, la suya y de Podemos. Sánchez falconiza cuanto toca, y convirtió en su Falcon particular a TVE en hora de máxima audiencia.

De ahí el cambio de ánimo (y de esperanzas) que he advertido en los quevedescos muros de la patria mía. ¿A que les parece que hace ya mucho tiempo, muchísimo, que la plaza de Colón se llenó de banderas españolas pidiendo "elecciones ya"? Pero voy más lejos en el barrunto de los estados de ánimo de los votantes de derechas que llenaron Colón de banderas de España. Ahora parece como si Sánchez les arrojara a la cara esas banderas de España, los culpara de aquella entusiasmante explosión de afirmación en la unidad nacional, en el convencimiento de que la "Patria común e indivisible" ni se vende ni se negocia. Las elecciones que pedían las pancartas, los gritos y las banderas de Colón parecían otras que las que convocó Sánchez con su mitin desde la mismísima Moncloa. Me da el pálpito de que del "¡Elecciones ya!" hemos pasado al "¿Elecciones ya?" Porque no se medía, quizá, la capacidad infinita de utilización de todos los recursos del Estado en manos de Sánchez, firma en el BOE incluida. Con tal de permanecer en el poder, este tío es capaz de todo. De momento ha sacado el viejo espantajo de "¡que viene la derecha!" para que ningún progre de toda progritud permanezca en su casa, como le pasó a Susana Díaz en las elecciones andaluzas, que por el abstencionismo de la izquierda se quedó compuesta y sin San Telmo. En la euforia de Colón se veía clarísimo que cuando Sánchez convocara elecciones, el triunfo de la derecha constitucionalista estaba asegurado. Cada día se ve más oscura esa esperanza. Sobre todo porque Sánchez no ha negado que, con tal de no bajarse del Falcon, está dispuesto a pactar otra vez con los golpistas separatistas, con los proetarras, con los bolivarianos de Podemos y con quien haga falta. "¡Que viene la derecha!", no: ¡que puede seguir Sánchez! Qué horror.

 

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