ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  26  de febrero de 2019
                               
 

Bata de cola en el cartel de Fiestas

Lo vi muchas veces en fotos y vídeos durante la celebración del Simof, y me llamó bastante la atención. Pero no era cuestión de escribir sobre el asunto en aquellos mismos días, porque era darles una puñalada sin navaja a quienes con su mejor voluntad y máxima ilusión mantienen esta productiva industria sevillana, cual la producción, a medida o confeccionada, de trajes de flamenca. Por cierto, ¿cómo es lo más correcto y más sevillano decir, querida Lina? ¿Traje de flamenca o vestido de gitana? ¿O la sevillana se viste de flamenca con un traje de gitana? Vamos, lo que los de Madrissss llaman genéricamente "faralaes", como le dicen "calesa" a todo coche de caballos, sea un milord de alquiler de los que pasean a los turistas, sea una carretela maravillosa enganchada a la inglesa. Me duele la boca de aclarar a los de fuera que los sevillanos no decimos "faralaes". Y que los "faralaes" no son los lunares de las telas de los trajes de flamenca, como muchos creen, sino sus volantes. Y que "faralaes" es el plural, que el singular es "faralá", o sea, volante. Pero no volante del coche con el que te quitan los puntos del carné si vas a más de 120, ni volante que te da el médico de familia del SAS para el especialista, sino volante del traje de flamenca. O sea, "guarnición rizada, plegada o fruncida con que se adornan prendas de vestir", según la quinta acepción de la palabra en el DRAE.

Pasado el Simof, como un asunto recurrente, vuelvo a ver el tema que motiva este artículo en el municipal cartel de las Fiestas de Primavera que ha pintado Isabel Sola, y que han presentado como una alegoría de la ciudad en fiestas, que abraza una flamenca con su mantón de Manila, con su pedazo de Giralda y su luna llena del Parasceve cofradiero. Y al que, en el minimalismo de los detalles, no le falta un perejil. Con mayor o menor tamaño e importancia, en el cartel van la Semana Santa, la Feria, la temporada taurina, el ruedo de la plaza de los toros que usa como logotipo la Empresa Pagés; el puente de Triana, los divinos rostros enfrentados de las dos Esperanzas de la Madrugada, la de Triana y la de la Macarena, el Gran Poder, el Señor de la Salud de los Gitanos y el Cachorro, y las Vírgenes de la Estrella, el Valle y de los Ángeles de los Negritos; los fuegos artificiales de la última noche ferial y me han dicho hasta el escudo del Glorioso Betis. Y esto a bote pronto, que le metes la lupa a la reproducción del cartel y te encuentras muchos más símbolos sevillanos.

Y la flamenca del mantón.

Que es a lo que voy. Más actual no puede ser la flamenca que ha pintado Isabel Sola en su cartel. Ya saben que nuestro traje regional es el único de España que tiene moda y cambia con los gustos y los tiempos. Y de unos años a esta parte, los que eran anchos vestidos de volantes se han convertido en estrechísimas batas de cola. Donde los volantes van solamente en la parte inferior, porque todo el resto del traje va ceñidísimo al cuerpo de la flamenca, tenga pistoleras o no las tenga, ande bien despachada de michelines o no, o sea delgada y estilizada, que es entonces una maravilla. Antes los volantes de los trajes de flamenca (y basta ver fotos de los años 60 y posteriores), partían desde la misma cintura del vestido, ancho, cómodo como ahora una falda rociera. Los trajes se han pegado al cuerpo y los volantes los han puesto, tal como los ha pintado Isabel Sola, sólo en su parte inferior. Los incómodos trajes de volantes de flamenca han devenido en estrechísimas batas de cola de bailaoras profesionales. Antes esos trajes, estrechísimos y con los volantes abajo, sólo se los ponían las bailaoras flamencas de los tablaos. Ahora son los que han de padecer las sevillanas que quieran ir a la moda. Y digo "padecer" porque muchas cuentan la odisea que es entrar con uno de esos vestidos en el cuarto de baño, con perdón, de una caseta, en ese estrechísimo módulo. Cuentan las pobres y no acaban de sus cuitas allí adentro con el vestido estrechísimo... Y nada digo montarse a la grupa con un vestido tan ceñido, que algunas casi no pueden andar. O las que se ponen el mundo por montera y el vestido les resalta todavía más el pandero de un trasero que ni te cuento. Pero, nada, la moda es la moda. Lucimiento de delgadas, tormento de las pasaditas de kilos. Peor que la prueba del bikini cuando empieza el verano...

 

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