ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  12 de marzo de 2019
                               
 

La CIA en Sevilla

Sabíamos que CIA (Central Intelligence Agency) rimaba, y bastante, con Andalucía. Con la Andalucía de las bases de Morón, Rota y San Pablo, el Oleoducto Cádiz-Zaragoza (OCZ), los chalés de los americanos en Santa Clara (donde hasta se hicieron un campo de béisbol) o el supermercado PX de La Exportadora en Tabladilla, de donde Josele Moreno sacaba maravillosos equipos de música baratísimos, porque tenía allí un amigo que se los agenciaba. Y sabíamos que, aunque no rimaba, la CIA y el USIS (United States Information Service) tenían bastante que ver con Sevilla, a la que le tenían puesto el ojo en los años finales de la dictadura, en cuanto campo de agitación comunista. No se olvide que eran tiempos de la guerra fría, y que a la muerte de Franco, España podía caer, con el pujante PCE de la clandestinidad y las Comisiones Obreras de Soto y Saborido, del lado de la URSS y no del mundo libre de Occidente.

Y sabíamos que aunque Sevilla no rimaba con CIA, se daba por sabido que el Consulado General de los Estados Unidos de la avenida de María Luisa, donde ahora la Fundación Madariaga, era un nido de espías. Y que el cónsul americano era como su jefe, auscultando por dónde iban los tiros en Sevilla o irían en un futuro en España. Estados Unidos, como ya estaba todo el pescado del espionaje vendido, cerró su Consulado en vísperas de la Expo del 92. ¿Cuando más falta hacía para atender a los visitantes americanos? No, cuando ya no necesitaban espiar nada, porque España era una democracia consolidada en forma de Monarquía Parlamentaria y la izquierda estaba dominada por el Partido Socialista de Felipe González, aquí surgido como "Sector Renovado" del PSOE. Así que como España estaba afianzada en Occidente y la OTAN, y no había riesgo de que cayera en la órbita de los países satélites de una URSS que se desmoronaba, USA cerró su Consulado General.

En el que el querido Pepe Fernández me ha abierto el baúl de los recuerdos, al evocar a uno de los últimos cónsules- espías: Frederick Purdy. Fue cónsul americano de 1978 a 1982, y estaba casado con la chilena Gigi Mohn, gran señora sobre la que sostiene Fernández que era la verdadera agente de la CIA. Los dos, Purdy y su mujer, llegaron a Sevilla desde el Chile del golpe de Pinochet contra Allende. Verde y con asas. Purdy no ocultaba nada. Cuando el inolvidable Antonio de la Torre le hizo una entrevista de despedida en ABC en junio de 1982, al cesar en su cargo y marchar destinado a Brasilia, Purdy le confesó abiertamente: "Tenemos como misión informar a la Embajada y al Departamento de Estado sobre asuntos políticos y económicos de importancia para los Estados Unidos". Purdy era el espía más torpe del mundo. A todos los actos de la izquierda iba con una libreta donde visiblemente lo apuntaba todo. ¿O la libreta y el lápiz de Purdy eran una bomba de humo para que el verdadero espionaje lo hiciera mientras Gigi, su mujer, que organizaba memorables fiestazos en el Consulado?

Sevilla siempre estuvo en el punto de mira de la CIA. Otro anterior cónsul, Curtís C. Curter, un finísimo y cultísimo californiano de Sacramento, fue el encargado por la CIA de ganarse para la causa americana a todos los futuros líderes andaluces de la democracia española, aún con Franco vivo. Hizo que a políticos, periodistas, profesores e intelectuales los invitara el Departamento de Estado a conocer la democracia americana "in situé". Yo hice uno de aquellos viajes invitado por el Departamento de Estado con destino Washington y Los Ángeles, como fueron Manuel del Valle o Rafael Escuredo, o José María Requena. Curter, espía más fino que Purdy, sabía que el futuro de España pasaba por Sevilla y quería ganar para la causa pronorteamericana a los que iban a ser sus protagonistas, para mantener a España en el terreno de las libertades, no de las dictaduras comunistas. Cuidó como nadie al futuro PSOE que aquí nació. Como Purdy del espía torpe, para mí que Curtis C. Curter fue el símbolo de la América que buscó la estabilidad de la futura España democrática apoyando al entonces clandestino PSOE, por recomendación alemana de Willy Brandt, para dejar sin sitio en la izquierda al PCE. Como así fue.

 

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