ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  8 de abril de 2019
                               
 

Sevilla se despuebla

En Madrid se echaron el otro día miles de personas a la calle, llegadas de toda España para llamar la atención sobre un hecho demográfico y social hasta ahora no valorado en toda su crudeza y su ruina económica: gran parte de la España tradicional, esos pueblos de las provincias de Soria, Segovia o Palencia, se está despoblando. No queda casi nadie. En los pueblos de Castilla y de León no nacen niños, sólo hay gente mayor. Algunos no llegan ni a los cincuenta vecinos que por su edad a la fuerza serán cada vez menos. Se pedían medidas contra esta despoblación de España, atractivos económicos para que la gente joven se quede en los pueblos o vuelva. ¿Cómo va a volver, si no tienen donde trabajar y la agricultura y la ganadería, a la que estos pueblos sostenían antaño, ya apenas da para malvivir? Pasó aquella manifestación de tantas organizaciones preocupadas por la despoblación de España. Y ha ocurrido como con todas estas protestas que ocupan minutos y minutos en los telediarios: no se ha tomado medida alguna contra la situación sobre la que se llamaba la atención. Que yo sepa, en esas maquinas de tirar el dinero público que son los "consejos sociales" de ministros de los viernes, no se ha tomado acuerdo alguno para que Castilla no sea un páramo y León un desierto con las minas cerradas.

Pero no hay que ir tan lejos. No, no hay que meterse en carretera. Sevilla, lo que entendemos por Sevilla, el centro de Sevilla, también se está despoblando. Como los pueblos de Castilla. En los días sagrados que se acercan, cuando estén por el centro viendo cofradías, hagan una observación personal: miren la cantidad de balcones cerrados que hay, de pisos sin habitar. Sevilla se está despoblando en beneficio de los pueblos del Aljarafe... y de los pisos turísticos. A este paso, en el centro sólo vivirán los turistas de los pisos o los huéspedes de los siete mil millones de hoteles que o bien están haciendo ya, o bien está proyectado construirlos de aquí a dos años.

Y no hablo a humo de pajas. ¿Usted ha pasado por la calle Alvarez Quintero, entrando por donde la Costa Robles y saliendo hacia El Salvador? ¿Cuantos vecinos quedan en la calle Alvarez Quintero? ¿Y en Francos? ¿Cuantos sevillanos siguen viviendo en la calle Francos? ¿Y en Chicarreros? ¿Usted ha pasado últimamente por Chicarreros? Casi todos los locales comerciales cerrados y los pisos altos vacíos, sin un alma. Sólo cuando hay cola para entrar a algún acto de Cajasol por las puertas que dan a esa calle se anima aquello algo. Pero en el resto del día, miedo da pasar por Chicarreros. Y Chapineros, tres cuartos de lo propio. ¿Quiénes viven en esos pisos? ¿Y Acetres, por mucha casa de Luis Cernuda que este allí esperando, como Lázaro, que le digan que se levante y ande? ¿Y Lagar? ¿Y Rivero? ¿Quién vive en la calle Rivero, siempre como la boca del lobo?

No estoy refiriéndome a calles alejadas, sino al centro mismo de la ciudad. A lo que hasta ahora entendíamos por el centro. Que ha sufrido una transformación social quizá inadvertida. El que se ha despoblado sin que nadie proteste. Al revés, todo el mundo encantado con que el centro haya sido abandonado por los sevillanos y tomado por los turistas. En el centro no quedan ya más clásicas tiendas de los desavíos que los minimercados que abre Carrefour. En cambio, edificios de apartamentos turísticos y pisos turísticos sueltos, hay todos los que usted quiera. Que son los que quizá expulsaron a los sevillanos del paraíso del centro de Sevilla al que daban vida. En Sierpes mismo, ¿quién vive ya en la calle Sierpes? Y quien dice en Sierpes dice en Cerrajería. O en Cuna. Pero, claro, como esto no es Castilla, sino Sevilla, la imagen universal de Sevilla, la que vende ante el mundo, pues nadie protesta por este peligrosísimo fenómeno de despoblación.

 

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