Ojalá todas las futuras campañas electorales coincidan con la Semana Santa. Porque entre vacaciones y procesiones, entre tambores y bañadores, el respeto a los días santos y la dispersión de los votantes por las playas, la pesadez que suele ser una campaña se nos ha pasado en un periquete. Miro el almanaque que en estos días hemos tenido en Modo No Laborable y veo que las elecciones son ya el domingo que viene. Y se me viene a la memoria una frase que en Sevilla decir solemos en vísperas de Semana Santa, como preludio y anuncio de los días del gozo que acaban de terminar, cuando se abren los naranjos en flor y se empiezan a adivinar las señales inequívocas de la primera luna llena de la primavera: "Esto ya está aquí". Pues si, señores: esto de las elecciones generales ya está aquí, y que cada cual se aplique el cuento por la parte que le toca. Dentro de una semana vamos a decidir nada más y nada menos que el futuro de España. Sí, tal como suena, y no es que me ponga trágico, sino realista. Es mucho lo que nos jugamos en estas elecciones en las que apenas ha habido campaña electoral, por lo que la semana que hoy comienza será ella; verán ustedes lo que es bueno, entre el voto del miedo y el miedo al voto de determinadas opciones.
Esta tarde, en la plaza de toros de Sevilla, sonarán los clarines que anuncian que sale al ruedo el primer toro de la temporada: uno de Victoriano del Río al que habrá de lidiar y dar muerte El Juli. Esos clarines serán un símbolo de todo lo que sonará en España hoy: que las elecciones generales vienen con las de un miura. Algo malo, muy malo, ha debido de hacer España para merecer el castigo de estas elecciones en las que tanto nos jugamos, y que nos llegaron como la primavera del verso de Machado: "Nadie sabe cómo ha sido". La que nos espera esta semana no es para desearlo ni al peor enemigo. Una semana, además, de cinco días, porque el viernes acaba esta campaña que apenas ha existido y sonará, por no salir de los clarines de este Domingo de Resurrección, la hora de la verdad. Dura verdad, dudosa verdad, ultimas batallas de encuestas, últimos repasos de insultos a los adversarios convertidos en enemigos, últimas noticias falsas por las redes sociales, últimas llamadas a unos votantes a los que muchos toman por tontos, y lo peor es que en muchas ocasiones lo son, y basta con que echemos la vista atrás de los últimos lustros de la política española.
¿Y los "influencers", qué va a ser de ellos? Lo que más me ha sorprendido de estas elecciones es la cantidad de profesionales de la política sustituidos en las listas por señores particulares que se dedican a otras cosas, y que no sé cómo han convencido los partidos para que vayan de candidatos, porque viniendo de la empresa privada a la política siempre se le pierde dinero. Hay que tener mucho amor a España (o mucho odio a España, que haberlo, haylo), para abandonar rentables actividades profesionales y dedicarse a la política, a pesar de todas las mamelas parlamentarias del mes de enero enterito de vacaciones, de los viajes gratis total y de otros beneficios de sus señorías. Lo de los "influencers" propiamente dichos, no estos que van de cabeza de lista en muchos partidos y circunscripciones, me hace mucha gracia. Son señores o señoritas que, como en el viejo anuncio radiofónico sevillano de Calzados Garach, "imponen la moda". Se trabajan fundamentalmente el Instagram, donde muchos de ellos tienen más seguidores que el Real Madrid y el Barsa juntos, millones. Y sin causa justificada. Producto que usan y lucen es venta asegurada, éxito comercial. ¿Pasará igual con las elecciones generales, que los "influencers" cazados a lazo llevarán el éxito a sus partidos, en detrimento de los profesionales de la política? No sé. Lo que sí sé es que esto ya está aquí y es mucho lo que España se juega el domingo.
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