ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  4 de julio de 2019
                               
 

Gorigoris a Sevilla

Usted se lo habrá escuchado a muchos lectores de ABC, que te comentan:

-- Yo siempre empiezo a leer el ABC por el final, por las esquelas mortuorias.

Tienen urgentemente que cambiar esa frase tópica sobre este periódico, institución de Sevilla, pues ABC es como una Plaza de España de papel que en 1929 nos dejó la voluntad de don Juan Ignacio Luca de Tena para cumplir con el deseo de su padre, el fundador Don Torcuato, de que Las Tres Letras tuvieran una cabecera en la ciudad natal de sus amores. Les sugeriré lo que tienen que decir a los que empiezan a leer el ABC por las esquelas:

"Yo también antes empezaba a leer el ABC por el final, por las esquelas, por "los que se han quitado del tabaco", como dicen los de la guasa sevillana. Pero ahora empiezo a leerlo por la portada, porque casi todos los días viene algo de Sevilla que ha muerto, una tienda histórica que ha cerrado, algo muy nuestro que ha cambiado para siempre. No nos damos cuenta, porque es un fenómeno que estamos viviendo muy de cerca, pero Sevilla, lo que entendemos por Sevilla, o lo que hasta ahora entendíamos por Sevilla, se nos está muriendo todos los días en nuestros brazos. Sí, como el verso final de la "Epístola moral a Fabio". Terminación que a muchos nos recuerda el paso de Los Servitas o la Piedad del Baratillo: "Antes que el tiempo muera en nuestros brazos".

Todos los días muere un trozo de Sevilla, cierra algo de toda la vida. Por decirlo con el supremo lenguaje del alma de las sevillanas, hemos pasado del "hemos cruzado los brazos y Sevilla se nos va" al "algo se muere en el alma cuando un amigo se va". Y algo se le muere cada día a Sevilla en esas noticias que no vienen con la orla de luto de una esquela mortuoria del modelo 5, ni anuncian velatorio alguno en el tanatorio de la SE-30 (que se escribe "SE-30" y se pronuncia "Ese Treinta"), sino que son las tristes noticias nuestras ya habituales y cotidianas del cambio que estamos viviendo. O las que nos hacen pensar, ay, en la Sevilla que se fue. Por ejemplo, la que venía antier y ayer comentaba un lector en una carta: el justísimo homenaje al restaurador don Rafael Juliá. Sí, Juliá el del Puesto de los Monos, el hijo de la también muy trabajadora Doña Pilar, la viuda del encargado del Café París de La Campana, que estuvo hasta cerca de los cien años todos los días yendo a su trabajo. Juliá fue el que inventó en Sevilla el cátering, y ya ven la cantidad de ellos que hay ahora: pero falta él. Como en los "ubi sunt" de los poemas latinos o en las coplas de Jorge Manrique por la muerte de su puñetero padre, habremos de preguntarnos: del Puesto de los Monos, ¿qué se hizo? Y ayer mismo venía la noticia del cierre, ay, del Colegio El Trébol, y tenemos que volver a los "ubi sunt" latinos de los gorigoris a Sevilla: del griterío de los niños en aquel chalé de la avenida de la Cruz del Campo, ¿qué se hizo?

Pasas por la calle Sierpes, y en esta Sevilla donde antes nos conocíamos todos, aunque fuera de vista, ya nadie conoce a nadie, con tanto güiri arrastrando maletas de ruedas o haciendo cola ante el Alcázar, con todo el solazo. Cada día algo se le muere a Sevilla. No es una "muerte anunciada" como la tópica cita del título de García Márquez; la de Sevilla es una muerte a plazos. De modo que los que vuelven a la ciudad después de haber estado años fuera de ella, ni la conocen ni la reconocen. Antes, como digo, las esquelas venían en el ABC en las paginas de atrás y era por señores particulares. Ya vienen en casi todas las páginas, portada incluida, y son por Sevilla misma: información local, cultura, espectáculos, cofradías, toros, economía. Son las esquelas que Sevilla se pone a sí misma. Es un largo, dolorido, sentido, gorigori por una ciudad que dice nos adiós, que creíamos que iba a cambiar con la Expo 92 y que ha adoptado otro modelo, no sé si mejor o peor, veinticinco años más tarde, y que empezó cuando hicieron peatonal la Avenida de la Constitución. Ya no sólo hay que escribir gorigoris por los sevillanos que se van. Ahora hay que hacerlo por la propia Sevilla que se nos está muriendo cada día sin que nos demos cuenta.

 

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