ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  7 de septiembre de 2019
                               
 

Sevilla está sucia

Esto no es un falso testimonio perfectamente programado, como las del "Me Too" le están levantando infundios a Plácido Domingo, que cada lunes y cada martes sale una antigua cantante acusándolo de satirón. Esto es una verdad como un templo patriarcal y metropolitano. O sea, como una catedral: Sevilla está sucia. Sucia es poco. No digo esa tontería al uso de "sucia, no: lo siguiente". Digo que está más que sucia. Muy sucia. Y, lo que es peor, nunca los sevillanos hemos tenido esta intensa sensación colectiva de la suciedad de la ciudad. Es más: a la vuelta del veraneo habrá usted observado que los sevillanos han encontrado a su ciudad más sucia todavía. Y lo dicen.

No me invento nada si digo que nunca Sevilla ha estado tan sucia. Nunca hemos visto tantas baterías de contenedores convertidos en sucursales de vertederos; ni tantas papeleras en las que no se puede echar ni la envuelta de un chicle, porque está hasta la mismísima corcha. Y del suelo llamo la atención sobre tanto papel tirado y por barrer, tanta colilla, tanta lata de cerveza arrojada por un gamberro, tanta botellona de la francachela de hace tres noches todavía abandonada en un portal sin que nadie la recoja. Y de los alcorques, ni te hablo. De los vacíos y de los que tienen la suerte de un árbol. La gente, que es guarrindonga por naturaleza (aunque tenga su propia casa como los chorros del oro) le ha dado una utilidad a los 27.000 alcorques vacíos de Sevilla: convertirlos en papeleras. Allí hace siglos que un barrendero no mete una escoba.

¿Y lo pringoso que está el suelo? Sí, aparte de sucio, el suelo de muchísimas calles está como pringoso, pidiendo a gritos un baldeo que nunca llega. Los manguerazos que perdimos. ¿Cuánto hace que no aparece un regador por esas calles del centro para pegarle a aquello un baldeo en condiciones? Punto en el que caigo en otro: ¿usted ha visto alguna vez a alguien regando un árbol? Los árboles de Sevilla, ¿quién los riega? ¿Cómo se riegan? Gomas negras de riego por goteo no se ven, sólo basura en sus alcorques y una tierra completamente reseca. Ya tiene que haber agua en el subsuelo, por donde siempre dicen que antiguamente pasaba un brazo del río, como para que no se hayan secado los árboles de las calles, en esta dendrofobia que nos ha entrado. Y de las plazas, plazoletas, parques y jardines, ni te cuento. ¡Qué pena dan ver esos hermosos arriates de arrayán de muchos jardines llenos de basuras, de cascos de botellas, de latas de refrescos, de plásticos de los paquetes de pipas! ¿Y como está el Parque? La gente añora cuando con Soledad Becerril estuvo Sevilla más limpia que nunca. O sin ir tan lejos, cuando hace apenas tres o cinco años no era Sevilla toda un inmenso basurero, en el que no he visto más demagógicas máquinas barredoras amarillas que no barren nada, sólo van dando barzones con el pitito, para dar la sensación de que son muchas, como los moros de Queipo, a la vista de cómo están las calles. Esas máquinas amarillas barren una y otra vez la Plaza Nueva, para justificarse ante el alcalde, pero ya está. No hay quien haya visto una por un barrio, que es donde hacen falta.

El caso es que Lipasam, cuando se pone, limpia mejor y más rápido que nadie. ¿Han visto la Cabalgata? Pasa la carroza de Baltasar y detrás vienen siete mil máquinas y efectivos barrenderos que dejan aquello como si nada hubiera pasado, ni se te pegan los zapatos en los caramelos, porque los quitaron todos y baldearon. Con la cera en cuanto pasa la Semana Santa, igual. Y con las cofradías, ni te cuento. Todas las cofradías tienen un tercer paso, que es la organización de Lipasam cerrando el cortejo y dejando aquello como los chorros del oro. Luego ahí está la solución, señor presidente del Ateneo. Cuando se quejen los vecinos de lo sucio que está un barrio, que vaya la carroza del Rey Negro, verá lo pronto que Lipasam va detràs, dejando aquello como debía de estar siempre de reluciente. Aquella Ciudad Verde a la que dejaron sin árboles es una nostalgia. Como es una queja generalizada lo sucia que está Sevilla. Más que ha estado nunca.

 

 

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