ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 11 de octubre de 2019
                               
 

Castañero a 32º

Sevilla tiene diversos almanaques, líricos almanaques que señalan la llegada de las estaciones. De la fragancia de los naranjos en flor, ni te hablo. De los primeros vencejos que cruzan veloces entre los arbotantes de la Catedral, ni te cuento. Escribo de algo más realista, menos poético, pero tan tradicional: el primer puesto de castañas asadas cuyo blanco humo vemos ascender, como un incienso laico, por la calle Martín Villa. En Madrid, era un clásico en el periodismo de crónica local "el artículo de las castañeras", que las recibía cada año con tinta de rotativa como un símbolo de la llegada de los fríos del otoño, cuando el 1º de noviembre los uniformados porteros encendían las calificaciones en los pisos del Barrio de Salamanca y era todo como un anuncio del afianzamiento de un otoño de Todos los Santos, de secas hojas caídas, de primeros abrigos.

En Sevilla no hay castañeras. Hay puestos de castañas, que no es lo mismo. Y suelen ser señores los que las venden en sus cartuchitos. Aquí no tiene vigencia la letra de los caracoles que cantaba Don Antonio Chacón en la gran calle de Alcalá, "cuando suben y bajan los andaluces". El cante que da el blanco humo del puesto del tío de las castañas, casi fumata vaticana del "habemus autumnus", no tiene aquí ese tinte lastimero, "desafiando la nieve y el frío". Aquí lo que tiene que desafiar este año el tío de las castañas asás, fiel y exacto con el almanaque de las tradiciones, puntual como los alguacilillos en la puerta de cuadrillas y el cerrojazo de la plaza del Arenal, es, paradójicamente, la calor.

A pesar de los Lagoh, de las altas palmas que no son de Domingo de Ramos, de la Torre Pelli, de la dispersión comercial de la ciudad en mancha de aceite por su alfoz, La Campana sigue siendo La Campana: alma, corazón y vida de la ciudad, como La Venera o el kilómetro cero de lo que Sevilla fue un día, cuando había otro modelo de ciudad, otros esquemas de vida más deliciosamente provincianitos. Y allí a La Campana es donde todos los años, por estas fechas, llega el primer puesto de castañas asás. Esos puestos hechos con una batea sobre las ruedas de una bicicleta vieja, que recuerdan antiguas locomotoras de vapor de la estación de Plaza de Armas con su blanquecina chimenea siempre echando el humo de asar los brillantes frutos de media Sierra de Aracena o de Cazalla.

"Que llueva o que ventee/o que haga frío,/la Hermandad de Triana/va pal Rocìo". Bueno, pues el ritual tío del puesto de castañas de La Campana es lo mismo, pero este año con la calor. Señores: a pesar de los 32 grados que hace en este otoño con tan tenaz vocación de verano, el tío que asa castañas ya ha plantado su puesto en La Campana. No está "con tus zapatos y tus medias calás aguantando la nieve y el frío", como en la letra de los castañeros caracoles de Chacón. Está el hombre como hay que estar con 32º y estas insólitas calores de un "veranillo de San Miguel" que está llegando a ser el "veranazo del Pilar". Si quieren ver una escena insólita, vayan a La Campana a ver al señor del primer puesto de castañas: está como en la playa, en pantalones cortos y camiseta, verano puro, asando sus castañas y vendiéndolas en la batea de su puesto de la blanquecina chimenea del fogón, invierno puro. Es como la lucha de un verano que se resiste a irse, y cuyo uniforme oficial de pantalón corto viste el castañero, y un otoño que cumple con su ritual obligación de encender los puestos de castañas por el centro en cuanto se va acercando noviembre.

¿Cambio climático? A este paso, tal como está este tiempo loco, loco, loco, que no cumple con su obligación de mandarnos el frío que corresponde ya al almanaque, habrá que cambiar los tradicionales puestos de castañas por los de higos chumbos. Sea como fuere, cumplir con la tradición se llama la insólita estampa del tío de las castañas asás en La Campana, en bermudas y camiseta, cumpliendo el ritual de lo que tiene haber por estas fechas, la fumata blanca del "habemus autumnus". ¡Toma castaña!

 

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