ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  14 de noviembre de 2019
                               
 

Espadas, precursor

Aseguran que Pedro Sánchez, desde el mismísimo domingo electoral por la noche, tenía clara su coalición con la ultraizquierda de los comunistas bolivarianos de Podemos. Eso no es nada de visión anticipada de las cosas. Aquí en Sevilla tenemos a un señor que lo sabía mucho antes, que lo adivinó, lo presintió, lo barruntó, que se anticipó. Dicho en sevillano: que se olió la tostá de por dónde iban a ir los tiros y le faltó tiempo para ponerse en el mejor sitio y en el mejor momento. Ese señor es el alcalde, don Juan Espadas. Cuando para abrobar los presupuestos Espadas, al que sólo le falta un escaño para la mayoría absoluta, en vez de apoyarse en el PP o en Ciudadanos, pidió el voto de Podemos nos extrañó muchísimo a todos, que lo teníamos hasta entonces por un socialdemócrata moderado, que se llevaba muy bien con la derecha sociológica sevillana, que incluso lo votó para que no tuviera, como en su primera legislatura, que depender de los ultraizquierdistas de Podemos. Extrañó que el alcalde Espadas desenvainara los radicalismos, se olvidara de su moderación y de la derecha real que seguro que lo sigue apoyando, y se echara en brazos de Podemos, o como se llame Podemos en el Ayuntamiento, que ni me acuerdo ni viene al caso; total, si es lo mismo.

Hasta tal punto escandalizó que Espadas tirara de Podemos para aprobar los presupuestos, que Beltrán Pérez el del PP dijo lo que casi todo el mundo pensaba, o al menos la derecha sevillana que el domingo, verbigracia, se volcó con Vox: "Espadas ha entregado a Podemos las llaves de la ciudad e hipotecará a Sevilla, al haberse radicalizado a la izquierda. Ha engañado a la ciudad al presentarse como una opción moderada, capaz de negociar con cualquiera, cuando ha cerrado las puertas a cualquier tipo de negociación a con otros grupos, al tildarnos de bloque de derechas y al descalificar la posición política de estos grupos. Este pacto condicionará la vida de miles de sevillanos a través de «posicionamientos dogmáticos e ideológicos»."

Ahora tenemos la clave de todo. Dije entonces que Espadas estaba mirando por el rabillo del ojo a Sánchez, para, como en el cante, no perderle la cara, "si la pone mala o buena". Tanto se ha alineado Espadas en el bando de Sánchez, que jamando partía se olió la tostá, y seguro que para sus adentros diría, en plan Fernando VII: "Marchemos todos juntos, y yo el primero, por la senda de pactar con Podemos para poder gobernar en plan "estamos muy a gustito"." A Espadas no le hizo falta esperar el resultado de las elecciones generales que su partido volvió a ganar el domingo en Sevilla, porque se olía que la estrategia del guru Iván Redondo, el Arriola de Sánchez, le iba a salir redonda en su pacto con Podemos.

Espadas, pues, se ha adelantado. No es que le entregara las llaves de Sevilla a Podemos. Le entregaba a Sánchez las llaves del futuro, para que supiera cómo abrir el bloqueo, en plan huevo de Colón con la sopa de letras del camarote de los Hermanos Marx en que se ha convertido el Congreso tras las elecciones del domingo. Las del insomnio, sí. El insomnio ha cambiado de almohada. Sánchez, que dice una cosa y hace la contraria, afirmó que no pactaría con Iglesias ni quemado, que le quitaría el sueño tener a Podemos en el Gobierno. Pues, toma: de lo dicho no hay nada y a los que nos tiene quitado el sueño ahora es a los españoles. ¡La que se nos viene encima!

Me imagino que esto de que Espadas haya sido precursor del Abrazo de la Vergüenza entre Sánchez e Iglesias tras la negociación exprés será premiado desde las alturas de Ferraz. Espadas asegura que no se volverá a presentar a un nuevo mandato de alcalde. Me huelo por qué: porque probablemente será el candidato de Sánchez a la Junta para que, tras los abrazos correspondientes con la ultraizquierda, eche a Moreno Bonilla y se quede de presidente en San Telmo, y pase de un extremo a otro de la Avenida, de la Casa Grande a la dalia de los Montpensier. De todas formas, enhorabuena, señor alcalde, por ese olfato suyo en adelantarse para ver por dónde iban a ir los tiros en la destrucción de lo que hasta ahora entendíamos por España.

 

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