ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  20 de enero de 2020
                               
 

Como un Gatopardo

Quizá cuando derribaron las puertas y murallas en tiempos de García de Vinuesa. Quizá cuando se empezó a hablar de la Exposición Iberoamericana de 1929, la ciudad se expandió hacia el Sur y se abrió la Avenida, al modo de la Gran Vía madrileña, y también al modo de la capital se urbanizó, con ensanches, la Puerta Jerez, la que se le puso una Cibeles a la sevillana, que fue la llamada Fuente de los Meones, por su verdadero nombre de la Matrona Híspalis, de Delgado Brackembury. O a lo mejor antes de estos antes; no sé, cuando Sevilla fue Puerto y Puerta de unas Indias recién descubiertas, parada final de la flota de la Carrera de Indias, verdadera capital del Imperio. Vuelvo la vista atrás sin ira, con curiosidad y perplejidad, para adivinar con qué momento de su Historia podemos comparar el que está viviendo ahora Sevilla. Que, como lo tenemos ante los ojos y como lo cambios se producen día a día y casi hora a hora, no nos damos cuenta. Sevilla está cambiando. Ha cambiado de piel y de modos de vida, de costumbres. Estamos viviendo un fin de época y un comienzo de era. No sé si peor o mejor. Distinta. Quedan, sí, los invariables castizos, que diría Chueca Goitia, de nuestras tradiciones. Pero son como piezas museo vivientes en algunas ocasiones. La realidad es que la vida cotidiana en Sevilla ha cambiado. Ya es otra la ciudad misma, sin que nos demos cuenta del proceso que estamos viviendo.

Pensé todo esto viendo el símbolo de la casa de la Marquesa de Nervión en la calle Amor de Dios, que a su muerte legó a la Cruz Roja Española, entidad que estuvo allí un tiempo, que la dejó abandonada y que ahora alquila para rehabilitarla como hotel de lujo. Mejor símbolo del cambio de piel de Sevilla, económico, social, no hay. ¡Con lo que fue esa casa! Sevilla no eran sólo las grandes casas, la de Medinaceli en Pilatos, la de Alba en Dueñas, la de Osuna frnte a los Villapanés junto a la iglesia de Santiago. Eran también estas otras importantes casas de la nobleza y burguesía, como la que comento, que llamaban "Casa de María Nervión": de María Mónica de Ateche y González-Careada. Un centro de la sociedad de Sevilla, donde acudíeron Grace Kelly y Rainiero de Mónaco cuando la gran fiesta de la Cruz Roja en Pilatos. O Carmen Polo de Franco. O Doña María, la Condesa de Barcelona. Cuando la Cruz Roja era la de los hospitales de Capuchinos y de Triana, ayudada por la mejor sociedad sevillana, en la que el historiador José María de Mena iba orgullosísimo con su uniforme de capitán de las Tropas Voluntarias que acudían con sus camilleros al fútbol y a los toros.

Cómo sería de grandiosa esa casa de María Nervión que allí estaba el histórico cuadro monumental de Santiago Martínez con la escena de la inauguración de la Exposición Iberoamericana y que, supongo que por donación de la Cruz Roja, ha ido a parar a Salón del Almirante del Alcázar. Y quien dice la casa de María Nervión dice otra igual la época, la de Ignacia Lasso, Marquesa de los Ríos, ahora conocida como Casa Fabiola, donde se ha albergado el museo de la Colección Bellver.

Era la Sevilla del lujo en la Plaza Nueva, donde se quiso hacer una Calle Serrano a la sevillana tras la demolición de lo edificios originales de la ordenación de ese espacio en el XIX tras el derribo del Convento de San Francisco. Era la Sevilla que tenía un centro más que definido en La Campana, provinciana, agraria, con los tratantes de ganado y de grano a la puerta del Mercantil en la calle Sierpes. Una Sevilla con el muelle funcionando al lado mismo de la ciudad. Y no en triste blanco y negro, sino con todo el color de las láminas de Navarrete que ahora entrega ABC. Esas láminas quizá sean la papeleta mortuoria, una "esquela de ABC" más, de una Sevilla que ha muerto, que se ha transformado, que ha cambiado de piel. Y el símbolo es la casa de María Nervión. Que la casa de María Nervión, con lo que fue en Sevilla la casa de María Nervión, vaya a ser un hotel es un capítulo más de este Gatopardo que estamos teniendo la suerte o la desgracia de vivir, pero que como lo tenemos tan cerca y va tan rápido, ni nos damos cuenta. Sevilla es un Gatopardo sin un Lampedusa que lo escriba.

 

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