<
  

 

  


ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  10 de abril de 2020
                               
 

Que está el Señor muerto

Verdaderamente en aquellos ya lejanos años la ciudad estaba "sosegada y en calma", como el asistente, acompañado por una sección de la Guardia Civil en la Ronda, entre El Valle y Pasión, le había dicho al Cabildo Catedral y al Consejo de Cofradías en el control de la Puerta de los Palos la tarde del Jueves Santo. Toda Sevilla estaba en silencio. Era cuando las sillas de la carrera oficial se ponían y quitaban todos los días y se apilaban en las aceras, y por las mañanas había por el centro circulación rodada, incluidos los tranvías que entraban desde la Plaza Nueva, El Duque o La Encarnación. Pero desde el Jueves Santo por la mañana era distinto. No se quitaban las sillas cuando pasaba la última del Miércoles Santo, quedaban dispuestas en sus parcelas y filas como actualmente todos los días de la Semana, y era cortada la circulación en la Puerta Jerez, en la Puerta Osario, en la Alameda. Todo cerraba desde el Jueves Santa por la mañana al Sábado de Gloria, pues hablo de antes de la reforma litúrgica de la Semana Santa del Papa Pío XII en 1956 con el establecimiento del Sábado Santo.

Toda Sevilla estaba en un inusual silencio. Cerrados todos los comercios, sin circular los coches, sin los taxis en sus paradas del Salvador, de la calle Alemanes, de la Plaza Nueva. Cerraban los cines. Cerraban los teatros, preparados todos para los grandes estrenos de la temporada, que eran el Sábado de Gloria.

En Sevilla había un extraño silencio. La radio sólo emitía música religiosa y apenas "El Parte" obligatorio de conexión con Radio Nacional. Era el Viernes Santo, habían ya entrado las cofradías de la Madrugada, y la ciudad aparecía tan muerta como el Señor, apenas rota por la corporación municipal que, bajo mazas, acudía a los Oficios en la Catedral. No se veían, como el Jueves Santo, las mantillas de las visitas a los sagrarios. En el Trascoro de la Catedral, el inmenso aparato de arquitectura efímera del Monumento de Florentín guardaba al Santísimo, y allí era donde, pareja a pareja, se habían arrodillado todos los nazarenos de las cofradías de la Madrugada.

Sevilla sonaba distinta. En la Giralda, en lugar de las campanas de la alegría, sonaba la carraca del luto por el Señor muerto, que a la tarde habríamos de ver en la impresionante escenografía del paso de la Sagrada Mortaja, con sus dieciocho ciriales por delante.

Y si, niños como éramos al fin y al cabo, correteábamos y jugábamos por la casa, y gritábamos en nuestros entretenimientos hasta la hora de que nos llevaran a ver las cofradías de la tarde del Viernes Santo, siempre nos reprendían:

-- ¡Niños, no gritéis, que está el Señor muerto!

Esta Sevilla desierta de hoy, sin cofradías, sin nadie con el cuerpo roto de venir de ver las de Madrugada, sin puestos de calentitos abiertos, apenas sin un solo coche por la calle, sin un taxi, sin un autobús, con todos los comercios cerrados, incluso los bares, sin hoteles y sin turistas, me ha recordado aquella antigua Sevilla de luto por el Señor muerto de los Viernes Santos, "siendo yo niño y muchacho", como dice el romance viejo de Abenámar. Más luto veo en el ambiente de este Viernes Santo sin cofradías de ahora que en aquellos lejanos de mi infancia y adolescencia, sin tranvías, sin gritos, sin campanas, con el Santísimo reservado en los monumentos de pájaros canoros de la plata de los conventos, y sin nada que no fuese sacro. ¿Por qué este luto de Viernes Santo tan triste, en que los carreteros le pedimos Salud a nuestro Cristo de la capilla de los Toneleros? Sí, está el Señor muerto. No gritamos. No se oye una voz en la calle. No pasa nadie. Todo está cerrado. Sevilla sosegada y en la calma de la muerte y del dolor. Y cuando voy a poner la televisión, que va por libre, a lo suyo, a defender a un Gobierno inepto al que la crisis sanitaria y económica del Covid-19 se le ha ido de las manos, es como si escuchara la voz de la tata vieja que me reprendiese:

-- ¡Niño, no pongas la televisión, que está el Señor muerto y junto a Él se han ido casi quince mil españoles sin que sus familias hayan podido siquiera despedirlos!

 

Correo Correo Si quiere usted enviar algún comentario sobre este artículo puede hacerlo a este correo electrónico

         

 

 

                                      Correo Correo            

Clic para ir a la portada

¿QUIÉN HACE ESTO?

Biografía de Antonio Burgos


 

 

Copyright © 1998 Arco del Postigo S.L. Sevilla, España. 
¿Qué puede encontrar en cada sección de El RedCuadro ?PINCHE AQUI PARA IR AL  "MAPA DE WEB"
 

 

 


 

Página principal-Inicio