Hay dos ritos sevillanísimos, de uno de los cuales, muy literario, se ha escrito mucho, por la emoción que encierra. Pero creo que el otro está inédito. El conocido es el rito de cuando el sevillano, el día que sale su cofradía, su madre, o su hermana, o su novia, le dispone sobre la cama la túnica perfectamente planchada, con su antifaz puesto en el macho del capirote, con su capa y su cíngulo, o con su enrollado esparto. Este ritual de la túnica del nazareno sobre la cama, tiene casi la misma liturgia civil que en el toreo cuando el mozospás coloca el vestido de luces, el chalequillo, las medias, la faja, la camisa, el corbatín y las zapatillas sobre una silla en el cuarto del hotel donde se viste el diestro.
Pero en la liturgia sevillana de las túnicas que quizá un día hayan de servirnos de mortaja hay otro rito del que se ha escrito poco. Es ese momento emocionado y solemne de la Cuaresma, en que la madre, o la hermana, o la hija del nazareno baja la túnica del altillo del armario. Este año, ay, ¡qué pocas túnicas se han bajado de los altillos de los roperos sevillanos! Están allí, como el arpa de Bécquer, esperando que se pasen estas presentes desgracias y venga otro año, otra alegría, otra emoción, en que se bajen las túnicas de nazareno del altillo cuando los naranjos estén en flor.
Pregúntenme lo que quieran de túnicas en el altillo y de armarios en general. Lo sé todo. Las horas muertas del confinamiento han sido aprovechadas por muchísimas sevillanas, como si todas se hubieran puesto de acuerdo, para algo que les daba mucha pereza: arreglar armarios. ¿Cuántos armarios se han arreglado en estos días del confinamiento? Lo sé por el rompeolas de armarios arreglados que también a usted le habrá llegado. Más de una amiga, más de un familiar, nos han mandado escaneada por el teléfono mòvil una vieja fotografía y nos han dicho:
-- ¡Mira que foto me encontré ayer arreglando armarios!
Y luego, en otros mensajes o en el mismo, las preguntas:
-- ¿Quien es ese señor vestido también de nazareno que está junto a abuelo en la delantera del paso de la Virgen de la Hiniesta antes de la salida?
¿Y la de fotos militares que han salido de estas tardes de las sevillanas arreglando armarios? ¿Cuántas fotos de lejanas juras de bandera en Tablada o Cerro Muriano nos han llegado? Con su pregunta correspondiente:
-- El abuelo, ¿es el que está en esta foto jurando bandera? ¿De qué es ese uniforme? ¿Tú sabes dónde hizo la mili?
Hasta "la verde" del abuelo, la cartilla de licenciamiento en el servicio militar obligatorio, se han encotrado en estos arreglos de armario. ¡Qué cantidad de rarezas y curiosidades había en los roperos sevillanos que se han arreglado como distracción dan estos días? Ya he contado que de viejas fotos familiares, con o sin lata de carne de membrillo, todas las que quieran. ¿A cuántos parientes lejanos o amigos de los abuelos hemos tenido que identificar en estas fotos? Pero es que ha aparecido también el primer traje de flamenco de niño de José Manuel, que su abuela se lo compró en Vilima. Y ha aparecido, ¡la tarjeta de compras de Galerías Preciados! Y una vieja mantilla ya apulgarada, la primera que se puso Maricarmen aquel Jueves Santo que salió con su novio a visitar sagrarios. ¿Y del Rocío? ¿Cuántas viejas faldas rocieras han aparecido?
No lo sabían las sevillanas, pero la que menos tenía un pequeño "Jueves" en sus ahora ordenadísimos armarios. ¡Anda que no se han tirado a la basura cosas inservibles, que se guardaron por si alguna vez hacían falta? ¿Y antiguas máquinas de fotos, que algunas valen un dineral para los coleccionistas? Sin que quiera ofender a nadie con la comparación que puede parecer sexual, diré que en estas aburridísimas tardes del confinamiento, hay muchìsima Sevilla que ha salido del armario, con las sevillanas arreglándolos. El famoso armario del cartel de Fiestas de Nuria Barrera de hace cuatro años era un dechado de orden al lado de lo que las sevillanas se han encontrado en esos roperos a los que tanta pereza les daba meterles mano.
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