ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  22 de mayo  de 2020
                               
 

La mascarilla como metáfora

Ayer, aunque nadie se esterase, fue el Día de la Ascensión. Antaño festivo en España, como sigue siéndolo en la católica Baviera. Ya sólo un recuerdo en el dicho: "Tres Jueves hay en el año/ que relucen más que el sol/: Jueves Santo, Corpus Christi/ y el Día de la Ascensión". Y como este año nos quedamos sin Domingo de Ramos, parece que los sevillanos lo hubiésemos cambiado por este jueves laborable de la Ascensión. Porque ayer, como si fuese un Domingo de Ramos retrasado, todo el mundo estrenó obligatoriedad de mascarilla. Muchas, nuevecitas. De estreno. De todos los modelos. Hasta de diseño, con la bandera de España, como en las vespertinas caceroladas contra el Gobierno. O con lunares, como ese traje de flamenca que no pudo estrenarse para la Feria y que ya el año que viene le va a estar chico a la niña, Pepe.

Las mascarillas, desde ayer, son obligatorias. A buenas horas, mangas verdes. Tenían que haberlo sido desde que el bicho andaba por China y acababa de saltar a Italia. Pero entonces Don Simón el de la Rebequita y muchos miembros del Gobierno en cuyo nombre habla con tan poca convicción y mete trolas espantosas, nos dijo que las mascarillas eran superfluas, que no servían para nada. Ahora, al humo de las velas, cuando ya vamos camino de los tres meses de confinamiento y de supresión de libertades por el Estado de Alarma, nos sale el Gobierno, qué cosa más rara, con la verdad. Y reconocen que entonces, al principio de esta hecatombe, dijeron que las mascarillas no servían para nada y no había que usarlas por la sencilla razón de que no había suficientes para todos, que no lo habían previsto ni las habían comprado. Lo que repetían en las farmacias cuando preguntabas:

-- No, mascarillas no tenemos. Tenemos guantes, si quiere usted, pero mascarillas no nos quedan.

Incluso en algún hospital sevillano con enfermos de Covid se prohibió que el personal auxiliar usara mascarilla, "para no crear alarma". Pues ahí tenéis la alarma, hijos míos: cerca de 30.000 muertos, y eso según las cifras oficiales, que dicen que son más todavía. Por no haber usado las mascarillas cuando había que ponérselas, y no ahora, cuando hay ya tomadas más medidas que en el probador de O´Kean.

El engaño con las mascarillas y su tardío reconocimiento de que hubo tal mentira es la perfecta metáfora de lo que le está sirviendo al Gobierno este Estado de Alerta que nos ha traído, con la enfermedad y la muerte, la ruina más absoluta, la deuda pública más insoportable, la caída del PIB, el cierre de tantas empresas. El Estado de Alerta le está sirviendo al Gobierno para muchísimos temas que nada tienen que ver con el Covid. Sin ir más lejos, para derogar con nocturnidad la Reforma Laboral que tantos problemas hubiera ayudado a solucionar, con el paro que tenemos encima por culpa de ellos mismos. O para pactar con quienes quieren y como quieren. Para hacerlo todo improvisada y súbitamente, tomando el BOE por el pito de un sereno para hacer y deshacer a decretazo, sin el menor control parlamentario de la oposición, sin consultar con nadie de los afectados por las medidas que, por su cuenta, deciden tomar. Para saltarse el Estado de Derecho con el pretexto del Estado de Alarma y lucrarse, como de hecho padecemos, de un Estado de Excepción. O sea, todo como las mascarillas: la mentira como arma de gobierno. De "gobernanza", como se estila decir. O de "cogobernanza" con las comunidades autónomas, que es la fórmula que se han inventado para quitarse de encima muchos mochuelos de los problemas e injusticias de la "desescalada", que veremos qué pasa con Málaga y con Granada en la Fase 2. Y los españoles, tragando y obedeciendo dócilmente. Ni la peor dictadura tuvo casi tres meses encerrada a toda la población sin que rechistara, más que en esas vespertinas caceroladas que, al final, hasta les sirven, para repetir los tópicos del Efecto Plaza de Colón y decir que todo es cosa del "trifachito". En el que bien que les ha servido Ciudadanos por cierto para engañar con la Reforma Laboral. O que sirven para que el rufián de Rufián diga que a las caceroladas van los pijos "cayetanos" del Barrio de Salamanca (aquí seria de Los Remedios) a armar ruido con la cubertería de plata de mamá.

 

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