ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  3 de julio  de 2020
                               
 

El cartel de Sanlúcar

Como dice le letra del tango gaditano de salutación a Sevilla, "con el sombrero en la mano/como persona de diplomacia", empiezo haciendo el debido elogio a Sanlúcar de Barrameda. El puerto de mar que Sevilla quiso ser. Que es como una parte de Sevilla, con su río que ya quiere ser mar, con el hermoso horizonte del Coto de Doñana al fondo, con los paisajes incomparables de La Jara, con sus araucarias y más América dentro que cuantos galeones de la Carrera de Indias vieron partir. Hago el debido elogio de Sanlúcar porque en ningún otro lugar de España, ni cuando San Sebastián era la Corte veraniega de Don Alfonso XIII, se da un espectáculo de la belleza y el refinamiento de las carreras de caballos por la orillita del mar con marea vacía, casi a sol puesto, como en una estampa antigua de homenaje a los Montpensier que tanto engrandecieron la ciudad. Cumplen 175 años las carreras de caballos de Sanlúcar a la orilla del Atlántico y parece que por ellas no ha pasado el tiempo, con su hospitalidad en los palcos, con la candidez de las casetas de apuestas que los niños montan en la arena como un juego que no creo que haya otro en el mundo, como este privilegiado hipódromo de la mar y del río, del sol puesto y del telón de fondo de Doñana, de las fondeadas barquillas bamboleándose como un cante de ida y vuelta.

"Las carreras de Sanlúcar", como las hemos conocido abreviadamente desde siempre, tenían dos ciclos, me parecen que dictados por la luna, o sea, por las mareas, llenas o vacías según la hora del atardecer elegida para el espectáculo único en este hipódromo de arena donde parece que de un momento a otro va a aparecer una institutriz francesa que trabaja para los Duques de Montpensier, con su sombrilla y su blanca pamela. Los dos ciclos de las carreras de Sanlúcar eran a comienzos y a finales de agosto, en fechas movibles, como todas las grandes fiestas de nuestra tierra, como el Domingo de Ramos, el Corpus o la Feria. Las fiestas a fecha fija son cosa de por ahí arriba. Lo nuestro es preguntar:

-- ¿Cuándo caen este año las carreras de Sanlúcar?

Pues también por culpa del dichoso Covid, caen en fecha de sólo tres jornadas, y no en dos ciclos como siempre: el 18, 21 y 28 de agosto. Pero aún, según leo, están "a la espera de autorización" a la Real Sociedad de Carreras de Caballos de Sanlúcar, ligada a los más ilustres apellidos vinateros de la ciudad, que te suenan siempre a bodega antigua y a nombre impreso en la etiqueta de estética añeja de media botella de manzanilla. O de las marcas locales que sólo se conocen y consumen allí, en el propio Sanlúcar, que me parece que es un recuerdo a lo que se decía antes: "Menos a Sevilla, que va por el río y muy despacio, la manzanilla viaja mal y se remonta". Dicho en la letra de un cante: "Nunca está mejor el árbol/que en tierra donde se cría".

Pero las carreras de Sanlúcar, ay, y aquí viene la leña, y aquí se acabó el sombrero en la mano de las personas de diplomacia, han caído en la epidemia de la "cartelitis maestrante" que nos invade. En la moda de los mamarrachos de cartel que los maestrantes de Sevilla, para pasar por modernos y que no les digan carcas, encargan a pintores de fama internacional, pero que no tienen nada que ver con lo que entendemos por un anuncio de los toros. Quiero decir el pecado, pero no el pecador, por el respeto que le tengo como artista, pero los carteles de las carreras de Sanlúcar han caído en la moda de la mamarrachez de un pintor moderno famosísimo, como los de los toros en Sevilla. Son una serie de cabezas de caballos que muy bien podían anunciar, ¿qué digo yo?, los del Partenón, o los de San Marcos de Venecia, más que las montpenserianas y románticas carreras de Sanlúcar. Será muy moderno, y la Real Sociedad de Carreras estará muy contenta con él, pero ese cartel tiene que ver con Sanlúcar y sus caballos galopando en la bajamar lo que yo con la liturgia mozárabe. Todo se pega, menos lo bonito. De todos modos, ojalá autoricen las carreras, a pesar del mamarracho de cartel, donde ni sale Sanlúcar, ni sale la bajamar, ni huele a langostinos, a ortiguillas, a manzanilla y a convidás en los palcos, ni nada de nada.

 

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