ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  16 de julio  de 2020
                               
 

Chaquetitas azules

No quiero mentar sogas en hogares de ahorcados, y eso que a Sevilla parece que le han ahorcado el 6 doble en el dominó de la crisis. Porque me parece que, por causa de la crisis, hasta vamos a perder lo que hasta ahora entendíamos como "la milla de oro". Que era la calle Tetuán. Donde están (o estaban) los locales comerciales más caros y buscados. Y no me extraña que sea como me malicio, porque ese concepto de "la milla de oro" es cambiante, como las modas, como la ciudad toda, como la veleta del Giraldillo que en la ciudad tenemos como símbolo. Antes que en Tetuán, la "milla de oro" estuvo en la Plaza Nueva, en la acera de O´Kean para entendernos, que resiste allí con todo mérito; la milla de la Joyería Shaw, otro elogiable resistente, de los que merecen premio. Esa "milla de oro" iba desde la esquina de Tetuán hasta Méndez Núñez, y era una colección de tiendas elegantísimas a la que se incorporó Loewe cuando se estableció en Sevilla. Aquello fue un cambio importante hacia mejor, porque anteriormente esa acera había sido segundon, de hoteles, como el Márquez o el Royal (rotulado "Peninsular" cuando Franco prohibió los nombres extranjeros), o del gran café Hernal de la esquina de Tetuán, en cuyos altos es tradición que debutó Antonio Machín, antes de casarse con una sevillana y hacerse hermano de Los Negritos, como toda su familia, que vino desde Sagua la Grande en 1929 para trabajar en el Pabellón de Cuba de la Exposición Iberoamericana.

Cuando peatonalizaron Tetuán, frente a los pronósticos de sus propios comerciantes, se revalorizó y heredó el carácter de "milla de oro" de la citada acera de la Plaza Nueva, cada vez más languideciente, salvo las mentadas excepciones de O´Kean, Shaw y Loewe. En todas las estadísticas nacionales sobre el precio del suelo comercial para venta o alquiler empezó a venir la calle Tetuán en puestos de Champion. Eso ha sido así hasta ahora, pero ¿ha cambiado también? Lo digo por un símbolo del que informaba ayer ABC: Cortefiel se va de la calle Tetuán. No sólo de la calle Tetuán, sino del centro. ¿Se unirá Tetuán a la desolación de Francos, San Eloy o Cuna, a la desertización comercial del centro?

No es que yo quiera hacerle la propaganda, pero es muy simbólico que Cortefiel deje la calle Tetuán y se vaya al centro comercial Lagoh. Ya no está Cortefiel en ninguna calle comercial del centro. Está en Lagoh; está en el centro comercial de Nervión Plaza; o en el de Metromar, en Mairena del Aljarafe. Lo cual nos hace recordar cuando Cortefiel tenía la magnífica esquina de la calle Imagen con La Encarnación, donde se buscaba la vida como dependiente todo un artistazo de la cámara: el gran fotógrafo Jesús Martín Cartaya, notario gráfico de nuestra vida cotidiana y nuestros personajes. A lo mejor, como en tantas cosas, estoy equivocado, pero creo que Sevilla le debe a Cortefiel y muy especialmente a Jesús Martín Cartaya la costumbre cofradiera de los trajes oscuros y, en los más jóvenes, las chaquetitas azules. Cuando no había tantas tonterías y misterios de la Ley de Protección de Datos, al muy cofradiero Martín Cartaya se le ocurrió una gran idea comercial para Cortefiel: poner una carta a las nóminas completas de todas las cofradías, ofreciendo descuentos y mamelas para que los hermanos se compraran el traje azul oscuro de reglamento. La carta era maravillosa. Me parece recordar que empezaba, como las de las hermandades, con la fórmula "hermano en Cristo". Hermano en Cristo...y en Cortefiel. Que se hartó el grandísimo y buenísimo Martín Cartaya de vender en la calle Imagen trajes oscuros y chaquetitas azules, en una Sevilla que hasta entonces había tenido unos domingos de Ramos de estrenos de caballeros vestidos de colores claros o, todo lo más, del macarenísimo Príncipe de Gales gris. Ya Martín Cartaya se jubiló, ya cerró Cortefiel esa esquina de la calle Imagen mucho antes que echara la persiana metálica definitivamente en la "milla de oro" de la calle Tetuán. Pero ahí queda, para la pequeña gran historia de la ciudad, la crónica sentimental de la difusión de las chaquetitas azules de Cortefiel de los que entonces eran inquietos cofrades del Grupo Joven y ahora, en la ciudad desolada, hermanos mayores.

 

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