ANTONIO BURGOS | ANTOLOGIA DEL RECUADRO


ABC de Sevilla,  16 de agosto  de 2020
                               
 

¿Era Londres?

Publicado el 16 de agosto de 1984

 

"Tú lo encuentras, al pie de la Giralda, en estas viejas que no son de Londres, que son de Sevilla y de sol, lágrimas, cintas azuladas, abanicos, pañuelos y promesas"

 

¿Era Londres? Era aún de noche cerrada cuando salí de casa, en Tabladilla. El suelo estaba mojado. Gotas de agua en el parabrisas del coche. Se lo pregunté al quiosquero, al ir a comprarle la competencia:

- ¿Es lluvia?

- No, me parece que es rocío. Pero un rocío muy raro...

Mojada estaba La Palmera, mojado y oliendo a invierno el Cristina. Silencio de noche y neblina aún por la Puerta Jerez, camino de la Catedral. Las viejas en busca de la Virgen bajo la niebla. ¿Son de Sevilla estas viejas o estamos en Londres? Tienes que ver sus abanicos, sus cintas blancas y celestes al cuello, para despertar en la mañana que aún no ha abierto y no creer que estás aún en un sueño. Que los tambores que ahora, por el Arquillo de la Plata, suenan a lo lejos no son de Su Graciosa Majestad la Reina, sino de los soldados que sirven al Rey en el Regimiento Soria...

Y sigues por la avenida, y bajo mazas viene desde la Casa Grande de San Francisco el Cabildo y Regimiento de la Ciudad, con el de la Provincia. Y suena una vieja, lenta, sentimental marcha de Alabarderos, “El abanico”, que si la escuchas también te suena a Londres, a relevo de la guardia en Buckingham. ¿Es de Sevilla esta comitiva que viene bajo la niebla o estamos en Londres? Tienes que ver el torpe y vergonzante aliño indumentario, de oscurito, de los usías ilustrísimas para comprobar que estás en Sevilla.

Y entras en la Catedral, a ver a la Virgen antes de que la mano maestra de Bejarano toque él martillo de plata, y te parece todo tan bello, tan limpio, tan iluminado, que dudas que este santo templo esté en manos de tan descuidada canongía. En el Trascoro, paños de terciopelo con las armas de Castilla y León, un pulpito soberanamente colgado de blanco y oro. ¿Es Sevilla esta Catedral que se te aparece como nueva en la mañana de niebla o estamos en Londres? Tienes que ver luego lo menguado que anda el canonicato en la cita anual por la que cobran la ración para comprobar que no estás en Wensminster.

Y sales, y escuchas las campanas, que no pueden ser, por mucha niebla, más que de Sevilla, y te vas por Gradas y Alemanes, y ves, arriba, velada por la bruma, una Giralda más gris que nunca has visto, que cada día descubres la torre conforme la miras y conforme en ella vas desvelando este sueño que llamamos Sevilla. Pero no recuerdas nunca a la Virgen de Agosto tan Virgen de Noviembre, que es mañana como para recordar un terremoto antiguo junto a un Triunfo de piedra, y no para sacar la Asunción entre nardos, que has hablado de ellos con Luis León Vázquez, el capataz de la Macarena:

-No, los nardos los han puesto este año con mayor mesura. Menos mal que los nardos dejan ver a la Virgen...

Y luego, bruma en el cielo, Bilbao casi, Londres apenas, viene ya la Virgen. Y ves que es Sevilla, porque ha pasado un Fal con la Asociación de Fieles, y van dos Sánchez Blanco con la Sacramental, y todo lo ordena el cirio apagado de Castro Nocera. Y no son sino Sevilla, la más secreta Sevilla, estos carráncanos entre la niebla. Y la estampa antigua que sigue al paso, cinco metros de García Ramos, de Huertas, de Jiménez Aranda: los ternos bordados de los capellanes reales, el arzobispo yendo como Dios y Sevilla mandan, sin que este año el cronista haya de recordarle ceremonial alguno, y los maceros de ambos Cabildos civiles, y los guardias de gala, y a lo lejos la música de la tropa, una bandera de sol entre la niebla alzada...

Y ves, con una luz inédita, a la Virgen que Reyes o ángeles trajeron a un pueblo que gusta cada agosto buscarse a sí mismo, como tú lo encuentras, al pie de la Giralda, en estas viejas que no son de Londres ni de niebla, que son de Sevilla y de sol, lágrimas, cintas azuladas, abanicos, pañuelos y promesas.

Y todo se hace más antiguo, en lo nuevo de esta luz, cuando la Virgen se aleja hacia el Alfolí de la Sal, hacia la Casa Lonja. Y despiertas otra vez, y sabes que es Sevilla, porque hay unos sevillanos ganados por el terremoto de la vulgaridad que le están tocando las palmas a la Virgen en la esquina de Correos.

Perdónalos, oh Sevilla. Con esta luz, seguramente creían que era la Macarena entrando en la calle Cuna. O a lo mejor eran unos ingleses que acababan de llegar del Hotel Andalucía y estaban tocando las palmas en nombre de Blanco White. Ay, si don José María hubiera levantado la cabeza, cómo le hubiera gustado ir de capellán real de Sevilla con la Virgen de los Reyes, un Londres con naranjos de amarga mermelada..

 

  

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