ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  7 de octubre  de 2020
                               
 

Defensa de la barra de bar

Con el virus y su curva de contagios no sé si van a acabar, pero con la hostelería parece que sí: van a por ella. Ojo, no sólo aquí en España, sino en Europa entera. En París, ya han visto: como medida de emergencia para acabar con las preocupantes cifras de nuevos enfermos por el bicho, de momento han cerrado todos los bares y todos los cafés. Y aquí en España, cuando una comunidad autónoma o una ciudad llegan a cifras preocupantes, entre las primeras medidas adoptadas siempre hay alguna contra la hostelería: que si cerrar a las 11 de la noche para que cenemos a la hora de los alemanes de la Merkel, porque "de grandes cenas están las sepulturas llenas"; que si echar a la gente a las terrazas, aunque haga la temperatura que haga; que si reducir el número de mesas para establecer una "distancia social" entre cada una de ellas. Y algo que no falla, sea el lugar de España donde la medida se tome: cerrar las barras de los bares. Los bares te pueden dar tu pincho de tortilla y tu caña de cerveza en las mesas que han quedado dentro tras la reducción, o en la terraza, si la hubiere. El dueño de bar que no tenga terraza y el local sea tan pequeño que apenas le quepan tres mesas dentro con las normas de la distancia, está abocado o bien a comerse los ahorros que tenga para mantener su establecimiento heroicamente abierto, o bien a echar el cierre: "Sube el toldo, Leopoldo, y después baja la persiana metálica, pero para siempre del todo".

Esta es una de los más contradictorias medidas, más de lo que les han dicho las sociedades médicas científicas a los que llevan el caos de la política contra la pandemia: "En salud, ustedes mandan, pero no saben". Las patronales de hostelería y los dueños de bares podrían decirles tres cuartos de lo propio sobre las medidas que toman en materia de restauración: "En hostelería, ustedes mandan, pero no saben". No saben, por ejemplo, que la barra del bar, la que siempre mandan cerrar, es mucho menos peligrosa que una mesa en el interior o en la terraza. Dentro o fuera, en una mesa estás sentado en una mesa frente a alguien. Y cuando llegan las copas y las tapas, te tienes que quitar la mascarilla. Entonces tiene frente a un señor al que le puedes echar todos los virus que tengas, en caso de que seas asintomático y aún no te hayan hecho el PCR que te confirme que tienes un coronavirus de caballo. En las mesas de interior y de terraza, no se guardan las "distancias sociales" entre los que están sentados. Tenían que montar grandes mesas imperiales como de banquete elegante para que hubiese metro y medio entre tomador de pincho de tortilla y tomador de media ración de ensaladilla. Presentan como una solución lo que es un peligro.

En cambio, la barra del bar tiene unas excelencias higiénicas que nadie ha defendido, ni los propios afectados por la ruina que están trayendo a la hostelería. En la barra del bar no tienes nunca frente a nadie a quien puedas contagiar cuando te quitas la mascarilla, porque ya está aquí la espumosa fresquita y la media ración de croquetas que en esta casa fríen como en ningún sitio de bien. En la barra del bar tienes en todo caso frente al camarero que te sirve, pero sólo en el instante en que te trae tu comanda, y el hombre viene con su mascarilla puesta como corresponde. En la barra del bar no tienes frente al amigo con quien estás copeando y tapeando, sino que está a tu lado. Y con una separación entre parroquiano y parroquiano que para sí la quisieran los que están sentados cuatro en una mesa, cara a cara, con la mascarilla quitada y echándose unos a otros sabe Dios qué miasmas, miarma.

Pido, pues, el indulto para la barra de los bares cuando se tomen las medidas de la vuelta atrás a la Fase Dos o a la Fase Tres. Ya digo: en la barra del bar nunca tienes frente más que a la máquina de café o a las botellas de brandy.

 

 

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