ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  27 de febrero  de 2021
                               
 

Incienso indultado

Como ya dijimos que Sevilla tiene un olor especial, hay calles que huelen de una forma distinta, inconfundible. La Venera, o sea, José Gestoso, sigue teniendo ese olor medieval a especias que tanto nos recuerda a Venecia. Y la calle Córdoba, antigua de Alcuceros, olía a esparto de las alpargatas elegantes de los escaparates de sus zapaterías (que van desapareciendo), y al incienso del puesto donde lo venden junto a las ilustres piedras de los muros de la iglesia del Salvador. Por una decisión municipal incomprensible decidieron un día quitarle la licencia a ese puesto, que mantiene ahí la familia Fiances, que era parte de la personalidad de la calle y que nos aseguraba que por allí, con cofradías en la calle o sin ellas, dadas las actuales circunstancias, siempre huele a Semana Santa.

A la familia Fiances le ofrecieron sitios alternativos para su puesto a cuál más descabellado, como la Plaza de la Pescadería. En la Plaza de la Pescadería pega una buena freiduría de adobo, merluza y calamares para una reunión cofradiera, no un puesto de incienso. Y sin su caracterísco olor a incienso se quedó la calle Córdoba, como Mateos Gago sin su fisonomía tradicional. Hasta que se me ocurrió convertir este articulo en una instancia de petición de gracia para la desgracia, dirigido al delegado municipal de Turismo, Urbanismo y Hábitat Urbano, don Antonio Muñoz, para pedirle algo tan lírico e inmaterial como el indulto de un olor sevillano. Aquel artículo, "Indulto para un incienso", apareció en ABC el pasado día 5. Y como hay concejales con paladar a pesar de las barbaridades contra Sevilla que cometen muchos de ellos, un nuevo informe de la Policía Local ha dicho como en la sevillana antigua: "Que de lo dicho no hay ná". Y ya está de nuevo el puesto de incienso de la calle Córdoba de los admirables Fiances donde tenía que estar, oliendo a Sevilla. Ojalá todo fuera así, que las peticiones ciudadanas fueran escuchadas cuando tienen razón y argumentos, que es lo que ha hecho don Antonio Muñoz, a quien felicito desde aquí por el acierto del freno y marcha atrás y de dejar a puesto de incienso en su sitio de siempre.

Pero el mérito de que el señor Muñoz haya escuchado mi partición de indulto, mi pañuelo naranja, no es mío. Si convertí el artículo en una instancia fue por saltarme el Registro General del Ayuntamiento. Y la fuerza no es mía, sino de ABC. Ah, y por un milagro del recordado don Juan Garrido Mesa, el promotor de la sociedad civil junto a Joaquín Moeckel de la restauración de una iglesia del Salvador que se estaba cayendo literariamente. Don Juan Garrido, canónigo y antiguo director del Colegio Aljarafe entre otros muchos servicios a la Iglesia, tiene dedicado junto a ese puesto el callejoncito más estrecho y corto de Sevilla, más que la calle Mariscal: el que da acceso al Patio de los Naranjos del Salvador. Gracias a aquel gran Don Juan Garrido, a través de su callejoncito, tendremos en esta robada primavera unidos dos olores sevillanísimos: los naranjos del patio del Salvador en flor y el incienso del puesto de la calle Córdoba.

 

 

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